«Contigo nunca caminamos solos»

La visita del Papa a Kampala y los rostros de todo un pueblo llenos de espera.

Hay una palabra que describe muy bien los tres días que el Papa ha pasado con nosotros: espera. Mi corazón ha estado dominado en cada instante por la espera de un padre. Todos los rostros con los que me he encontrado manifestaban esta espera llena de certeza. Habitualmente, la espera genera un hilo de angustia, agitación, duda. Pero esta vez nada de eso me ha brotado. Mi corazón estaba en paz. Ya lo intuí cuando mi amiga Rose me dijo unos días antes de la llegada del Papa: «Estamos esperando al Padre de nuestra humanidad». Qué gratitud poder conocer a quien me reclama de un modo tan radical a la fuente de mi humanidad

De ahí la experiencia de una preferencia hacia mí sin condiciones. Una preferencia que también ha alcanzado a todos mis amigos y alumnos, y que ha generado la flor de una unidad imprevisible, no para hacer cosas o para organizar el evento, sino para esperar juntos.

Hemos vivido una unidad en la mirada, porque ante nosotros había un punto que dominaba nuestro horizonte, nuestro corazón.

Por eso ha sido sencillo juntarse estos tres días, incluso a horas intempestivas, a las puertas de la nunciatura, cantando durante horas para poder saludar, aunque solo fuera unos segundos, a Francisco. Un pueblo multicolor, formado por familias, Memores Domini, alumnos y mujeres del Meeting Point International. Él nos ha mirado, saludado, sonreído. Era difícil pasar desapercibidos con una pancarta de 10 metros donde podía leerse "Communion and Liberation. With You we never walk alone". Contigo nunca caminamos solos, contigo la espera no está ante el vacío, porque nos reconocemos hijos predilectos. Mientras cantábamos La strada nos encontrábamos como en un tú a tú con Francisco. En silencio, apenas éramos capaces de decir alguna palabra, que era la expresión sintética de un corazón conmovido: «Francisco, te queremos».

Es un bien que hemos percibido también en los diversos eventos en los que hemos tenido la suerte de poder participar, como en Kololo, durante el encuentro con los jóvenes, donde le oímos decir que con Jesús los muros se transforman en horizontes y que las dificultades en Cristo se convierten en fuente de esperanza. O cuando ante el clero y los religiosos el Papa afirmó que la belleza de nuestra vida está en la fidelidad a la memoria de Aquel que nos ha conquistado, y por tanto en la fidelidad a la propia vocación. Estas son las únicas condiciones para no dejar que se marchite la belleza de la "perla de África", esta es la condición para no perder la conciencia de que la verdadera perla de África es cada uno de nosotros.

Matteo, Kampala