La universidad de Sao Paulo (Brasil).

«Todavía no he visto lo mejor...»

El testimonio de un profesor de la universidad de Sao Paulo que se queda sorprendido por ver que los últimos en llegar son los que le provocan más

Hace un mes, estaba rezando la Hora Intermedia y la lectura, de la primera carta de san Juan, decía: «Ahora somos hijos de Dios, lo que seremos aún no nos ha sido revelado». Al leer esto, pensé: «Ahora soy hijo de don Giussani, soy ya hijo del movimiento, pero aún no se me ha revelado por qué Él ha querido salirme al encuentro». Todavía no he visto lo mejor. Lo digo porque el movimiento hoy está viviendo un momento privilegiado y me llama la atención profundamente, pero yo, que soy hijo de esta experiencia, todavía no he entendido lo más hermoso que hay en ella.

El año pasado empecé a reunirme con tres alumnos de mi facultad. Ellos me pidieron que nos viéramos, no se lo propuse yo. Luego vi que venían de experiencias muy alejadas de la Iglesia, incluso anticatólicas. Después de unos meses, estos alumnos empezaron a entender qué es el movimiento y empezaron a hacer Escuela de comunidad; hoy son once.

En marzo les expliqué qué era el fondo común, pero al mes siguiente yo mismo me olvidé de pagarlo. Entonces le pedí al chaval que se encargaba de ser el secretario que me lo recordara siempre a primeros de mes, puesto que yo siempre estoy muy ocupado y se me olvida. Él me respondió que no: no lo iba a hacer, porque yo ya le había explicado que el fondo común es un ejercicio de libertad donde uno reconoce el valor de su propia vida: «Si te recuerdo que tienes que pagar, te evito hacer este trabajo». Entonces pensé que este que era el último en llegar, que no es católico, que es fidelísimo -no ha faltado a una Escuela de comunidad en todo el año- ha entendido mejor que yo qué es el fondo común, un ejercicio de libertad. De hecho, son once chavales que están aquí porque han respondido a una invitación personal.

A lo largo de este camino, una compañera me preguntó si yo era religioso. Ella tenía una enorme necesidad de creer en Dios, porque no era creyente. Empecé a quedar con ella y con otra colega, y venía también una amiga del movimiento. Todo eso despertó y volvió a generar todo mi deseo. En los encuentros que he ido teniendo, he descubierto que el deseo consigue sobrevivir, el yo consigue entrar en la realidad, si se siente objeto de una preferencia. Si no percibo que, de un modo misterioso, soy amado en este instante, no soy libre porque dependo de lo que los demás piensen de mí, de los resultados de mi trabajo, de la persona que quiero y que espero que me corresponda, de decir cosas interesantes en la Escuela de comunidad, y entonces no soy libre. En cambio sí lo soy cuando experimento una preferencia. Y ninguno de nosotros puede inventarse algo así: es un descubrimiento.

Los hechos que he contado, la belleza que representa Carrón para nosotros hoy, la experiencia de preferencia que vivo, me han hecho pensar que en este instante lo más evidente es que yo no me hago a mí mismo, que no soy yo quien decide en mi vida. El hecho más evidente es que Otro quiere que yo exista. Me parece que esta es la experiencia de la preferencia, de otro modo uno sigue pensando que consiste en la llamada a asumir una responsabilidad en el movimiento, o que la chica que te gusta se dé cuenta de que existo y empiece a escribirme por el whatsapp.

La experiencia de la preferencia es algo que debo encontrar en mi realidad. Veo que sin ella no entendemos nuestro deseo y terminamos teniendo miedo a tomarlo en serio. No comprendemos ni siquiera la grandeza que el movimiento está viviendo.

Alexandre, Sao Paulo (Brasil)