Don Giorgio Pontiggia.

«Mi corazón está alegre porque Dios vive»

El proyecto de una nueva lápida para padre Pontiggia que devuelve en sus amigos todo el valor de una vida cumplida y vivida tan apasionadamente.

Durante los seis años hemos estado esperando que se construyera un nuevo sepulcro para don Giorgio Pontiggia. Un pueblo entero ha pedido con insistencia que se buscara una nueva ubicación, más bonita, para el descanso de su amigo y maestro don Giorgio.

He aquí que una soleada tarde de mayo llegaron al campo 14 del cementerio de Lambrate unas personas de edades diversas, procedentes de distintas zonas de Milán. Iban vestidos de fiesta, y se dirigieron a una tumba sencilla, pero muy cuidada en todos sus detalles.

Durante unos minutos, el profesor Marco Cirnigliaro explicó cómo se había proyectado la lápida: una piedra dura y simple, pero con reflejos plateados, dividida en el centro por una cruz con piedrecitas azules que «se pueden llevar los que vengan a visitar la tumba, y que se irán reponiendo continuamente». Al lado, un espacio para dejar las flores, pensado de tal modo que parezca que se dejan a los pies de una de esas montañas que tantas veces escalamos invitados por don Giorgio.

Luego tomó la palabra el nuevo rector del Instituto Sacro Cuore, don Franco Berti, que dirigió este gesto, tan sencillo como intenso. Después cantamos algunas de las canciones preferidas de don Giorgio, como la espléndida Ahora sé, y para terminar el coro alpino entonó Belle rose. El coro que nació de esa pasión de Pontiggia por los alpinos y sus cantos, tan carnales y tan grandes.

En un breve comentario al Evangelio de la liturgia, Berti recordó que el valor de una vida cumplida se ve en sus frutos y que la vida de don Giorgio, que vivió tan apasionadamente, siguiendo el carisma de don Giussani para dar conocer a Cristo, dio grandes y buenos frutos, que ahora son bien visibles.

El gesto en total no duró más de media hora, pero tenía el sabor del infinito. El modo en que aquel hombre nos cautivó se hizo sentir con todo su vigor, y nos permitió pronunciar, aunque fuera en lo más íntimo de nuestra conciencia, la misma frase que ahora está impresa en su tumba: «Mi corazón está alegre porque Dios vive».

Luca, ex alumno, promoción de 1991, Milán