El Papa Francisco durante la audiencia del 7 de marzo.

Un hecho que continúa: «El Señor os ha hecho pasar por mi casa»

Hemos ido a ver de qué modo lo sucedido el 7 de marzo en la plaza de San Pedro ha abierto un camino que muchos, en todo el mundo, han empezado a recorrer. La primera de cuatro historias que narran lo que está pasando después del encuentro en Roma.

«Mantened vivo el fuego de la memoria del primer encuentro y sed libres». Cuando ya se han cumplido dos meses de la Audiencia del Papa Francisco con el movimiento de Comunión y Liberación, sigue resonando aún su invitación a ponernos en camino, a hacer un trabajo. Hemos ido a ver de qué modo lo sucedido el 7 de marzo en la plaza de San Pedro ha abierto un camino que muchos, en todo el mundo, han empezado a recorrer. Publicamos la primera de cuatro historias que narran lo que está pasando después del encuentro en Roma.

Cuando el autobús aparcó y poco a poco fueron bajando todos los chavales, el patio del convento franciscano de San Lorenzo, cerca de Santa Fe, se llenó en un instante. Sesenta universitarios venían de toda Argentina para los Ejercicios de CL. Era casi de noche y estaban muertos de cansancio después del viaje a orillas del río Paraná; no veían el momento de subir a la habitación antes de la introducción.

Gracia se había quedado atrás, fue casi la última en cruzar la entrada. Cuando estaba en la puerta se dio cuenta de que un hombre la estaba mirando. Se había quedado allí parado, y al verla rezagada le preguntó: «¿Quiénes sois?». «Somos de Comunión y Liberación, hemos venido a un retiro», respondió Gracia intentando acelerar el paso. Pero él insistió: «¿No os acaba de recibir el Papa en Audiencia?». Gracia se dio la vuelta y, dejando la mochila en el suelo, se puso a escucharle mientras él seguía hablando: «Vi el encuentro en televisión, vuestros cantos eran preciosos. ¡Incluso cantasteis en chino! Cuánto me conmoví al veros recibir al Papa con Zamba de mi esperanza. Seguí la Audiencia entera, hasta el final».

En ese momento, fue Gracia la que empezó a hacer preguntas: «Le pregunté quién era y por qué estaba allí». Se llamaba Miguel, tiene cincuenta años y pertenece a la Tercera Orden franciscana. Estaba allí por un encuentro con su comunidad, pero no quería seguir divagando: «Me impresionó que vuestro responsable le pidiera al Papa una indicación para mantener vivo el carisma. Es una humildad difícil de encontrar hoy, aunque para seguir adelante con frescura no hay otro camino que pedir». Y añadió: «Lo que os respondió el Papa vale también para nosotros: “Cristo en el centro”, porque solo si la Orden se descentra puede funcionar y vivir. Para mí esas palabras han sido una luz nueva».

«En un instante comprendí todo el valor de lo que había pasado en Roma», explica ahora Gracia. Hasta el punto de sentirse libre para invitar a Miguel a la cena y a la proyección del video sobre don Giussani.

«Este hombre me habla a mí», le dijo Miguel en cuanto las luces de la sala volvieron a encenderse: «Dame una copia, porque quiero ponerlo en el próximo encuentro de mi comunidad». Mientras tanto, a su alrededor se agolpa un grupo de gente. «Nos fascinó con sus relatos sobre san Francisco y sobre la vida en la Orden con sus hermanos», sigue contando Gracia. «Estaba muy conmovido, y antes de despedirse nos dijo: “Mi hija tiene vuestra edad, ella también va a la universidad. Tiene que conoceros porque le encantaría hacer las cosas que vosotros hacéis”».

Miguel añadió otra cosa más: hacía semanas que le rondaban por la cabeza las imágenes de la plaza de San Pedro y de aquella gente allí reunida. «Jesús me ha precedido, y lo ha hecho deprisa: os ha hecho pasar por mi casa».

Anna Leonardi