Un momento de los Ejercicios.

Un lugar donde decir yo

Casi 100 estudiantes de bachillerato y último curso de Secundaria han participado en los Ejercicios Espirituales de CL. Al entrar en la sala se topaban con un lema: “Un lugar donde decir yo”. El testimonio de algunos de ellos.

Ha sido un fin de semana muy intenso. Como tantas otras veces desde que he descubierto esta compañía, no he quedado decepcionada.
Fueron muchas horas de viaje hasta Ávila y, al llegar, cuando iba hacia mi habitación, ya me crucé con cuatro o cinco miradas de verdadero afecto. Miradas de gente a la que apenas conozco que esconden amor. No es algo que vea cada día. Si hubiese sido por mí, me habría ido a dormir nada más bajar del coche pero menos mal que no lo hice, porque una amiga me dio un testimonio increíble y, conociéndola un poco, sé que eso no salió de ella. Me ayudó a recordar qué he encontrado gracias a estos amigos y no quise conformarme con menos que eso.
Así, sábado y domingo, estuve expectante ante todo lo que pudiese suceder y, gracias a eso, pude descubrirme en las palabras de Jesús. Y no solo eso, también pude entender un poco mejor qué tiene que ver Cristo conmigo a través de los sacramentos, sobre todo de la confesión.
Estoy muy agradecida por esos días. Quiero esa grandeza cada día.

María Mercadé, Barcelona


Yo deseaba, pero no sabía que se iba a cumplir en algo tan humano como la amistad. En estos ejercicios de Ávila he ido con ojos abiertos y corazón abierto. He encontrado una segunda familia. Unos amigos que ven quién soy sin reducirme, que conviven para vivir de verdad, que me quieren. Con esta compañía quiero seguir, no quiero vivir por menos. Y gracias a sus testimonios he visto que todo esto no viene de ellos y como dijo el sacerdote Jesús en misa: «Cuando nos encontramos una mirada así de intensa, buscamos su origen». Aquí es donde he dado un gran paso, el origen es Su sufrimiento, Su amor, Su pasión, Su todo a cambio de nada, por nosotros, lo es Él. Ahora veo la relación que tiene lo que vivo yo en el día a día con ese origen. Tengo un punto de partida que finalmente se basa en mi experiencia para empezar una relación verdadera con Cristo.
Como decía el lema, he encontrado un lugar donde decir yo. Esto no ha hecho más que empezar.

Helena Kazmierczak, Barcelona


Todo empezó con una mirada, una mirada sin medida, con un horizonte infinito. Nunca antes había visto algo así, fue extraño y atrayente porque en una milésima de segundo me sentí completamente querida. ¿Qué tipo de mirada era esa? No sentí el mismo amor que siempre, sino un amor hacia mí, hacia lo que soy... ¡Difícil de describir! Alfon no me conocía, no sabía nada de mí... ¡Pero cuando me miraba así sentía que ya me quería! Una sensación de total libertad, de poder ser yo misma siempre con él. Hasta entonces me sentía completamente vacía, hasta que me miraron de aquella manera. ¿Por qué a mí? Poco a poco me di cuenta que no solo era mi héroe Alfon, sino también Nacho, Blanco... Me invadió una curiosidad extrema por saber qué era lo que movía a mis profesores para que viviesen así. Había algo en aquella gente que no sabía qué era, por eso me pegué como una lapa. Pero algo sí sabía: yo quería eso.
Me propusieron ir al EncuentroMadrid 2014 y después del fin de semana volví a casa con una sensación extraña, la gente me preguntaba qué me había parecido y no era capaz de contestar. Conocí a tanta gente, muchos de ellos ya me conocían sin yo saber de ellos, cosa que me sorprendió muchísimo. Al principio me pareció que todos estaban locos, ¿cómo se interesaban por mí, me saludaban alegres por conocerme y me preguntaban por mil cosas? Una de dos: eran raros o todos unos cotillas. Me decanté por la primera y seguí atenta y en tensión. Alfonso continuaba invitándome a salidas de estudio, a conocer a más amigos suyos y gente también de mi edad. Yo iba encantada y siempre volvía a casa con ganas de volver a verles a todos y conocerles mejor. Al final me propusieron ir a Picos y después de resistirme varias semanas acepté el reto fiándome de mis profesores, porque ni me suelen gustar los campamentos ni me apetecía estar una semana entera en mitad de mi verano con bachilleres que no conocía de nada... ¡tenía miedo y me daba pereza! Miedo a no encajar, a desentonar, a aburrirme simplemente... ¡Vaya aventura fue! Picos fue el inicio de muchísimas relaciones preciosas y, como no estaba ciega, de darme cuenta de que tenía que quedarme ahí, con esos amigos que misteriosamente, al igual que en el EM, podía ser yo misma siempre y sentía con ellos una energía que me recargaba el cuerpo permitiéndome vivir de verdad, disfrutando hasta de las situaciones menos apetecibles, como el estudio o un día largo y cansado.
Desde entonces he fortalecido las relaciones con toda esta gente que, compartiendo el estudio, nuestras dudas y preguntas, nuestras dificultades, momentos de oración y también de diversión, estamos creciendo juntos con la conciencia de que Él nos cuida, nos ayuda y acompaña siempre. Por eso, ir a los últimos ejercicios en Ávila volvía a ser otra oportunidad de vivir juntos la Semana Santa afrontando y comentando nuestros problemas de este año: un año duro para todos.

Ruth Carpintero Acero, Torrelodones