Lo que sucede supera con creces mi imaginación

La gratuidad siempre es nueva y me saca de mi propia medida o imagen de lo que deberían ser las cosas

Esta mañana iba a la farmacia con una imagen que no podía apartarme de la cabeza. No era posible que la Jornada de Recogida del Banco Farmacéutico que hoy tendría lugar fuese tan bonita y sorprendente como la del año pasado.
Nada más llegar, se presenta una chica, Elena, que se ha hecho cien kilómetros sola y sin conocer a nadie para participar como voluntaria en una farmacia de Osuna, pero viene antes a ofrecerse para ayudarme en la organización de la Jornada para años venideros. Y este es el primer dato de que me convenía estar atento a lo que sucediera y no a mi imaginación.

Dos minutos después aparecen cuatro jóvenes y su monitor. Vienen de un centro de menores también lejano y han madrugado bastante para llegar puntuales a su primera experiencia de gratuidad. Son mis voluntarios. Se les ve contentos y expectantes pero con la intranquilidad propia de no saber muy bien cuál es su misión. Segundo dato de una realidad que me es dada y empieza a desbordarme.
Poco a poco empiezan a entrar clientes, unos participan y otros no, pero no hay ni un mal gesto ni un solo reproche. Me río cuando me dice uno de mis voluntarios: «los que vienen con buena ropa y aparcan Audis no compran nada». Nunca he tenido un buen coche, pero me identifico con esos que no participan porque no hace mucho yo era uno de ellos.

Bien entrada la mañana, un cliente con prisa y no demasiada “buena pinta” hace por escuchar lo que le cuentan de la entidad para la que nos ha tocado recoger medicamentos y me dice: «Así en acto, sabiendo dónde va lo que yo aporto, es más fácil y más auténtico colaborar. Todas las ONG deberían ser así. No tenía pensado comprar nada, pero dame un Betadine».

Sin previo aviso se presenta mi mujer con mis hijos; cada uno ha sacado dinero de su hucha y compra, según su criterio, un medicamento. Este gesto nos conmueve a todos y mucho más a mí que no me lo esperaba.
Los datos son ya tantos y tan rotundos que me viene a la cabeza el lema del Banco Farmacéutico, “Compartir las necesidades para compartir el sentido de la vida”, y comprendo que la gratuidad siempre es nueva y me saca de mi propia medida o imagen de lo que deberían ser las cosas.

No puedo negarme a la evidencia; la Jornada de este año ha sido un espectáculo y no hay necesidad de comparar ni imaginar nada porque, como dice una canción (Amare ancora), «bastaría solamente con volver a ser niños y recordar… Y recordar que todo nos es dado, que todo es nuevo y está liberado».
Gracias a todos los que hacéis posible una experiencia como ésta.

Lolo, Osuna (Sevilla)