Richard Talley.

«¿Qué es lo que buscaba Richard?»

La carta de un responsable de una gran empresa inmobiliaria tras la muerte de Richard Talley, un consejero delegado de la agencia inmobiliaria American Title Services

El 4 de febrero, Richard Talley, consejero delegado de la agencia inmobiliaria American Title Services, fundada por él en 2001, se disparó ocho veces con una pistola de clavos y murió en el garaje de su casa en Denver, Colorado. En los días siguientes, Jonathan Ghalay, responsable de una gran empresa inmobiliaria en la misma ciudad, escribió una carta a los novecientos agentes comerciales de su equipo. «Porque después de esta noticia, os he empezado a mirar de un modo distinto»

Queridos colegas:
Al igual que otros muchos de nosotros que trabajan en el sector inmobiliario, me he quedado muy impresionado y agitado después de conocer la semana pasada la tristísima noticia de que Richard Talley, consejero delegado y fundador de American Title Services, se había suicidado, dejando mujer e hijos. Este trágico acontecimiento, junto a tantos otros suicidios como este que suceden últimamente, nos suscita a todos muchas preguntas. “¿Por qué? ¿Cómo ha podido suceder? ¿La vida, a fin de cuentas, es realmente insoportable? ¿Qué valor tengo yo, en último término?”.
La primera tentación sería reprimir estas difíciles preguntas, sin saber realmente cómo afrontarlas, y pensar en otra cosa, o como mucho buscar una serie de explicaciones fáciles a este hecho, que me hagan sentir un poco mejor.

Pero el hecho trágico permanece, un hecho duro como una piedra, que me interroga exigiendo una respuesta. Un hecho como este no puede dejar de despertar al menos dos dramáticas preguntas a las que todos deberíamos responder: “¿Qué es lo que me define en último término?” y “¿Qué objetivo tiene la vida?”. Me parece que la respuesta que demos a estas preguntas determinará el modo en que vivamos el resto de las cosas: las relaciones, la familia, los clientes, los compañeros, el dinero, el corazón, cómo me levanto por las mañanas… todo.

He pensado mucho en estas preguntas estos días, a la luz de esta tragedia. La mayoría de las veces he llegado a creer que lo que me define son mis éxitos. Como si consiguiera ser valorado y apreciado a ojos de los demás por aquello que logro alcanzar. Por eso trabajo duramente, para buscar el éxito en mi carrera. La vida es buena y yo soy lo suficientemente feliz mientras consigo un cierto éxito, coronando así el “sueño americano”, y todo parece ir bien.

¿Y entonces? Me sucede algo extraño: apenas consigo alcanzar lo que buscaba, noto que la satisfacción no es completa, siento que necesito otra cosa. “Debo fijarme objetivos aún más ambiciosos. Más clientes, más contratos, más salario”. Y vuelvo a la carga. Pero cuando alcanzo estas nuevas metas, el ciclo vuelve a empezar desde el principio. Nunca estoy tan satisfecho como esperaba. ¿Qué sucedería entonces si las cosas fueran mal? Porque tarde o temprano algo saldrá torcido, y entonces estaría verdaderamente triste.

¿Y entonces? Experimento una vez más que ante cada fracaso no hago otra cosa que convencerme de que la solución es tener éxito, aunque cuanto mejor van las cosas menos satisfecho me encuentro.

Precisamente la semana pasada recibí un prestigioso premio durante una reunión empresarial. “¡Guau!”, pensé. “Estoy en la cima de un equipo de 900 agentes inmobiliarios”. No podía creer que hubiera llegado a ese nivel. Muchos de vosotros me mirabais con respeto y con una envidia sana. El éxito era grande, pero os aseguro que mi corazón seguía sintiendo que algo le faltaba, exactamente igual que antes de recibir el premio. El corazón nunca miente. Y no estaba satisfecho. Al día siguiente, conmocionado, vi cómo se esfumaban en pocas horas dos de mis negocios más gordos, que sumaban más de un millón de dólares, y estuve con un nudo en el estómago todo el día – fue horrible.

¿Entonces lo que me define es mi capacidad de éxito? ¿O mis fracasos? ¿Mis carencias? ¿Dónde radica realmente mi valor? ¿Es proporcional a mis rentas? ¿Se desvanece cuando tengo problemas, problemas serios? ¿Hay algo capaz de satisfacerme totalmente? Me doy cuenta de que si mi valor y mi autoestima se basan en algo totalmente diferente de mis esfuerzos, mis éxitos y mis peores fracasos, nunca seré capaz de comprender cuál es el valor que tengo, siempre me sentiré inútil cuando fracase, cuando los negocios a los que dedico tantos sacrificios se rompan en pedazos ante mis ojos, cuando pierda un cliente, cuando no cumpla los objetivos.

Sé que si vivo la vida dejándome definir por mi éxito, me pasaré el tiempo siguiendo una meta ilusoria hasta el último de mis días, a pesar de mi familia, mis amigos, mis compañeros y mi corazón, que no deja de gritar. En un mundo laboral dominado por la mentalidad del hombre que se hace a sí mismo, donde a todos nos han enseñado que podemos apañárnoslas solos y que nos promete que el trabajo duro y el éxito es todo lo que hace falta para ser felices, Richard nos dice en cambio que nada de eso es suficiente. Su violento gesto expresa una pregunta implorante: “¿Acaso soy algo más que la suma de mis acciones? ¿Existe algo suficientemente potente como para afirmar mi valor incluso en medio de todos mis fracasos, mis miedos, mi debilidad, mis errores, mis decisiones equivocadas o mis horas más oscuras, cuando me siento totalmente indefenso?”.

La respuesta dictada por la fuerza de voluntad, “levantaos y seguid adelante”, al final no basta, como tampoco bastó para Richard, que era una persona fuerte, atleta y consejero delegado de una gran empresa.

Yo solo soy impotente. Cuando nací era un bebé desnudo y llorón, totalmente dependiente de mis padres para recibir alimento, calor y afecto. La vida me venía dada gratuitamente en cada instante. No hice nada para merecer nacer. Y ahora que soy adulto ni siquiera soy capaz de hacer que mi corazón siga latiendo. Sólo cuando acepto esto – mi dependencia de Algo distinto – soy realmente libre, libre para seguir algo más grande que el éxito y que pueda satisfacer realmente mi corazón, y no la mentira de mi autosuficiencia, en la que me convenzo de que mi felicidad depende sólo de mí. Yo necesito una presencia, alguien que me acompañe, que me mire con esa mirada misericordiosa y amorosa que afirma que nada de lo que yo haga, sea bueno, magnífico u horrible, independientemente de mis éxitos o fracasos, nada puede eliminar el valor de mi persona, el valor que yo descubro en esa mirada, como expresan de un modo tan auténtico y conmovedor las palabras de una famosa canción de los Mumford and Sons: “It's not the long walk home that will change this heart, but the welcome I receive with every start” (“No es el largo camino a casa lo que cambiará este corazón, sino la acogida que recibo en cada partida” - Roll Away Your Stone).

Debo decir que yo he tenido la experiencia de un cambio, de un nuevo inicio en el modo de miraros a todos vosotros, nada más conocer la noticia del suicidio de Richard. A veces, en el pasado, os he mirado con un sentimiento de rivalidad, como si estuviéramos en una carrera, valorando a las personas en función de su capacidad o juzgando según la mentalidad competitiva que nos caracteriza a muchos de nosotros y que al final nos condena a la soledad. Vosotros me interesáis en la medida en que podéis servirme de ayuda. Pero después de esta noticia, inmediatamente os miré de un modo distinto, como personas que tienen mis mismas necesidades y deseos de que la vida se cumpla, como gente que tiene un valor que supera verdaderamente a todo el cosmos. Este cambio es un milagro.

Amigos, esta mirada es absolutamente esencial en nuestra vida. ¿Tenéis a alguien delante del cual os volváis a descubrir a vosotros mismos y a reconocer vuestro valor, alguien que dona una novedad a la vida, que os haga ver la belleza? Rezo para que también vosotros encontréis alguien que os mire así. En mi experiencia hay sólo Una persona que me ha mirado de este modo, la misma Persona que ahora me dice: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar a cambio de sí?”. Uno que no me obliga nunca a censurar lo que soy. Uno cuya mirada penetra en la profundidad de mis tinieblas y me restituye todo mi valor, día tras día. Uno que me revela que yo soy infinitamente más que el resultado de mis aciertos o mis errores, que mi valor viene del hecho de que mi vida me es dada continuamente por Otro – uno que cuenta “hasta los cabellos de vuestra cabeza” y que aún está contando los de Richard. Él me muestra continuamente esta mirada salvadora a través de Sus amigos, que me miran del mismo modo, sin reducirme como yo suelo hacer.

Mis pensamientos y mis oraciones están con Richard, con su familia y amigos, y con los que experimentamos esta mirada y sabemos que valemos infinitamente más que nuestros éxitos o fracasos, nuestros resultados o incapacidades. Os pido, si queréis, que me comuniquéis libremente vuestra experiencia ante todo lo que ha sucedido, y si alguien necesitara hablar, estoy siempre disponible.

Jonathan Ghaly, Cherry Creek Properties, un ser humano débil pero amado