La fraternidad de Perth, Australia.

Como Zaqueo, pero en Australia

Ejercicios espirituales de la Fraternidad en Australia:el misterio sucede dentro de las circunstancias que son el único instrumento para poder afirmar Su presencia

El último fin de semana de mayo se celebraron en Nueva Norcia los Ejercicios espirituales de la Fraternidad, en los que participaron los adultos de la comunidad de Perth y los universitarios de la Universidad de Western Australia. Por primera vez en la historia del movimiento en Perth, decidimos proyectar el video de las lecciones pronunciadas en Rímini por Carrón, pero le pedimos al padre John O’ Connor que viniera desde Nueva Zelanda para preguntarnos «¿Quién nos separará del amor de Cristo?», y para mostrarnos cómo las palabras de Carrón inciden en su propia experiencia.

Lo primero que me sorprendió a mí, acostumbrado a vivir el movimiento en Milán, en una comunidad con cientos de personas, fue la diferencia total tanto en el número como en el lugar: aquí no somos más de veinte y nuestros ejercicios se celebraron en un salón, sentados en sofás delante de una chimenea. Sin embargo, con la misma voluntad de seguir con profunda fidelidad el gesto completo de Rímini: proyectar las imágenes de arte sacro y escuchar la música antes de empezar ayudó de una forma tan potente y eficaz que ya no podré dar estos gestos por descontado ni considerarlos meros accesorios. Y el silencio, todos los días antes de empezar la lección y durante el curso de la jornada, también ha dejado de ser una simple y solitaria escasez de palabras para convertirse en la conciencia plena de una Presencia (o, al menos, la posibilidad para que esta conciencia pueda encontrar espacio y tiempo).

«¿Cómo estás, de verdad? ¿Quién eres realmente? ¿En serio estás vivo?». Fueron las preguntas con las que el padre John abrió cada una de las lecciones, una provocación constante para tomar en consideración el deseo más profundo y auténtico de mi corazón, la conciencia de ser dependiente por el hecho de ser creado: «¡Sientes el pulso! Tu corazón, ¿lo estás haciendo latir tú? Cuando te sientes solo o abandonado, ¡siente el pulso!». No se trataba de llevar a la mente conceptos ya sabidos y sin embargo ya olvidados, sino más bien de hacer realmente memoria de mi naturaleza de hombre necesitado de una mirada que tenga caridad por mí, que no me reduzca a mi incapacidad para seguir o a mi presunción de bastarme a mí mismo. «En inglés, el verbo re-member – señaló el padre John – contiene una referencia a los “miembros” del cuerpo»: es la carnalidad de una experiencia juzgada que se hace juicio, reflexión.

«Imaginemos – volvió a desafiarnos – que perdemos el trabajo, el éxito, o a un ser querido: ¿podríamos afirmar entonces que nuestro yo más verdadero es esta tensión hacia un Misterio que tiene un nombre preciso y que nos muestra un camino a seguir?». La única respuesta que puedo dar está en una relación, pero no con un familiar o con mis amigos: la única posición propiamente humana es volver a descubrir la relación con El que nos ha creado, mi dependencia original, sin pensar que haga falta una esfuerzo titánico o que me tenga que refugiar – por decirlo con palabras de Benedicto XVI – en un búnker.
En un nivel tan concreto de experiencia juzgada, definitivamente, no puedo pensar que ser veinte personas en un salón sea menos que lo que tienen otros en Milán: no es un problema de forma. El Misterio sencillamente sucede dentro de las circunstancias (sean las que sean), que no son el instrumento principal sino el único para poder afirmar Su presencia, para obtener una fe inteligente y una mirada capaz de abrazar la totalidad de lo que somos y de la realidad. El Misterio sucede y se hace compañero en la carne de una compañía que, como Zaqueo, ha sido elegida para hacer memoria de la mirada amorosa que sólo Cristo nos sabe dar: porque Cristo no actúa en el pasado ni en el futuro, sino que se hace compañero en la Iglesia hoy, actúa solo en el presente.
He experimentado toda la alegría que implica, aunque sea en la otra punta del globo, la existencia de un lugar al que quiero pertenecer y que me recuerda cada día que puedo «sentir mi pulso».

Simone Pregnolato