Giovanni Bizzozzero.

«Preferidos, también dentro del dolor»

A partir del sí dicho frente a la muerte de un hijo, la vida se convierte en ser espectadores del Misterio bueno que actúa en cada instante

Queridísimo Julián,
El 4 de noviembre se cumplió un año desde que el Señor quiso a nuestro hijo Giovanni a su lado. Desde la primera noche para nosotros ha sido evidente que lo sucedido nos obligaba a tomar una decisión: si era más razonable creer que esta circunstancia negaba toda la preferencia que en estos años hemos sentido, o si, de un modo misterioso y doloroso, lo que ha sucedido está dentro de esa preferencia.

Hemos dicho nuestro sí, aquella noche y en cada instante a lo largo de este año. Hemos descubierto que no es que el Señor tome este sí, se lo guarde en el bolsillo y todo siga como antes, sino que hemos experimentado que a partir de este sí todo cambia, porque Cristo responde y por tanto responde toda la realidad que está hecha de Él. Desde aquel momento, nuestra vida consiste en ser espectadores del Misterio bueno que actúa en cada instante dentro de la vida. Esto ha alterado el modo de mirarnos entre nosotros, de mirar a nuestros hijos, a nuestros amigos de siempre y a las decenas de nuevos amigos que hemos encontrado.

Debemos confesarte que el dolor por la ausencia de nuestro hijo aumenta de día en día, pero aumenta también la evidencia y por tanto la certeza. Sobre todo la certeza – como nos dijiste por teléfono la noche antes del funeral – de que Giovanni disfruta ahora de la plenitud con una intensidad de bien mucho más grande de la que habríamos podido darle nosotros, pero también la certeza de que este es nuestro destino, que este cumplimiento ha empezado ya ahora, aquí, porque somos testigos de que Él vuelve a suceder continuamente, y por tanto continuamente cumple. Esta certeza es fruto no de un milagro, ni de sentimientos o pensamientos inconexos, sino de un camino que por gracia, desde el primer encuentro, hemos hecho y estamos haciendo en la compañía del movimiento. Por eso este dolor nunca ha sido un dolor desesperado sino un dolor ofrecido.

También nos hemos dado cuenta de que decir este sí, mirar así la realidad, no sucede de una vez para siempre, sino que sucede en cada instante, porque en cada instante tenemos que volver a decidir a Quién miramos, y esta mirada y este sí son posibles porque pertenecemos a un pueblo, un pueblo formado por rostros concretos de amigos que desde el primer momento nos han abrazado y no nos han dejado nunca, el rostro de Jesús que dice: «Mujer, no llores».

El desafío más potente a la positividad de la realidad: el texto de la asamblea de Julián Carrón con los universitarios con ocasión de la muerte de Giovanni Bizzozero (9 de noviembre de 2011).

Flavio y Ester, Viggiù (Varese)