Ante el río Paraná.

“Lo que vale y permanece siempre”

Vacaciones de familias en Corrientes (Argentina)

Quién diría que después de 500 años la tierra de las misiones se convertiría en tierra de misión: las ruinas jesuíticas, sus monumentos, sus estatuas, sus imágenes, su gente, sus pueblos que aún hoy permanecen, todo pide a gritos su verdadera identidad.

Quienes son hoy los herederos reales de esa cultura parece que quieren reducirla a cosas del pasado, sin incidencia real en la cultura de hoy. Si buscamos en las imágenes o en las ruinas, o en su pueblo, la tentación es quedarnos en la superficie y decir qué cosas grandes han hecho los Padres Jesuitas, qué gran pueblo fueron las reducciones guaraníes, qué gran patrimonio que nos han dejado. Pero todo indica que esto es signo de algo más grande que estuvo presente hace 500 años y aún hoy sigue, ¿pero cómo podemos encontrarlo?, ¿quiénes nos pueden indicar dónde está?, ¿es posible vivir hoy lo que se intentó vivir hace mucho tiempo atrás? Esta fue nuestra aventura en estas vacaciones.

Un grupito de amigos, con otros que aceptaron la invitación, viajamos a la Provincia de Corrientes, en la localidad de Ita Ibate (Piedra Alta, en guaraní), y nos animamos a pasar juntos unos días de vacaciones con amigos del movimiento, y a conocer lugares que nunca antes habíamos visitado juntos.

Sin pretensiones, en el momento de comenzar a prepararlas, nos habíamos dicho que sería lindo que estas vacaciones tuvieran un espíritu de aventura, de ir más allá de lo conocido, como el viaje de Ulises, avanzar sobre lo que no sabemos cómo es. Esto, que parecía un juego o algo demasiado osado, fue lo que comenzó a estar presente en todo momento: la gente del pueblo, sin conocernos, se mostró dispuesta a ayudarnos en esta aventura, amigos que se ofrecieron a dar lo mejor para que tengamos una muy buena comida, otros que, sin vueltas, dieron su disponibilidad, algunos tenían dificultad económica y enseguida aparecieron las soluciones, Julián de la Morena, que a nuestra invitación inmediatamente nos dijo sí, todo era ya el preámbulo de algo muy grande que estaba por venir.

No fue más que llegar al lugar y comenzar a dimensionar el verdadero paraíso que habíamos elegido para estar unos días juntos: el Río Paraná, como un verdadero presagio de la historia que hemos encontrado, imponente, majestuoso, bello. Las noches correntinas parecen tener un ensueño: la luna, comienza asomarse y sin que uno se dé cuenta, la tiene ahí, pero no se anima a tocarla porque sólo se deja mirar, contemplar, disfrutar.

¡Qué conmoción sabernos herederos de aquello que nació con los jesuitas y los guaraníes y llega hasta hoy! Podemos entender qué fue lo que vivieron aquellos hombres porque hemos sido encontrados por una compañía que nos hace vivir la realidad como experiencia. Si Cristo hoy no es una respuesta para nosotros, las estatuas o los elementos arqueológicos no son suficientes para despertar la vida que movió a aquel pueblo. Por eso digo que es paradójico que la gran tierra de misión, hoy después de 500 años, sea nuevamente tierra de misión. ¡Esta es nuestra aventura! ¡Este es nuestro inicio!

“Como los indios en otros tiempos,
Necesitamos saber que estás,
Curando el alma de nuestro pueblo
Que se desangra en su identidad.”
Padre Julián Zini (sacerdote y poeta correntino)

Omar Contreras