En la JMJ desde Barcelona

La carta de Nuria que ha vivido intensamente la JMJ a pesar de quedarse en casa

Antes de iros a la JMJ os pedí a unos cuantos que estuvieseis atentos a todo lo que pasaba, porque yo no me quería perder nada a pesar de no ir y ahora estoy alucinanda con los mails que enviáis. Me daba mucha envidia cuando me contabais lo que hacíais mientras estabais allí: el acto propuesto a todos por CL, el Vía crucis, la vigilia, la misa del domingo… Cada cosa que os pasaba y algunos no tardabais dos minutos en contármela por whatsapp. En esos momentos entendí claramente qué significa que la gente se convierta al cristianismo por envidia. Yo sentí esta envidia, a pesar de considerarme ya cristiana.
Me di cuenta de la oportunidad que había desperdiciado. Podría haber ido a la JMJ perfectamente si hubiese querido. Pero para eso primero debería haber dado el paso que el Papa repitió tantas veces en el sermón de domingo: no tener miedo a testimoniar mi fe.
“De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios”.
Está claro que con mis amigos no “escondo” mi fe (si no no os estaría enviando este mail…), pero sí en casa. Allí vuelvo a sentir envidia de muchos de vosotros porque creo que en mi casa esto no lo puedo compartir, que es un sitio donde hay rechazo, pero realmente nunca he intentado dar el paso, al menos bien. Muchas veces pienso ¿por qué yo tengo esta familia y esta vida? ¿No podría tener una vida normal, con una familia unida, feliz y pudiendo compartir cualquier cosa con ellos? Pero yo no hubiese llegado hasta aquí si hubiese sido así. Ahora no estaría escribiendo estas palabras.
“Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”.
Yo me he tenido que quedar en casa para darme cuenta de esto. No ir para mí ha sido un bien, porque he vivido la JMJ a través de vuestros ojos. De vuestras palabras. No he estado presente pero sé que Cristo también me quiere. Sé que el Papa también reza por mí. Sé que Cristo también me pregunta quién digo que es Él.
“Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone”.
Yo no quiero esconderme más. Como decía el Papa en la homilía del domingo: “Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros”.
Os pido que me acompañéis en este camino, porque Cristo os ha puesto en mi vida para que decida empezarlo y no quiero dejarlo a medias. Cristo ha vencido con su amor mi tozudez, mi pereza a luchar. Me ha dado fuerzas para querer afrontar todo el dolor que tengo y me ha dado una compañía para poder hacerlo. ¿Se puede pedir más?

Nuria