“Un signo de que mi corazón está hecho para el Infinito”

De vacaciones desbordado por la tristeza y las inquietudes y allí descubrir que no son otra cosa que el signo de que el corazón está hecho para el infinito

Los días de antes de Picos no pensaba realmente lo que me esperaba, no tenía las ganas de otros años pero sí que iba con la disposición de vivir al máximo todo lo que pasara. Tenía el deseo de responder a algunas preguntas e inquietudes que tenía, una de ellas, que llevaba con ella ya unas semanas, es que era incapaz de dar respuesta a la tristeza que tenía en mi corazón, pensaba que podía ser la saturación del estudio, problemas con mis amigos. Llegué a pensar que tenía asma, pero no era nada de eso. Rezaba mucho, pero seguía con esa tristeza, sin entenderla. Hasta que el primer día de campamento nos reparten el cuadernillo, lo abro y en la primera pagina leo un texto de don Guissani con un párrafo que dice: “El malestar, la tristeza y la insuficiencia no son anomalías, no son enfermedades de las que nos curamos con fármacos (como sucede cada vez más a menudo, cuando se confunde la inquietud del corazón con el ansia o el pánico). Todos estos hechos documentan que tu yo es irreductible, es infinito”.
Este texto fue como un shock, algo que pensaba que sólo me pasaba a mí, me di cuenta gracias a Pancho y a César Senra de que esta tristeza que brotaba en mi corazón era un signo de que mi corazón está hecho para el Infinito y esto es lo que me reclamaba. Lo que realmente sacia mi corazón es Cristo.
Botello dice que la marcha es como la vida, un camino, con dificultades, con un destino y, lo más importante, con una compañía (como Jaime me decía: esta compañía la quiero para toda la vida), esta compañía que te mira como realmente eres, que no tiene ningún miedo a nada, esto lo he identificado especialmente al conocer a César, ya que veo que él afronta absolutamente todo mirando a un mismo punto, que es Cristo. He estado mucho más tiempo con gente que no conocía que con mis amigos de siempre, he conocido a chicos de Barcelona, de Córdoba, de Canarias… y hasta me he hecho amigo de una americana, Milina, sin tener ni idea de hablar inglés. Esta es una de las cosas que más agradezco a Dios de este campamento.
En Picos se me ha hecho mucho más fácil reconocer a Dios. Como nos decía Pancho al mirar un mar de nubes increíble: cuando una mira algo así piensa en Algo mucho más Grande, piensa en el Creador. A mí me salió instantáneamente darLe gracias. También se me ha hecho más presente en los juegos o en los testimonios de Pulido, de Yara o de Edu, y he encontrado mayor sentido a la Misa y especialmente a los cantos.

Pablo