Dos estudiantes en Portofranco.

«Os hablo de mi segunda casa»

Mohamed pasa todas las tardes en el centro de ayuda al estudio. En esta carta cuenta cómo se ha enamorado de este lugar: los educadores, los compañeros, el “repaso”. Incluso ha descubierto una nueva pasión: escribir

¿Portofranco? Conocemos bien esta realidad educativa, sus actividades de ayuda al estudio y su historia, cómo nació de una idea de don Giorgio Pontiggia, fallecido en 2009, y cómo se sostiene, gracias a las donaciones de empresas, subvenciones públicas y, sobre todo, gracias al voluntariado de profesores y universitarios. Pero Portofranco no se acaba aquí, cada vez tiende con más fuerza a formar parte de nuestra vida. En muchos casos nos cambia profundamente, nos ayuda a crecer, y por eso se ha convertido para muchos en un punto de referencia de su jornada cotidiana. Para mí y para muchas otras personas, no es sólo un lugar de repaso gratuito, sino mucho más. De hecho, casi nunca usamos el término “repaso” sino “cita”, porque es un encuentro con una persona que nos ayuda sin esperar nada de nosotros, al que sólo podemos responder, con los ojos llenos de reconocimiento, diciendo «gracias».
Más allá del estudio, también puede nacer un auténtico vínculo de amistad, hecho de diálogos bellísimos, o sólo del relato de anécdotas divertidas. Los educadores que trabajan aquí, al hacer un trabajo personalizado, nos ayudan también en nuestra vida cotidiana, consiguen que les contemos cosas que nos resulta muy difícil contar a nuestros padres, y nos ayudan a afrontarlas.
Todos los días dedico una hora a Portofranco. Inicialmente, esto me horrorizaba y estuve a punto de dejarlo. Pero desde que conocí a las personas que están aquí, siento que la vida verdaderamente vale la pena. El centro normalmente cierra a las 18.30h, pero amamos tanto este lugar que lo habitual es que no salgamos de aquí antes de las 19h. Se ha convertido en mi segunda casa, un lugar que me está cambiando. Ha dado más sentido a mi vida y en muchos casos me ayuda a superar los obstáculos y las dificultades que encuentro en el camino. Cuando estoy aquí, me siento siemrpe ayudado y perdonado, también cuando me equivoco.
Otra cosa que me ha hecho muy feliz es la Cometa, una asociación de Como a donde, junto a los amigos de Portofranco, voy una vez al mes, siempre con muchas ganas, y me divierto muchísimo. Si alguien os ha dicho que en Portofranco suceden milagros, ¡creedlo! Yo os lo puedo confirmar. Una vez le pedí a Giovanni (un educador) un pequeño resumen de Los novios. En cinco minutos me contó la trama y al día siguiente, cuando me preguntaron, dije todo lo que había oído a Giovanni; tuve una nota mucho más alta de las que saco habitualmente. He mejorado mucho en el estudio y ya no me parece tan difícil; de hecho, a veces casi me gusta. Mis notas y mi trabajo en clase han mejorado considerablemente, y me encanta ver que mis profesores se dan cuenta de este cambio.
Además, gracias a Portofranco, he descubierto una nueva pasión: la escritura. Antes odiaba escribir, especialmente por las bajas notas que obtenía, pero ahora lo encuentro incluso divertido. Tanto que me he convertido en el director del periódico de Portofranco, La voce del porto. La publicación del primer número coincidió con un evento importantísimo, la inauguración del nuevo centro. La fiesta supuso un grandísimo paso adelante para Portofranco, que presentó sus nuevas instalaciones y el trabajo desarrollado durante los últimos diez años. Nosotros los alumnos dimos lo mejor de nosotros mismos para hacer aún más bonita nuestra segunda casa.
Vinieron muchísimas personalidades, entre ellas Letizia Moratti, Lupi, Formigoni, Carrón y Alessandro Costacurta: todos invitados por nuestro presidente, Bonfanti, y sinceramente todos me impresionaron y conmovieron con sus palabras, que salían del corazón.
Debería haber muchos “Portofranco” en todo el mundo para despertar en nosotros esa vitalidad que estamos perdiendo en el estudio y en tantas cosas que tenemos entre manos. Recomiendo este lugar a todos los jóvenes, también a los que no tiene problemas en clase. A mí me ayuda también en la vida. Agradezco con todo mi corazón que Portofranco exista.
Mohamed (Milán)