¡Todo es bueno!

Una experiencia de misión y compañía en Semana Santa el CLU en Venezuela

¡Es bueno! Éste era el juicio que a cada instante escuchamos de la querida gente de La Mesa, un sector rural del pueblo de Humocaro Alto en el Estado Lara. Esta afirmación sencilla como ellos mismos no era banal, conformista o costumbrista, era la certeza de la positividad de la realidad, y frente a ello todos quedamos impactados por lo razonable de aquella postura frente a todo, la enfermedad, la lluvia que destruía la siembra, el Via Crucis en que casi nos llueve; frente a todo, aquella gente reconocía que la realidad es signo de algo positivo.
Es el segundo año que nos lanzamos a vivir esta experiencia de misión en Semana Santa con los universitarios en el mismo lugar, sin partir de esquemas preestablecidos sino dejándonos tocar por la realidad, ya que constatamos que algunos universitarios poseen un grato recuerdo de las misiones que hacían cuando estaban en los colegios católicos, y por ello nos preguntamos, ¿por qué no ofrecer una experiencia similar? Evidentemente traspasada por nuestra experiencia. Es así como empezamos, proponiendo el recorrido de los Ejercicios del CLU dentro de una experiencia misionera. La propuesta es muy sencilla, vivir junto a nuestros amigos de Humocaro el Triduo Pascual, compartiendo con la comunidad, realizando actividades para los niños y jóvenes, visitando los hogares, celebrando nuestra fe, haciendo Escuela de Comunidad; todo ello traspasado por la mirada, alegría, fe y disponibilidad de esta gente tan sencilla y querida que a cada instante se volvía signo inconfundible de Su Presencia.
Realmente fueron días intensos donde Su Presencia buena nos marco la vida.

La Semana Santa en Humocaro fue seguramente la más espectacular de mi vida, pues al contrario de todas mis expectativas de conseguir la misma historia de siempre, se evidenció completamente la presencia de Cristo.
Creo que la frase que mas definió estas misiones fue la que dice Cristo a María al levantarse después de la segunda caída camino al Calvario en la película La Pasión de Cristo: "¿Ves, Madre? Yo estoy haciendo todas estas cosas nuevas".
El primer día, al visitar el Monasterio Nuestra Señora de Coromoto de las Hermanas Trapenses en Humocaro y encontrarnos con algunas de las hermanas, quedé impactadísimo cuando una de ellas contó que aceptar a una nueva hermana en el Monasterio es algo difícil, pues es la muestra de una verdadera amistad, que es para siempre: se tiene que aceptar a la persona completamente, pues vivirá con todas por el resto de sus vidas, aceptar todos sus talentos, defectos, límites. Aceptar a la otra persona para siempre y completamente, aceptarla como hermana propia. La verdadera amistad es la aceptación de todo el ser de la persona y que a pesar de cualquier error siempre seguirá siendo para siempre. Yo quedé impactado con esto, pues suelo molestarme y decir que no confío más en un amigo cuando peleo o tengo conflictos con él. En cambio esto es lo contrario y me dije a mí mismo: ¿cómo no puedo aceptar a mis amigos, a las personas que de verdad quiero, como mis hermanos?
Visitando las casas en el sector La Mesa de Humocaro, hubo un momento en el que llegamos a una que estaba apartada del camino, que para llegar a ella se tenía que pasar por una subida rocosa y resbaladiza. En la casa vivían tres ancianos, dos hombres y una mujer, entre 70-80 años, con problemas económicos y de salud pero a pesar de todo tenían una sonrisa espectacular en sus rostros. Ellos no eran familia, vivían juntos porque eran amigos desde niños y esa amistad los llevó a optar por vivir juntos poniendo en práctica exactamente esa definición de amistad como hermandad. Esto fue increíblemente impresionante para mí, ¿cómo no se puede desear ser amigos así? ¡Hermanos hasta el final de la vida! A través de la compañía, el Vía Crucis, la película, yo me quedaba pensando y pensando: cada día esa renovación de las cosas de la que Cristo habla sucedía de nuevo, el recuerdo abstracto que tenía de Cristo como alguien bueno que murió hace tiempo quedaba aplastado completamente por Su Presencia completamente evidente, en cada mirada, en cualquier gesto. Para mí jamás fue tan evidente en mi vida, que hasta ese punto me sentía alejado, alienado del mundo. Fue un despertar, una cachetada que hace volver a vivir verdaderamente. Por más que me aleje, me esconda y pueda hasta negar a Cristo, es como si Él me dijera: "¿Pero qué estás haciendo? Si eres tan estúpido para no verme te haré vivir una experiencia en donde no podrás ignorarme". Para mí fue así, al final uno puede imponer la propia voluntad a la realidad, en el modo más testarudo posible, alejándose más y más pero llega el punto en el que Él te busca, se hace Presente una vez más.
Ahora entiendo aquella cosa con la que el movimiento insiste tanto, o sea, que Cristo no sólo murió y resucitó hace 2000 años y estamos aquí sólo para recordarlo, ¡no! Él se hace presente ahora! ¡Hoy!
Toda esta experiencia me ha dejado una leticia en el corazón, una mirada diferente, pues después de esta experiencia ya no se pueden vivir las cosas como antes, ¡es imposible! Es una huella, una cicatriz que ahora te acompaña, dándote una mirada diferente, pues ahora se tiene a Cristo como propio norte. El punto es que al vivir la realidad fiándonos de Cristo, (diciendo "que se haga Tu voluntad, no la mía") se es de verdad cambiado por este encuentro que vuelve a acontecer.
Hasta echando bromas con mis amigos en el liceo, ya no es igual, pues les he hablado sobre la amistad como ese aceptar al otro como hermano, y a pesar de que ellos no hayan vivido lo que yo viví nuestra amistad ya no es la misma, ahora tengo una conciencia de estos amigos como hermanos, del mismo modo que aquellos viejitos tienen en La Mesa.
También le he contado toda mi experiencia en el movimiento a una amiga, y en particular estas misiones que viví en Humocaro con los del CLU, creyendo aun así que no entendería bien todo eso. Al contarle todo, en sus ojos había una expresión de fascinación grandísima, algo que no esperaba para nada y me dijo que a ella también le gustaría poder vivir algo así. Ahora entiendo aquella frase que dice: "Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida". Yo puedo sólo servirLe, puedo sólo seguirLe.

Miguel Chacón (Mérida)

Esta Semana Santa se volvió para mí una evidencia total de la contemporaneidad de Cristo en la realidad. Durante el segundo día de estar allí, Ynocencio (uno de los nuestros que vive allí, y que fue una muestra impresionante de disponibilidad) nos dio a entender que todo el sector esperaba que mostráramos la película que pasamos el año pasado, La Pasión de Cristo de Mel Gibson; nos dijo: si por muchos años hemos visto la misma película de Zeffirelli, ¿cuál es el problema en ver dos años esta? Y tenía toda la razón. Nosotros habíamos hecho un juicio errado, y no sólo eso, el año pasado habíamos dedicado tres días a prepararlo todo para tener una pantalla gigante y pasar el cine de calle por la noche: conseguir los tubos, soldarlos, montar la tela, tejerla para que quedara bien tensa, hacer las bases, los huecos profundos en la tierra para colocar la estructura de la pantalla, etc. Con los ojos abiertos de par en par, sabía que la realidad me exigía algo, debía estar allí, acompañado al Padre Leonardo y los otros amigos para iniciar y levantar todo lo necesario para proyectar la película que todos deseaban. Medio día, acompañado de jóvenes del pueblo y amigos, nos llevó preparar todo; ahora sólo faltaba la película, que conseguimos después de movilizar a personas y amigos hasta de otros pueblos. La realidad nos exigía algo y nosotros respondimos, atentos y disponibles, sin prejuicios y entregándonos a Él, todo ese esfuerzo nos llevó a ver la película después del Via Crucis. Aunque era la del año pasado, me dejó perplejo, la pasión, muerte y resurrección de Cristo, hacer memoria de Él que se entregó por nosotros, la gracia divina y la resurrección que hace posible la contemporaneidad de Cristo en mi vida, que mueve mi corazón y toda mi humanidad, así movió mi ser para entregarme a esa realidad que nos llevó a preparar y responder a lo que se nos mostró.
Así como mi corazón se movió tan fuerte esos días, así sigue ahora al ver la mirada de mí tía, que me traspasa mientras la escucho con atención. Reconozco que soy abrazado y mirado con esa ternura y Gracia ahora. Él es esa realidad que me acompaña a donde quiera que vaya, en este momento, esperándome y abrazando todo mi ser, y se encarna en todo mi entorno como lo evidencié en Semana Santa.


Alejandro Brito P (Caracas)