Gracias por Encuentromadrid

Queridos amigos, este año Encuentromadrid ha vuelto a suceder. Digo que ha vuelto a suceder no porque se ha celebrado como otros años, sino porque ha sucedido en mi vida y espero que también en la vuestra. Nuevamente, Encuentromadrid ha hecho honor a su nombre y se ha convertido en un verdadero encuentro, ese encuentro que supone un nuevo punto de partida, aliento y esperanza.
Podría detenerme en cada acto, en cada presentación, en cada ponente, pero no tengo tiempo ni palabras para hablar de ello como quisiera. Podría detenerme también en los testigos “anónimos”, en los que silenciosamente nos acompañan a cada uno en estos días y en los que, sin tener delante un micrófono, hacen posible que el encuentro suceda para ti y para mí: en cada voluntario, en cada amigo… Tampoco hay tiempo para decirle a cada uno algo distinto de MUCHAS GRACIAS pero, eso sí, con mayúsculas y elevadas a la enésima potencia.
Sólo puedo detenerme en la "esperanza". En el acto de Medicina y Persona, vi el DVD que prepararon y escuché las palabras de los ponentes. Yo lloré con el corazón (no con lágrimas que, por desgracia, no salieron) y no por cada tragedia, sino por cada drama y por el drama que reconozco en mi propia vida, en la vida de muchos amigos… y en las vidas “ajenas”, que no me son ajenas. El impacto de los testimonios que nos presentaron hizo que esa tarde tuviese que abandonar Encuentromadrid y sólo puedo decir "gracias". GRACIAS por mostrarme qué es la auténtica humanidad con vuestras vidas, GRACIAS por enseñarme cómo vivís la enfermedad y la pérdida con todo el corazón, GRACIAS a los que sufrís y a vuestros familiares y amigos por descubrirme un horizonte que no siempre reconozco, GRACIAS por ser mis compañeros en el camino, GRACIAS a todo el personal sanitario por mirar a los enfermos y a sus familiares como lo que son: personas llenas de vida, de deseos, de ansiada plenitud, algo que tristemente no siempre sucede... GRACIAS porque hacéis que el dolor sea en cada uno, cercano o lejano, un punto de partida y no una barrera, que sea un encuentro que, posiblemente, acontece cada día. Deseo que enfermos y personal sanitario sepamos enfrentarnos a nuestro día como lo hacéis vosotros, con toda nuestra humanidad, con todo nuestro corazón, recostados sobre el pecho de Cristo…
¿Alguno puede decir que no ha aprendido “nada” en el dolor, en la enfermedad, en el drama? No lo creo o no, al menos, si nos enfrentamos a esta pregunta con todo nuestro ser… Personalmente, sin mi dolor, no tendría verdadera esperanza. Poco a poco se disipan las nubes que ocultaban mi esperanza dejándome sin aliento y en este camino la presencia de Cristo aquí y ahora se convierte en experiencia: "inteligencia de la fe, inteligencia de la realidad". GRACIAS.

Carta firmada