“Oh Luz mayor, te alabamos por las menores”

Hace unos días terminaron las vacaciones del CLU Argentina. Se realizaron en un hotel dentro del Cañón del Atuel, provincia de Mendoza. Cinco días y muchos hechos que dirigen nuestra mirada directamente a aquella “Luz Mayor” que nos ama primero

Las paredes del Cañón se levantaban a los costados y el cielo azul nos daba la bienvenida entre los huecos que dejaban las montañas. Imponentemente bello, nos dejó con el corazón abierto desde el primer día. Uno de los chicos que venía por primera vez dijo al llegar que venía porque las charlas con su amigo de CL habían sido un bien para él durante el año, y al igual que las montañas eran más grandes, sabía que aquí encontraría todavía más de lo que ya había comenzado a gustar.
Hemos pasado cinco días que fueron un gran regalo para cada uno, y por esta razón queremos contar algunos hechos. El primero es sin duda la propuesta que se nos planteó para la semana: vivirla como un punto de partida, un inicio desde el cual retomar toda nuestra vida. Gran novedad con respecto a lo que suelen ser las vacaciones: no un divertido paréntesis dentro de la aplastante rutina anual, sino un lugar para verificar cómo queremos vivir cada día de nuestra vida.

Cantos de nuestra tierra
La primera noche nos esperaba un recorrido por cantos y poesías del folklore argentino: Zamba de Vargas, Balderrama, Los ejes de mi carreta, Piedra y Camino eran algunas. Entre canto y canto fuimos marcando un recorrido que estas letras del folklore argentino nos ayudaban a entender: la naturaleza como signo del Misterio, el dolor por la desproporción del deseo, la búsqueda de una verdad definitiva y la trágica posibilidad de cerrarse a la vida. Era como si cada canto, dijo uno de nosotros, fuese los ojos de Juan y Andrés antes de encontrar a Cristo: atentos y simples. Otra amiga dijo: “ojalá mi vida sea tan bella como este momento”.
Fue un gran descubrimiento, en primer lugar para quienes prepararon la velada: “…la tarea era escuchar los cantos, algunos para mí archiconocidos, y leer las poesías tratando de juzgar lo que decían, entender qué humanidad se expresaba en ellas. Me sorprendió cómo, en la amistad con Pato –con quien preparamos la selección de cantos y el guión– empezó a iluminarse lo que antes me resultaba indiferente: estos cantos expresaban mi lucha y mi búsqueda de la Verdad. Con su belleza me hablaban de Él, arrancándome del escepticismo que tenía tan arraigado. Por eso puedo decir que la Fe en este caso introdujo una nueva inteligencia y gusto de las cosas”.

Una alegría imposible
Llegado el momento de una de las excursiones, a mí, que nunca me perdí una, me tocó no hacerla por un problema físico. En un primer momento no entendí qué significaba esto, yo tenía una imagen de lo que debería suceder (ir a la excursión y disfrutarla) y que me mantuvo por un momento como “decepcionado” por la realidad. Bien, muy por el contrario, el día se transformó en una constante provocación a convertirme al presente. Apenas mis amigos habían partido a la aventura de la montaña, charlando con uno de los chóferes que nos habían llevado hasta allí, palabras más palabras menos me dijo: “Yo no entiendo mucho, pero entiendo una cosa básica que hay que entender: es Otro el que nos ama primero”. Bastaron estas palabras para empezar a convertirme a lo que estaba sucediendo, empezar a mirar de nuevo todo como un bien y sacar de mí aquel pensamiento que me decía que la realidad estaba equivocada.
Tanto para los que nos quedamos como para los que fueron el día fue una gran aventura. Como cuenta Patricio, uno de los que escaló la montaña llamada Cochicó: “El comienzo fue pura belleza, pero en medio de la caminata aparecieron densos nubarrones y al poco tiempo estalló el aguacero y el granizo. La montaña se transformó y nos encontramos encerrados adentro sin poder salir si no sucedía que parara de llover. En medio del frío y la incertidumbre brotaron los cantos fáciles, tarareados porque necesitábamos calor y darnos ánimo. Pero era insuficiente, la situación era realmente peligrosa. En ese instante, brotó de los labios de algunos Los centinelas de Asís, para unir todo y pedir: por la vida y por la Vida. Nos encontramos cantando con la inteligencia y el afecto unidos –como les pasaba a Juan y Andrés– gracias al apretón que nos estaba dando la montaña, que en su furia, nos sacaba de la inercia para que hiciéramos memoria de nuestro destino, aquello que le da calor a cada uno de nuestros pasos. Los guías de la excursión, entretanto, nos miraban perplejos”.

Conversión
Los testimonios de la asamblea han hecho evidente que estas vacaciones eran para nosotros un lugar de conversión. Varios de los que intervinieron nos hablaron de la vida durante el año pasado en la universidad. Testimoniaron cómo la inteligencia de la fe llegó a ser la inteligencia con la que se puede afrontar toda la realidad. Por ejemplo, contaban cómo habían afrontado una gran toma de las facultades, descubriendo detalles de entrega en sus profesores y amigos que sólo empezaron a ver cuando ellos mismos se sintieron acompañados y queridos en esta circunstancia. En todos había un darse cuenta, poco a poco, de que todo el coraje que podían tener nacía del reconocer que era Otro quien los colocaba allí.
Otra amiga nuestra, Florencia, mormona por tradición familiar, nos relató cómo fue su camino de conversión al catolicismo. Empezó a ir a caritativa cuando algunos amigos la invitaron, y en cada persona encontraba “algo nuevo”. Fue así que se preguntó quién era, y entonces empezó a caminar, empezó a seguir esos rostros porque quería ser como ellos. Empezó a probar más, a ir a la Escuela de Comunidad, a las vacaciones… La potencia de esos signos le hacía presente a Dios; decidió bautizarse. Otro milagro que sucedió ante nosotros durante estos días.
Nerina, de Venado Tuerto, nos contaba que a su pueblo había llegado, para ella y su amiga, la misma mirada que habían recibido Juan y Andrés. Sucedió cuando algunos amigos nuestros las fueron a visitar el año pasado sin conocerlas. Ellas prepararon todo como si llegara el presidente. Escuchándolas me daba cuenta, otra vez, de que esta amistad es distinta y está unida por Algo más grande.
Estas vacaciones han estado repletas de signos, de pequeños y grandes milagros, de “luces menores”, como escuchamos durante la segunda noche en un verso del poeta T. S. Eliot en la presentación de Santiago sobre los Coros de la Roca, que dirigen nuestra mirada directamente a aquella “Luz Mayor”, a Aquél que nos amó primero. Deseo que nos vayamos de las vacaciones a casa no con una nostalgia por lo que ya pasó, sino con la certeza de que en toda nuestra vida el Atractivo que nos encontró, el sostén último, el punto de partida, la posibilidad de recomenzar, es Él.

José Ferrero