Una alegría envidiable

El pasado 3 de enero, monseñor José Luis Chávez Botello, arzobispo de Oaxaca, en la diócesis de Antequera, celebró la ordenación sacerdotal de Lorenzo Fanelli. Asistió a la celebración, monseñor Filippo Santoro, obispo de Petrópolis en Brasil. Toda la comunidad de CL participó en la ceremonia y se volcó en la celebración litúrgica y la posterior fiesta. Sirvieron una comida para mil personas. Publicamos un testimonio de la experiencia vivida en ese día.
La ordenación de Lorenzo me permitió ver y tocar qué es Dios cuando hay un corazón disponible. Lloré de conmoción reconociendo Su presencia a través del pueblo cristiano reunido en su Iglesia. Fue una alegría inmensa que brotaba de Dios. También lo reconocí en el rostro de Lorenzo, que Dios ha llamado a entregar su vida. Solamente Dios pudo haber reunido a ese pueblo que respondía con una alegría infinita a la donación completa de Lorenzo a Él. Vi la presencia de Dios en tantos corazones tocados por Lorenzo. Todos queriendo estar con él porque tiene una alegría que era envidiable. Y viéndolo a él, comprendía que mi vida también está llamada a algo grande; que aunque me sienta lejos de la felicidad que tiene Lorenzo, estoy llamada a lo mismo. Mis primos me dijeron: “Jamás he visto una alegría así”. En ese día vi que Lorenzo es un verdadero testigo del Señor, porque vive en diálogo con Él y, cuando alguien tiene el diálogo con Él, todo lo demás toma su lugar y la belleza del Señor se hace palpable. Vi lo que hace Dios a través de la amistad entre dos hombres como Lorenzo y monseñor Filippo Santoro, que dijo que se habría ido hasta el fin del mundo con tal de poder estar en la ordenación de su querido amigo. ¿Quién tiene un amigo así, que daría todo por verte? ¿Quién vence el largo tiempo durante el cual no pudieron verse? ¿Quién vence la distancia entre México y Brasil? ¿Quién vence todas las dificultades? Solamente Dios. Sólo Él. Realmente, su amistad es para mí signo de la presencia de Dios.
Vi la presencia de Dios cuando el arzobispo, monseñor José Luis Chávez Botello, dio la bienvenida a Lorenzo recibiéndole como sacerdote en el seno de la Iglesia. Abrazó toda su historia: su familia, su pueblo de Bari, el pasado comunista, su encuentro con CL a través de monseñor Filippo Santoro. ¿Quién puede abrazar todo lo que somos? ¿Quién no solamente te “acepta”, sino que te abraza con toda tu humanidad? Solamente Cristo ha tenido esta pasión por el hombre. Reconocí la presencia de Dios al estar con tanta gente, con tantos amigos con los que hicimos los sketchs y los videos, percibiendo que pertenezco a este pueblo. Stefanie y Edwas, Fabrizio, mandaron su video. Ahí entendí que no los “perdimos”, si estamos en Cristo seguimos siendo un mismo cuerpo, aun cuando estén lejanos físicamente de nosotros. Fue una fiesta de la que todos formamos parte: a través de la liturgia, la música, la comida, las canciones, las bromas, las palabras, las lágrimas, la conmoción. Entonces, me acordé de las palabras del Señor: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mt 3,17). El rostro de Lorenzo me hizo ver que existe un mejor modo de vivir, que la entrega total y sacrificada a Dios permite vivir una humanidad cien veces más verdadera y grande, y por ello que existe una esperanza muy concreta para mí y para nuestro pueblo. ¡Gracias Lorenzo!

Lala