Congregados para seguir al Papa

Voluntarios para la visita del Papa a Santiago de Compostela para que crezca la Iglesia

El Delegado de Pastoral Juvenil de la Diócesis, Benito, me llamó para proponernos a mi mujer, Isabel, y a mí apuntarnos como voluntarios para la visita del Papa a Santiago de Compostela. Lo primero que pensé fue el lío y la incomodidad que podía suponer. En el fondo, creo que esto es para otras edades y que yo ya me voy haciendo mayor. Al final, llevado del entusiasmo de Benito y de una cierta vergüenza para dar largas, le dije que vale. Yo no me daba cuenta, pero la aventura de la visita del Papa a Santiago acababa de comenzar.
El sábado anterior a la visita, nos reunimos con la organización en un colegio de Santiago. Más de 200 jóvenes menores de 22 años, salpicados de un grupo de adultos de diferentes carismas y vocaciones, entre los que estábamos gente de Comunión y Liberación de Galicia. La aparente distancia entre unos y otros es salvada por mons. Salvador Domato, responsable de la visita en la Archidiócesis, cuando afirma que estamos unidos por el hecho de ser “protagonistas especiales para facilitar que la gente se encuentre con el Papa”. Continúa: “¿cuál es el interés de la visita?, que crezca la Iglesia”, o sea, que todos los hombres puedan llegar al conocimiento de la verdad, Cristo mismo. Ante estas palabras, nuestro corazón se ensancha al sabernos pertenecientes a este pueblo que busca la verdad, como luego después nos diría el Papa. El resto de la jornada transcurre a través de las directrices de la organización, distribución de puestos, ensayos, etc. Nos volvemos a casa con la sensación de estar ayudando a construir algo nuevo, que nos supera lo mires por donde lo mires.
Para los voluntarios de prensa, la visita del Papa comienza el viernes, 5 de noviembre, en el centro internacional habilitado para la prensa. Allí conocemos a Joan Ribot, catalán que lleva 20 años viviendo de Galicia y con el que compartimos nuestra tarea como voluntarios. Después de acreditarnos y esperar más de tres horas, la responsable del Arzobispado encargada de la comunicación nos da la consigna: “hemos venido aquí para ser presencia”. Su mirada nos recuerda a la de Julián, al final de los Ejercicios de la Fraternidad, cuando nos retaba a todos desde Rímini a estar con el Papa en Roma. Recogemos y nos vamos directos a la iglesia de San Francisco, en donde se celebra la vigilia previa, acompañados de todos los obispos españoles, cuya presencia empieza ya a reconfortar en la fe a los que vamos por detrás. Don Julián Barrio nos exhorta para que “echemos las redes”, más allá de las críticas, la resignación y el derrotismo que, como a los siete apóstoles en la barca, no nos dejan reconocer que es Cristo quien nos lo pide. Pero claro, “a veces nosotros lo queremos también fácil y el Señor también nos pide un poco de sacrificio para poder reconocerLe”. Isabel y yo somos conscientes de que estas palabras recogen la actual circunstancia de buena parte de la Iglesia en Galicia y en España, por eso nuestro corazón se alegra al ver a nuestro Pastor que nos dice: “echad las redes”. Termina la vigilia y nos recogemos en el Seminario Menor de Santiago con la intuición experimentada de que esta aventura merece la pena.
A las 08:00, Joan, Isabel y yo estamos entrando en la Plaza del Obradoiro, donde un escenario imponente se alza de blanco. Los voluntarios empiezan a ejercer su responsabilidad y una hilera de gente se va colocando en los sectores, ajenos a todo el despliegue de seguridad, organización y medios de comunicación. La imponencia de lo que se avecina es más grande que cualquier muestra de recelo hacia las indicaciones de los voluntarios, y la emoción y el deseo por ver al Papa acrecienta la diligencia de los que están llegando. Nos encontramos a los primeros amigos de Vigo: Madre Jaqueline, que llegó hace tres años al Vigo secularizado procedente de la abundancia católica de Perú y que no ha dudado en venir a ser reconfortada por el Papa; Carmen, que participa en el grupo de adoración nocturna de jóvenes y es colaboradora de pastoral juvenil, está ya preparada con su chubasquero y su gorra naranja dando indicaciones a aquellos que van a sentarse en los distintos sectores; Don Alberto, cura diocesano que hizo 40 camisetas para la ocasión y que en el tren desde Vigo ya se ha quedado sin ninguna. También nos encontramos a los seminaristas Emilio y Samuel, que van a tener el privilegio de estar en la catedral con otros 850 invitados. Todo un pueblo que emerge de su rutina diaria y se mueve como un solo hombre para ser confirmados y sostenidos por aquel que les hace mirar hacia el que es el Camino, la Verdad y la Vida.
De camino para tomarnos un café, nos encontramos al obispo de Lugo, Don Alfonso, con el que tenemos pendiente una “xuntanza” los de CL de Galicia y que, por problemas de agenda, no ha podido materializarse todavía. Contra todo pronóstico, nos sorprende invitándonos a cenar o comer en su casa. Joan, que lo más cerca que ha tenido a su obispo en la mesa ha sido con otras 30 personas, no sale de su asombro al ver la naturalidad de la invitación. Una sensación de incapacidad para entender la envergadura del gesto del obispo nos inunda a Isabel y a mí. Sólo podemos dar gracias por lo que nos ha pasado.
Pasan de las 11.30 cuando el Papa acaba de aterrizar. A las 12:00, después de saludar a las autoridades, se mete en materia: “En lo más íntimo de su ser, el hombre está siempre en camino, está en busca de la verdad”. No podemos despegarnos de las pantallas gigantes habilitadas en el Obradoiro. La plaza entera se calla y escucha al que nos habla desde su corazón que es nuestro corazón. Sólo esto ya ha merecido la pena. Pero deseamos más. A la 13.00, Benedicto XVI se asoma desde la fachada del Obradoiro, aclamado por todos, y levanta los brazos para acogernos y bendecirnos, como si quisiera recordarnos el gesto del Cristo del Pórtico de la Gloria detrás de él acogiendo a los peregrinos. El Papa peregrino a Santiago es acogido por Cristo, para acogernos a nosotros, también peregrinos. Ha tenido que llegar el Papa para, como los peregrinos antaño, poder experimentar la acogida que nos colma el corazón. La carnalidad de toda la verdad de Cristo en la Tierra nos abraza. Nos sobrecogemos ante la certeza de que la Verdad de Dios pasa a través de la Verdad de este hombre, Papa Benedicto XVI.
Continúa el recorrido previsto por la Plaza de la Quintana, la entrada por la Puerta Santa y el abrazo del Apóstol. Debajo del botafumeiro continúa: “peregrinar significa salir de nosotros mismos para ir al encuentro de Dios”. Me acuerdo de los momentos de duda iniciales ante la propuesta de Benito, y entiendo que sólo el que tiene verdadera experiencia de Dios y deseo de Él es capaz de ponerse a andar. Misteriosamente, nos sentimos ya reconfortados al ver al Papa repetir los gestos de los peregrinos, nuestros mismos gestos, que nos remiten al mismo Dios de la fe en Cristo. La unidad con el Papa crea una familiaridad con Joan inesperada y sorprendente que nos lleva a no despegarnos en lo que queda de día. Esta familiaridad se extiende a una de las policías que vigila la tribuna de prensa y que, después de un rato, ha comenzado a contarle su historia personal a Isabel. Los primeros frutos de la visita del Papa los estamos viendo en nosotros mismos, capaces de abrirnos a la humanidad de los otros de una forma inesperada.
Son las 15:15 y todos los obispos se dirigen a la sacristía improvisada. La paternidad concreta de muchos de ellos se explicita a través de sus saludos sencillos y sonrisas en forma de bendición. A las 16:45 el papamóvil atraviesa la plaza. Comienza la Eucaristía. Durante la homilía, se percibe la valentía y la claridad del testimonio cristiano de Benedicto XVI delante de los “jefes de los pueblos” presentes en las primeras filas del Obradoiro. “¿Cómo es posible que se le niegue a Dios el derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla?”. La contundencia y certeza de sus palabras no nos dejan indiferentes, sino que nos mueven a, como él, ofrecer este tesoro a nuestros contemporáneos: “que Dios existe y que Él es quien nos ha dado la vida”. Efectivamente, ya nos está confirmando en la fe.
Termina la Eucaristía y el Papa marcha hacia el aeropuerto con el ánimo firme para seguir sosteniendo la fe de los que le esperan en Barcelona. Los voluntarios retoman el control del Obradoiro y en menos de dos horas ya han recogido vallas y sillas. Al final, subidos en el escenario-altar repiten los mismos gritos de alegría del sábado anterior en el colegio, pero esta vez la alegría tiene que ver más con la satisfacción de haber ayudado a que un pueblo se encontrara con él.

Isabel y Alberto