La vida se nos da para descubrir la belleza de nuestra humanidad

Hombres que van por la vida como mendigos conscientes de que los deseos son de ellos, pero el cumplimento no.

Llegué a los ejercicios muy contenta. Me apetecía muchísimo aprovechar al máximo estos dos días y sobre todo aprender, descubrir cosas nuevas y tener más claras las que ya sé, estar bien con mis amigos y conocer a otros nuevos. Nada más empezar, un sacerdote me recordó algo que yo ya sabía pero que, al decírmelo él, me quedó más claro: “Aprovecha estos días, intenta buscar a Cristo en los sitios donde menos te lo esperas, y no estés como el que ya lo sabe todo, sino como el que no sabe nada, como el que quiere aprender y el que se deja sorprender con cualquier cosa”.
Por la noche, durante la introducción, me sorprendió que nos dijeran que sabemos que algo nos falta, que nosotros mismos no nos podemos dar lo que más queremos, es decir, la felicidad. Como dice Oscar Wilde, “las cosas más importantes de la vida no se pueden comprar, sólo encontrar”. Pero para encontrar no podemos ir por la vida como ricos, que piensan que ya lo tienen todo, sino como mendigos, que son aquellos que sienten que les falta algo. Y lo más importante que tiene el hombre son los deseos y la exigencia de cumplirlos, pero si uno se para detenidamente a pensar en esta afirmación se da cuenta de que los deseos son nuestros, pero el cumplimiento no.
Entonces nos damos cuenta de lo pequeños que somos y, cuanto más tomamos conciencia de lo que queremos y de lo que somos, más necesitamos la presencia de Cristo. Ése es el motivo por el que nos levantamos cada mañana y el motivo por el que vivimos. El día se nos da para reconocer a otro que es mejor que nosotros y que nunca falta, es decir, Él siempre está presente, pero a veces no lo encontramos porque somos nosotros los que faltamos.
Es durante el día cuando debemos estar abiertos a cualquier cosa, “mañana sale el sol, pero quién sabe lo que puede traer la marea”, tenemos que dejarnos sorprender. En ese momento, me hicieron pensar en una frase del primer punto del libro de Huellas de experiencia cristianaque estamos trabajando en la Escuela, “mirar con simpatía lo humano que hay en nosotros” cuando lo humano tiene un rostro de dolor.

Cristina, Madrid