Aprender la caridad 6

Existe una mirada tierna, humanamente imposible, este abrazo sin límite de un Dios bueno, siempre Padre.

Llevamos más de 13 años en la caritativa dando de comer a los parias de nuestro tiempo, los yonkis, y este año como novedad estamos viendo como amigos nuestros están dejando la droga empezando a hacer una vida con nosotros. El domingo pasado, a la salida de misa, conocimos a la compañera de habitación de una de estas personas. La preguntamos un poco por su vida y nos dijo que estaba en el mundo de la droga desde los 13 años, ahora tiene 42, y que ha estado 15 años en la cárcel. Desde una cierta perspectiva es una vida tirada por la borda. Cuando volví a casa, me pregunté si también Dios tenía ternura por esta gente, si era posible una ternura con alguien así y quien era el que podría abrazar de tal manera que pasara por encima literalmente del juicio «una vida tirada por la borda, absurda». ¿Existe en esta tierra esta ternura?
Justo me vino a la cabeza el pasaje del Evangelio donde Jesús dice que las prostitutas y pecadores estarán por delante nuestro en el Reino de los Cielos. Acordarme de este pasaje me dejó estupefacto porque, efectivamente, existe esta mirada tierna, humanamente imposible, este abrazo sin límite de un Dios bueno, siempre Padre, y siempre dispuesto a meter este abrazo infinito que transforma una vida absurda tirada por la borda en una vida única y preciosa. La conmoción no sólo me vino por darme cuenta de que existe esta mirada y ternura sobre nuestra amiga, sino porque inmediatamente te das también cuenta que existe también para mí, que también a mí el Señor me mira así. Es imposible no conmoverse, imposible. Lo difícil es no conmoverse frente a Cristo, no cambiar.
Me he dado cuenta, por tanto, que existen dos dificultades habituales para no ser capaces de percibir esta caridad: una es saber que existe esta mirada, esta ternura imposible para el hombre en este mundo, saber que existe; la otra es un problema de la libertad, de dar espacio a esta mirada, a esta ternura frente a nuestras pretensiones, medidas y formas de pensar. Dejar espacio a esta mirada.

Jesús