El P. Mario con el grupo de la Fraternidad <br>de San José en México

P. Mario González-Simancas Lacasa, Marianista S. M.

IN MEMORIAM (1926 Madrid – 2009 Puebla)

La tristeza es grande cuando uno recibe la noticia de la muerte de un amigo. Es el caso del queridísimo Padre Mario que nos dejó cerca de la Navidad para nacer en el cielo. Ahora acompaña no sólo a la Fraternidad de San José de México, sino la de todo el mundo. El Padre Mario vivía en Coatzacoalcos donde dirigía un taller con jóvenes de extrema pobreza que, no queriendo ir a la escuela, aprendían carpintería. Yo vivo en Oaxaca a once horas de camino de Coatzacoalcos, en autobús. Cuando en 1996 le visité por primera vez, no le conocía, pero su sencillez y la naturalidad con la que hablaba de la Virgen y de su propia vocación, despertaron en mí una ternura desbordante. Recuerdo sus palabras: «Yo nunca tuve la duda acerca de mi vocación. Desde los 7 años que hice mi primera Comunión decidí que quería entregar toda mi vida. Quería ser de la Virgen. Mi madre lo sospechó desde un principio y, sabiamente, no dijo nada. Me entregó esta estampita (y nos las mostraba) escrita de su puño y letra: “Marito este es un día inolvidable para ti”. Pasaron muchos años y el día de mi ordenación se la regresé. Ella no vive ahora, por eso la traigo en mi cartera».
Cuando le conocí, me asombró su despacho que era muy pequeñito pero con un orden y limpieza impresionante. Mirándome a la cara con una sonrisa paternal, frente a la responsabilidad de acompañarme en el camino de mi vocación, me dijo: «Y ahora, ¿qué hacemos? ¿Cómo empezamos? ¡Ah!, ya se. Vamos aquí junto a la capilla y pidamos a Nuestra Señora de Guadalupe que nos acompañe en este nuevo tramo de camino». Pedimos juntos ser obedientes al carisma de don Giussani y que nos concediera compañeros de camino para que no estuviese sola. Pasó el tiempo y me invitaron a Italia para conocer a la Fraternidad de San José.
Así nació en México la Fraternidad de San José. La simpatía del padre Mario era genial. Era un contador de chistes nato. Lo hacía en su estilo particular, que era un español-mexicano que contagiaba a todos. Siempre estaba rodeado de gente y, a propósito de los chistes, decía: «Hasta de esto se vale el Señor para que yo pueda ser presencia de Él». La Virgen escuchó su petición y, después de un tiempo, algunas amigas se fueron agregando. Pasó el tiempo, hasta que llegó nuestro retiro de Adviento de 2009 en Puebla. Dios me concedió ser su ‘voz’, pues ya se le dificultaba hablar. Pidió regresar a casa. Sentía cansancio y mucha debilidad. Muchos sabíamos que era la última vez que veíamos a nuestro padre y amigo. Nuestro consejero. El enamorado de la Virgen y de San José. Un hombre obediente a su Comunidad Marianista y al carisma de Comunión y Liberación.
Dora Luz, Oaxaca


El padre Mario acompañó desde su inicio a los primeros amigos del Grupo Adulto que llegaron a Coatzacoalcos y, luego, fue guiando a las primeras novicias mexicanas. Fue siempre disponible, alegre y obediente. Era en sí toda humildad, sabiduría y alegría. A medida que lo fui conociendo, fui queriéndolo cada vez más. Tenía las palabras adecuadas para darnos serenidad y confianza. Resultaba muy educativo visitar las librerías con él. Son muchas las anécdotas y vivencias que viví a su lado y que guardo en mi corazón como un tesoro.
Dina, Coatzacoalcos


Escuchar los testimonios de sus hermanos Marianistas me confirma que Dios nos regaló un padre espiritual excepcional. Nos ayudó a todos a reconocer que nuestra humanidad no es un obstáculo para el amor de Dios y de María. Murió rezando breves oraciones. Siempre en la certeza de ir al Padre y a su amada Virgen María.

Edna, Coatzacoalcos


Conocí al Padre Mario en el verano de 1999. Su sonrisa parecía de un niño curioso frente a tres amigos entrometidos por conocer a un religioso. Para Irán, Omar y para mí fue algo nuevo, un estilo de vida que no conocíamos. Nos transmitió una alegría contagiosa, pero no empalagosa. Así era el trato de Mario, sencillo y amigable.

Nico, Coatzacoalcos