Zona Cero
El domingo 8 de septiembre, se reavivó la esperanza a dos pasos del cementerio bajo el cielo de Nueva York. A un año del 11 de septiembre y a seis meses del Vía Crucis por el puente de Brooklyn hasta la Zona Cero, Comunión y Liberación vuelve al corazón de Manhattan para celebrar un acto en memoria de las víctimas del terrorismo. Música, lecturas y testimonios se sucedieron en la iglesia de St. Peter, a pocos metros de la vorágine. CL contó con la paternal bendición del cardenal de Nueva York, Edward Egan.
Unas mil personas escucharon el relato del subcomandante del Fire Departement (cuerpo de bomberos), el del obrero que encontró en medio de los escombros una cruz de acero que se ha convertido en símbolo de esperanza, y el testimonio de la viuda de uno de los bomberos que nos enseño como se puede dar gracias a Dios y mirar hacia adelante incluso con diez hijos a los que debe educar sola.
«Dios sigue aquí»: este es el mensaje de la celebración de CL. «La historia y la experiencia nos dicen con certeza que la muerte no es la última palabra. Jesús de Nazaret, hombre y Dios verdadero, resucitó y su Cruz se ha convertido en signo de esperanza». Como esa cruz gigantesca, formada por la intersección de dos de las vigas de acero de las Torres Gemelas, que un obrero de los que durante meses estuvieron retirando cuerpos y escombros, Frank Silecchia, descubrió al tercer día entre las ruinas y que ahora preside la Zona. «Esa cruz que ahora descolla sobre la obra - dijo Silecchia en St. Peter - es un símbolo religioso, pero también un símbolo de libertad para todos». A sus pies, durante largos meses de trabajo, se han reunido a menudo los bomberos, los “héroes” del 11 de septiembre, cuyo año terrible y gratificante recordó el subcomandante Thomas Cashin: «Hemos aprendido a valorar más la vida humana», explicó. Trescientos cuarenta y tres hombres del Cuerpo de bomberos nunca regresaron del interior de las torres. Frank Palombo era uno de ellos y su mujer, Jean, como su matrimonio, al principio privado de hijos, fue después bendecido con diez en dieciséis años. «El Señor ha sido bueno con Frank, es bueno conmigo y con mis hijos, porque mi marido estuvo siempre a mi lado y, ahora, cada día se hace más fuerte su presencia».
El coro de Comunión y Liberación acompañó el acto intercalando sus cantos a las reflexiones del padre Richard Veras y el párroco de St. Peter, Kevin Madigan, a la lectura de textos de Juan Pablo II, Charles Péguy y don Luigi Giussani («“¡Mujer no llores!”. Este es el corazón que ilumina nuestra mirada, que la pone ante la tristeza, ante el dolor de todos aquellos con los que nos relacionamos. “¡Mujer, no llores!” ¡Qué inimaginable es que Dios - aquel que hace el mundo en este momento - al mirar y escuchar al hombre pueda decir: “¡Hombre, no llores!”, “¡Tú, no llores!”, “No llores, ¡porque yo no te hice para la muerte, sino para la vida!” ¡Hombre, mujer, chico, chica, tú, vosotros no lloréis! Existe una mirada que os penetra hasta los tuétanos y un corazón que os ama hasta la profundidad última de vuestro destino, ¡un corazón y una mirada que nadie puede invalidar!»).