Visible, tangible y por eso experimentable
Congreso EucarísticoEl método de Dios con Su criatura: hacerse presente en un signo. La Eucaristía, aplicación suprema de este método. Para que se reconozca en el mundo la presencia de Cristo como salvación de los hombres. El testimonio de don Giussani en el Congreso Eucarístico. Bolonia, 26 de septiembre
Mi padre y mi madre y toda la formación recibida en el Seminario de Milán durante doce años, me han convencido profundamente de que el sentido de toda la historia humana y, por tanto, de toda la historia del cosmos, es Dios hecho hombre, el Verbo de Dios, forma del universo humano y cósmico.
El acontecimiento del Angelus resume toda la sed que el hombre tiene de Dios y el hambre que tiene de santidad: santidad que es la imitación de Cristo como Hombre, Hijo del Padre, y, en El, la identificación con la totalidad del misterio del Ser.
Por eso nuestro movimiento se entusiasma cuando T.S. Eliot. el poeta más dramático de nuestra época, expresa el asombro de nuestra naturaleza en camino hacia su destino y. en uno de los Coros de la "Roca" dice: «Llegaron, por tanto, a un momento predeterminado, un momento en el tiempo y del tiempo. / Un momento no fuera del tiempo, sino en el tiempo, en lo que nosotros llamamos historia: seccionando, bisecando el mundo del tiempo... / Un momento del tiempo, pero el tiempo fue creado a través de ese momento: ya que sin significado no hay tiempo, y ese momento del tiempo dio el significado».
La Eucaristía es la confirmación suprema del método que Dios establece con su criatura, escogida para una vocación inefable, la de participar con Cristo en la salvación de todos nues-tros hermanos los hombres. El método usado por Dios es el de hacerse presente dentro de Su Misterio salvador, dentro de un signo visible y tangible y, por tanto, experimentable al igual que en la Eucaristía la apariencia del signo es el gesto humano de comer el pan y beber el vino, mientras que el contenido ontológico es Cristo como hombre asumido por el Verbo de Dios, que aceptó morir por amor al Padre para salvación del mundo y que, a través de este gesto, hace ya presente la potencia creadora de Su Resurrección.
Esta fuerza recreadora actúa ya, en la existencia del hombre llamado por el Bautismo, como fuente inagotable de conversión del yo humano, como expresión experimentable de la novedad del ser generado por el Bautismo. El cristiano realiza su libertad como protagonista nuevo en la historia, protagonismo realizado según el designio misterioso del Padre y la participación de su libertad.
El fruto de la Eucaristía es la conciencia, y el consiguiente intento de realización. de nuestra misión. La misión es el criterio supremo de valoración ética y cultural, en el sentido pleno de la expresión, incluida la dimensión social.
La realización de la misión es la medida de la respuesta que toda nuestra vida da a la propuesta de la Gracia de Cristo que vive en la realidad humana de Su Cuerpo misterioso, es decir de Su Iglesia.
La misión es introducir la presencia de Cristo en una realidad humana que tiene como única razón de ser la fe en esa Presencia, por tanto, presencia de Jesús hombre, resucitado por la fuerza divina de su Espíritu. Hombres unidos a cualquier nivel, en cualquier ambiente, en nombre de Cristo y de la Iglesia como realidad humana de su Presencia divina de Hombre resucitado en la continuidad de la historia («Yo estoy con mi vosotros todos los días hasta el fin del mundo»: Mt 28,20): la misión es el valor supremo en el que confluyen todos los aspectos éticos experimentables por su autenticidad cristiana.
El encuentro con esta unidad, formada por hombres, a cualquier nivel y en cualquier ambiente, es el medio más adecuado para que se reconozca en el mundo la presencia de Cristo como salvación de los hombres, que esperamos que se complete en el último día, pero que ya se ha iniciado en quien Le reconoce en el Signo eclesial.