Uno de nosotros
Ha concluido ya el proceso de firmas de la iniciativa ciudadana europea “Uno de nosotros” en favor de la protección de la vida humana desde su concepción. Las firmas recogidas han alcanzado la cifra de 1.849.847, cumpliendo ampliamente los dos requisitos establecidos en las normas de la Unión Europea: un millón de firmas y la superación en al menos siete países de unos umbrales fijados en función de la población. En veinte de los Estados de la Unión se ha sobrepasado el umbral exigido. No está mal. El dato muestra que la iniciativa ha tenido acogida en la gran mayoría de los países europeos y que en ellos existen grupos con capacidad de movilizarse en defensa del valor de la vida humana. En tan sólo ocho países se puede decir que la iniciativa ha fracasado y que la movilización ha sido casi irrelevante. No constituye una sorpresa conocer cuáles son: Gran Bretaña, Suecia, Finlandia, Bélgica, Dinamarca, Eslovenia, República Checa y Bulgaria.
Los países que han logrado más de cien mil firmas han sido: Italia (631.024); Polonia (248.965); Alemania (171.978); España (159.988); Rumanía (135.563) y Francia (105.459). Si hacemos una clasificación con arreglo a las firmas aportadas en función de la población, el orden de los diez primeros sería: Italia, Polonia, Malta, Rumanía, Portugal, España, Eslovaquia, Hungría, Alemania y Austria. Francia queda en undécima posición.
La experiencia ha sido, sin duda, interesante y de ella se pueden extraer varias lecciones. Ante todo, hay que decir que esta iniciativa tiene el carácter de pionera. Y así ha de juzgarse. Se puso en marcha en el momento mismo en el que la Comisión Europea anunció que estaba abierta esta vía de participación ciudadana establecida en el Tratado de Lisboa. Se presentaron simultáneamente siete primeras iniciativas que planteaban muy diversas cuestiones. Según los datos proporcionados por la misma Comisión solamente tres de esas iniciativas han logrado superar los requisitos establecidos. Ello nos muestra las dificultades que todavía existen para que prosperen iniciativas ciudadanas a escala europea. Ello otorga un mérito, que hay que apreciar, a los resultados obtenidos por “Uno de nosotros”.
La iniciativa, en cualquier caso, ha servido para poner en contacto a las organizaciones “pro vida” de los distintos países europeos y llevar a cabo una acción común. Sé que la coordinación no ha sido fácil pero sólo se hace camino al andar. El éxito del resultado es reconfortante y estimula para futuras acciones. Lo que tenemos que darnos cuenta es que las cuestiones de orden cultural y que afectan a los valores en que se basa nuestra convivencia ya sólo pueden plantearse a escala europea. Cada vez estamos más unidos y somos más interdependientes. Actuar en el ámbito europeo es ya una necesidad.
Los resultados obtenidos merecen alguna reflexión. Si es cierto que veinte países europeos han respondido a la llamada de la iniciativa, hay que reconocer que la contribución italiana ha sido determinante para su éxito. Italia ha aportado prácticamente un tercio de las firmas. Los movimientos “pro vida” italianos se pueden sentir satisfechos. Hay un tejido social consistente que, además, ha sabido movilizarse. Polonia también ha logrado un buen resultado en proporción a su población. Y resulta también satisfactorio que en los dos grandes países europeos (Alemania y Francia), que viven un hondo proceso de secularización, existen minorías activas con capacidad de hacerse presentes en sus respectivas sociedades.
El resultado logrado por España es honroso, pero, a mí me provoca un sabor agridulce. Francamente me esperaba una mayor movilización y una cifra de firmas más elevada. Tenemos que reflexionar por qué no hemos sido capaces de acercarnos más a los resultados italianos. ¿Vivimos, por la crisis que nos golpea, unos momentos de desmovilización y de apatía? ¿Han sido insuficiencias en el modo de afrontar la organización de la campaña? ¿Ha habido escaso eco en los medios de comunicación y demasiados silencios elocuentes? Sé que el éxito de la iniciativa debe ser motivo de celebración. Pero a mí me gustaría ser más ambicioso. La iniciativa nos sirve, en todo caso, para pensar dónde estamos, en qué sociedad nos movemos, con qué apoyos contamos, para sucesivas iniciativas en defensa de valores en los que se juga su futuro la sociedad europea.
Ha sido una bella experiencia. Hay que agradecer a los centenares de voluntarios su generosa dedicación a la recogida de firmas. La gran lección es que Europa es nuestro horizonte y que el paso que se ha dado dará frutos en el futuro. El análisis que haya que hacer, con realismo, debe servir para incitar a la acción.