Unidos en la búsqueda del absoluto
He leído la respuesta del Papa Francisco al director de La Repubblica en la que aborda dos temas cruciales: la fe y la relación de los cristianos con los no creyentes. Las reflexiones del Pontífice me parecen extraordinariamente lúcidas porque abren la puerta al diálogo entre católicos y agnósticos sin ningún prejuicio que límite el profundo alcance del debate.
El Papa sostiene que la fe es un proceso, un movimiento que nos vincula a algo. Pero también es exousia, una semilla que brota espontáneamente del ser para ponernos en contacto con lo trascendente.
Yo creo que esa búsqueda de lo absoluto está dentro de todos los corazones, seamos o no creyentes. Y que la existencia humana sólo tiene algún sentido si se liga a valores morales. Es en este amplio campo de juego en el que debe inscribirse ese diálogo entre los que tienen fe y los que no la tienen.
El Pontifice hace un reconocimiento que me parece esencial: que cada ser humano tiene que actuar en función de los dictados de su propia conciencia. En eso consiste precisamente la libertad, que es el más precioso de nuestros dones.
Lo esencial es aceptar que somos libres y responsables de nuestros actos. Sólo a partir de la aceptación de este postulado la Iglesia puede abrirse al mundo. Estoy convencido de que ese diálogo que han iniciado el Papa Francisco y el periodista italiano será muy fructífero porque, se crea o no en Dios, el ser siempre será un gran interrogante.