Una educación por reconstruir. El manifiesto de CL sobre la situación de "guerrilla urbana"
La situación de "guerrilla urbana" con la cual Francia se está enfrentando es tan desastrosa como la ausencia de juicio manifestada por parte de las diferentes autoridades. Para explicar la complejidad de la situación, no se hace mas que evocar los problemas socioeconómicos que la "banlieue" vive desde hace decenas de años; como si, en el fondo, la dignidad del hombre se pudiera medir en función del lugar donde vive y reducir a una dimensión puramente económica.
Las manifestaciones de extrema violencia a las cuales el poder, con razón, quiere poner fin, en realidad son reveladoras de un malestar que no es solo material. Hay un grito que hace brotar una pregunta: ¿qué sentido tiene todo esto?
Las repuestas que la sociedad moderna proporciona a los deseos de justicia, de verdad, de libertad que están dentro del corazón del hombre, de cada hombre (los devastadores y las víctimas) no tienen la profundidad de aquellos mismos deseos y nos traen a la mente la frase profética de Teilhard de Chardin: "El más grande peligro que puede temer la humanidad de hoy no es una catástrofe externa, una catástrofe cósmica, no es ni el hambre ni la peste; al contrario es aquella enfermedad espiritual, que es la perdida del gusto por vivir" (El fenómeno humano, parte III)
Sin negar la importancia de los problemas sociales como la desocupación, sobre todo entre los más jóvenes, creemos que las causas sean mucho más profundas que las indicadas por los analistas.
La pérdida del "gusto por la vida", es decir, la falta de un sentido de la vida, aflige a cada hombre que vive en nuestra sociedad, en la periferia como en la ciudad o en el campo. Frente a cualquier tipo de injusticia y fracaso, hoy se ve una humanidad que ya no sabe actuar sino que solamente reacciona, que se abandona a la reactividad, que ya no cree ni en el dialogo ni en la comunicación, porque estas dos dimensiones implican una experiencia humana verdadera, hecha de memoria y de inteligencia.
Las consecuencias están trágicamente delante de los ojos de todos: falta de comunicación, en el sentido que ya no parece posible el diálogo entre las personas; falta de compromiso social, debido a nuestra incapacidad de ser concientes de lo que está en el origen de nuestro ser hombres, y por lo tanto una soledad y una incapacidad de comprender los valores y el sentido del vivir juntos y del bien común.
Hace algunos años, don Giussani nos recordaba que “el verdadero drama de la humanidad actual es el hecho que ya no hay una educación a la altura de la grandeza y de la profundidad de la lucha entre los hombres".
Educación, no represión, para nosotros significa reconocer que en la realidad hay algo o alguien que da a cada hombre, en cada momento, la posibilidad de volver a encontrar este "gusto de vivir". Este “algo” nosotros lo hemos encontrado en Jesucristo, la Verdad que se ha hecho carne, que cada hombre busca, y que nosotros vivimos gracias a una compañía de hombres: la Iglesia.
Nuestra responsabilidad de cristianos y de ciudadanos, junto con todos los hombres de buena voluntad, es testimoniar y sostener la verdadera esperanza de los hombres, de poder vivir juntos y de reconstruir lo que está destruido.