Somos llamados por Su nombre. En este mundo, en su contexto histórico
EditorialProponemos como editorial de este mes el mensaje que, con ocasión de la apertura de curso, don Giussani ha dirigido a los adultos de CL de la diócesis de Milán el pasado 26 de septiembre. A partir de un pasaje profético de Jeremías sus palabras quieren sugerir los factores de una imagen cristiana del hombre y de las directrices de la historia.
«Tú estás entre nosotros. Señor, y por tu Nombre se nos llama. ¡No nos abandones. Señor Dios nuestro!» (Jr 14. 9).
En nuestro mundo, en este momento de la historia, cualquier hombre se ve invadido hasta quedar persuadido por la falsa li¬bertad de las opiniones, incluso en contra de sus evidencias más elementales y per¬manentes. Esto produce una ausencia to¬tal de dignidad en la relación con uno mismo y con los demás y una última “in¬sipidez” del ser y del obrar. En medio de un mundo así, la frase de Jeremías que leíamos anoche en las Completas nos re¬cuerda la finalidad que cada día otorga verdad a nuestra vida y a la sociedad en la que nos toca vivir, y que permanece firme en cualquier circunstancia contin¬gente: «Tú estás entre nosotros. Señor...».
Todos los compromisos, sacrificios, o satisfacciones que vivimos parten de la conciencia de esta misteriosa Presencia. Por tanto, cualquier juicio que hagamos sobre el valor humano de los poderes y de los esfuerzos que los hombres llevan a cabo tiene como fin la gloria del hom¬bre Jesús de Nazaret en el tiempo y en el espacio.
A nosotros se nos llama por Su nombre.
Frente a esta cultura radicalmente ene¬miga del pasado todos tenemos una mi¬sión. Y esta llamada nos alcanza a cada uno en cada familia, país, ciudad y nación.
Nosotros nacemos y crecemos en un mundo que no Le reconoce y que hasta Le niega, y participamos de su mentali¬dad. Influye en cómo concebimos día tras día nuestro modo de vivir, en los juicios que deciden nuestro camino, en nuestro laborioso trabajo para colaborar con el Misterio creador y redentor.
¡Qué difícil y lejano nos resulta todo esto!
Al llegar la noche, igual que en cual¬quier asamblea sincera, aparece esta difi¬cultad en el camino.
Pero la vida de la Iglesia desafiando en el curso del tiempo la apariencia de muerte, es decir, la corrupción de todo, re¬pite en cualquier situación humana: «...aun viviendo en la carne, vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí» (cfr. Ga 2. 20).
Como dijimos en Roma el 30 de mayo, en presencia de María, Madre Suya y nuestra, volvamos a ponernos en marcha, porque «si no fuera tuyo. Cristo mío, me sentiría criatura finita» (san Gregorio Nacianceno).