Se va el Rey de todos
En época de filtraciones y de revelación de archivos de seguridad nacional la pauta de discreción de la Zarzuela ha sido excepcional. Según lo que se va sabiendo, el Rey Juan Carlos había tomado la decisión de dejar la Corona hace ya meses. La primera valoración de esta noticia es el valor inapreciable de la continuidad monárquica que constitucionalmente es la cúpula de la España de la libertad y de las alternativas estables.
El comportamiento de Urdangarín ha dañado el prestigio de la monarquía en los últimos tiempos. Don Juan Carlos había mantenido la Corona como el hecho más valorado de la vida pública española. El deterioro de los últimos tiempos no era específico de su reinado puesto que los precedentes entre las otras monarquías españolas era manifiesto. Ni las monarquías son inmunes a la intromisión de los "paparazzi". Pero esos factores son circunstanciales si se tiene en cuenta el significado impagable del reinado de Juan Carlos, su papel como motor de la transición política y de la concordia nacional que quedó formulado por la Constitución de 1978.
Al final, solo eso importará, porque solo en lapsos breves se interrumpió la continuidad de la monarquía hispánica en los tres últimos siglos: 1808, 1868 y 1931. Si se quiere creer que la monarquía es un sistema simbólico ya obsoleto, la pervivencia de las monarquías europeas o la japonesa es una refutación muy clara. Es el valor histórico de la monarquía constitucional, que interconecta generaciones, territorios e identidades. Juan Carlos ha sido un Rey de todos. El Príncipe de Asturias también va a serlo.