Saludo final de don Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de CL, al cardenal Angelo Scola
Santa Misa con ocasión del VIII aniversario de la muerte de don Giussani y del XXXI aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de CL. Duomo de Milán, 12 febrero 2013Eminencia Reverendísima,
Al término de esta celebración estamos aún más asombrados por el gesto imponente e imprevisto del Santo Padre, que hemos acogido enseguida como testimonio de una plenitud tal de relación con Cristo que le permite a Benedicto XVI un increíble acto de libertad por el bien de la Iglesia. Es esta identificación con el Señor Resucitado y esta libertad lo que nos atrevemos a pedir para todos nosotros esta tarde.
Por eso, en un momento tan decisivo para la vida del pueblo católico, en nombre de todos los presentes deseo expresarle con mayor intensidad todavía mi alegría y reconocimiento por habernos acogido en el Duomo para dar gracias al Señor por la vida del Siervo de Dios don Giussani y por el aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación. A este agradecimiento añadimos el que experimentamos por el don de Benedicto XVI.
Deseo comunicar y compartir con todos la profunda conmoción por las palabras tan significativas que le escuché al Santo Padre en la audiencia que concedió el pasado 6 de febrero a los participantes en la Asamblea General de la Fraternidad Sacerdotal de los Misioneros de San Carlos Borromeo. Benedicto XVI quiso recordar allí su «verdadera amistad» con don Giussani: «Conocí su fe, su alegría, su fuerza y la riqueza de sus ideas, la creatividad de la fe» (Sala del Aula Pablo VI, 6 febrero 2013).
Son palabras que nos ayudan a cada uno de nosotros a mirar a la persona de don Giussani y su enseñanza con verdad, renovando cada día en la propia existencia, en particular en este Año de la Fe, la conciencia de haber recibido un gran don. De hecho, como vuestra Eminencia nos ha recordado en la Carta Pastoral Descubriendo al Dios cercano, «la fe cristiana es generada y alimentada por el encuentro con Jesús, verdad viva y personal: es respuesta a la persuasiva belleza del misterio más que resultado de una búsqueda inquieta, es confianza alimentada por el encuentro con el Señor más que una elección causada por la desconfianza en los recursos humanos y por una confusión que no encuentra otra vía de salida» (2).
«El acontecimiento del encuentro con Cristo nos ha marcado tan poderosamente que nos permite volver a comenzar siempre, después de cualquier error, más humildes y más conscientes de nuestra debilidad. Como el pueblo de Israel, podemos ser despojados de todo, incluso acabar en el exilio, pero Cristo, que nos ha fascinado, permanece para siempre» (J. Carrón, la Repubblica, 1 mayo 2012).
En un año marcado por no pocas pruebas y dificultades, que hacen que esté cada vez más viva la urgencia de una verdadera conversión, muchos miles de personas entre nosotros, al encontrarse con vuestra Eminencia en sus visitas pastorales por las parroquias de la Archidiócesis, en sus catequesis en el Duomo, en las distintas ocasiones de su magisterio dirigido a la cultura, al mundo del trabajo, a los jóvenes, han vuelto a vivir la experiencia de ese “Dios cercano”, que es compañero nuestro en el camino al Destino, la experiencia de la razonabilidad y la conveniencia humana de la fe en Él.
Por eso no podemos dejar de renovar la conciencia de que la gracia del carisma de don Giussani que hemos recibido está, a través de nuestra disponibilidad cotidiana, totalmente al servicio de la edificación de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, haciéndola presente en cada ámbito y circunstancia en que se juega el drama de la existencia humana, siguiendo el reclamo de vuestra Eminencia a todos los fieles ambrosianos: «Iluminados por una fe adulta, los cristianos no se sustraen al deber de proponer su experiencia y su visión acerca de las grandes cuestiones que nuestro tiempo está llamado a afrontar» (Descubriendo al Dios cercano, 12.4).
Ante la urgencia de este testimonio, siendo conscientes de nuestros límites y de la alegría de la vida nueva que recibimos siempre de Cristo al pertenecer a Su Iglesia, le pedimos, agradecidos por su paternidad, que nos bendiga, que nos guíe siempre y que nos acompañe en el camino arduo y fascinante de la existencia cristiana, en comunión con nuestros hermanos cristianos y al servicio del bien de todos los hombres, nuestros hermanos.
¡Gracias Eminencia!
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