Saludo final al cardenal Angelo Scola de don Julián Carrón (22 de febrero de 2012)
Eminencia Reverendísima:
En nombre de todos los amigos reunidos en este Duomo con ocasión del séptimo aniversario del dies natalis de don Giussani y del trigésimo aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación, permítame agradecerle de corazón habernos confortado e iluminado con Su presencia y enseñanza.
Es la primera vez que Usted, como Pastor de la Archidiócesis ambrosiana, preside y comparte con nosotros este gesto en el que, tomando parte en el sacrificio de Cristo, hemos ofrecido nuestra vida al Señor agradecidos por el don de don Giussani, a cuya persona está Usted inseparablemente unido, al igual que cada uno de nosotros, y cuyo genio educativo ha recordado Usted mismo con ocasión de su entrada en la Diócesis.
El motivo profundo de esta gratitud – y lo digo a partir de mi experiencia personal – está en el hecho de que don Giussani, afrontando con ardor incansable y profunda fascinación humana la aguda tentación, hoy dominante, de una fractura aparentemente insanable entre la fe y la vida, nos ha abierto la posibilidad (y en ella nos acompaña todavía) de vivir en el encuentro con Cristo un camino verdaderamente humano. Siguiendo su carisma, podemos comprobar cada día que la presencia del Salvador es la respuesta a esa necesidad de salvación que grita el «corazón de todo hombre en cualquier tiempo y lugar, por muy errático que sea su proceder a lo largo del camino de la vida», como Usted ha recordado en su intervención en el reciente congreso “Gesù nostro contemporaneo”.
En el mensaje dirigido al congreso, Benedicto XVI señalaba que «Jesús ha entrado para siempre en la historia humana y sigue viviendo en ella con su belleza y poder, en ese cuerpo frágil y siempre necesitado de purificación, pero también infinitamente colmado del amor divino, que es la Iglesia». No deseamos más que vivir con la Iglesia y para la Iglesia, y servir con todo nuestro ser, en filial obediencia a Usted y conforme a nuestras posibilidades, a esta Iglesia ambrosiana, donde el carisma de don Giussani floreció hasta dar frutos copiosos en todos los continentes. En particular, le aseguramos nuestra cercanía y plena disponibilidad en la inminente celebración del VII Encuentro mundial de las familias, que será bendecido con la visita del Santo Padre que peregrina a Milán para confirmar nuestra fe.
Por último, permítame dar a conocer en esta circunstancia festiva que, a través del postulador, he presentado a Vuestra Eminencia la petición de apertura de la causa de beatificación y canonización de Monseñor Luigi Giussani.
Que la Virgen – “fuente viva de esperanza” – nos ayude a ser cada día más dignos de las promesas de Jesucristo y de la gracia inmensa que hemos recibido y seguimos recibiendo a través del carisma de don Giussani.
Gracias, Eminencia.
Duomo de Milán, 22 de febrero de 2012
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