Saludo al Sr. Cardenal en la misa del XXXII aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de CL y acción de gracias por el siervo de Dios Luigi Giussani
Estimado Sr. Cardenal,
Cuando hace 60 años don Giussani subía los tres escalones de entrada al Instituto Berchet de Milán, empezaba una historia apasionante que ha marcado la vida de todos los presentes, incluidos muchos que ya no lo han conocido personalmente. La tradición cristiana que ha atravesado la historia a lo largo de los últimos dos mil años, nos alcanzaba entonces, en el carisma de don Giussani, de un modo persuasivo y fascinante. Empezaba así una fiebre de vida caracterizada por el deseo de comunicar, como los primeros discípulos, lo que habíamos encontrado.
Este último año ha estado marcado por el acontecimiento excepcional de la renuncia de Benedicto XVI y la elección de Francisco como sucesor de Pedro, dos signos potentes de la presencia incidente del Espíritu de Cristo resucitado en medio de nosotros.
En la audiencia que concedió a Julián Carrón hace cuatro meses, el Papa Francisco nos transmitió su preocupación fundamental: «que cada hombre, sea cual sea la situación en la que se encuentre, pueda ser alcanzado por el anuncio cristiano, por la misericordia y la ternura de Cristo». Comentando estas palabras, Julián Carrón nos pedía que acogiéramos el llamamiento del Papa a responder a las urgencias de este momento de la vida de la Iglesia y del mundo, teniendo en cuenta que nosotros hemos nacido sólo para esto: hacer visible lo esencial, es decir, a Jesucristo.
Celebrando la eucaristía en acción de gracias por la vida del siervo de Dios Luigi Giussani y en el trigésimo segundo aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación, queremos renovar nuestro deseo de ofrecer nuestra vida como «una ofrenda a Dios para que la Iglesia exista en nuestros cuerpos y en nuestras almas, a través de la materialidad de nuestra existencia».
Querido D. Antonio, queremos expresarle también todo nuestro agradecimiento por la paternidad y desvelo con los que, desde hace años, acompaña la vida de Comunión y Liberación en esta diócesis, expresión concreta del abrazo de nuestra madre la Iglesia al carisma de don Giussani. Con la misma concreción queremos responder ofreciendo la inteligencia de la fe, la caridad ardiente y la esperanza firme que hemos recibido de Cristo al servicio de la misión en medio de nuestro pueblo. Por ello ofrecemos esta eucaristía.