“Reducimos el cristianismo a un conjunto de doctrinas, por eso, deja de sorprendernos”
Economista, profesor de Antiguo Testamento en la Universidad San Dámaso y sacerdote, Carbajosa, subraya que el Papa “nos ayuda a entender que la ley de la vida es la caridad”, por lo que “no es algo que se ejerce de vez en cuando, sino que forma parte de la naturaleza humana”, y recuerda la Doctrina Social de la Iglesia sobre que “no es verdad que el mercado se regule solo”. Para el responsable de CL, no se trata de acentuar -“aunque esas distinciones sean justas”- cuando habla o no ex cátedra el Papa, sino “si reconocemos o no que el papa Francisco es una iniciativa del Espíritu Santo que nos saca de nuestro aburguesamiento, de nuestros esquemas, como hacía Jesús con sus discípulos.”
Como responsable de Comunión y Liberación en España, ¿qué es lo primero que le sorprende del pontificado del papa Francisco?
La primera sorpresa fueron ya sus primeras palabras, cuando nos hizo rezar a todos desde el balcón de la plaza de san Pedro. Con sus gestos “hace suceder” el cristianismo. Se mueve como si fuera el apóstol Pedro recién desembarcado en Roma desde Palestina, con la novedad del inicio.
Dentro de la Iglesia, hay quienes sospechan de su insistencia en las cuestiones sociales por encima de los aspectos doctrinales. ¿Subyace en estas posiciones el miedo a la pérdida del protagonismo doctrinal y, con ello, el poder, al que alude el Pontífice?
Benedicto XVI, dirigiéndose a sus alumnos, decía que nosotros no poseemos la verdad sino que la verdad nos posee. Los discípulos de Jesús no poseían una verdad; tenían delante a un hombre que les poseía, porque eran atraídos por Él. Nuestra débil naturaleza tiende a reducir la verdad cristiana a las doctrinas y dogmas que, de un modo justo, se han ido acuñando con el tiempo. Reducimos el cristianismo a un conjunto de doctrinas y no a algo vivo y, por eso, deja de sorprendernos. Afortunadamente, esa reducción no está a la altura de nuestro corazón, que desea una relación viva. Una posición que cristaliza en doctrinas y teorías, y que no está delante de una presencia viva, normalmente es violenta, tiene que defenderse o degenera en relaciones de poder.
En la Exhortación Evangelii Gaudium, el Papa dedica un capítulo entero a la “Dimensión Social de la Evangelización”, por ejemplo, en lo relativo a que asumamos “la opción preferencial por los pobres”, que no es dedicar ocasionalmente un tiempo a la caridad. ¿Qué opina al respecto?
La expresión “opción preferencial por los pobres” desconcierta y escandaliza. Parece desproporcionada. Es la misma impresión que tenían los que escuchaban a Jesús describiendo el amor del Padre a través de la parábola de la oveja perdida. Como ya estamos acostumbrados a oírla, asentimos, pero si lo pensamos fríamente ¿cómo vamos a dejar las 99 e ir detrás de la descarriada? ¡Podríamos perder un montón de ovejas! Jesús nos dice que el Padre tiene una opción preferencial por el necesitado. En realidad es el único con capacidad de preferir a todos y cada uno de nosotros, necesitados. Para nosotros resulta imposible. En este sentido, es profundamente cristiano hablar de una opción preferencial por el necesitado. Sólo se auto-excluye aquel que no se siente necesitado. Jesús estaba con estos necesitados, es decir, con aquellos que le necesitaban, fuera cual fuera su naturaleza. En nuestra sociedad estamos rodeados de necesitados de todo tipo. Este Papa nos está ayudando a entender que la vida tiene una ley que se llama amor o caridad. Por lo tanto, si es una ley, no es algo que se ejerce de vez en cuando, sino que forma parte de la naturaleza humana y no sólo del cristiano. Por esa ley, y en la medida en que me doy, crecen mi fe y mi humanidad. Que la Iglesia recupere esta verdad, que se abra con gestos a ella, es un bien para todos nosotros y para esos pobres.
Incluso, el Papa va más allá y apunta a que hay que trabajar por las reformas estructurales que faciliten el acceso a los bienes necesarios para vivir dignamente. Hace una década esto hubiera sonado a “rojo” total, ¿no le parece?
También en su día Juan Pablo II sonó a “rojo” con la Laborem Exercens y un magisterio social no precisamente favorable al capitalismo salvaje. La doctrina social de la Iglesia dice que no es verdad que el mercado se regule solo, porque el hombre dejado a su instintividad degenera en egoísmo y muchas de nuestras estructuras económicas están preñadas de injusticia.
Por la dinámica de la Encarnación, los cristianos estamos llamados a entrar en la realidad con una medida y creatividad nuevas, nunca con la fuerza. Viviendo la fe con inteligencia se crean nuevas relaciones económicas. Lo vemos dentro de la Iglesia en el modo distinto de vivir la empresa, la familia, el trabajo... Por ejemplo, que existan familias que quieran acoger a niños, que les amen, lleva a que también le cueste menos al Estado pagar a empleados y edificios para esa labor. Esa medida nueva la ha introducido Cristo en el mundo.
En el capítulo final de la Exhortación, el Papa subraya que “no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón”.
Estas dos posturas son siempre una tentación en nosotros y en las realidades eclesiales, y son dos formas de reducir el cristianismo: algo que yo puedo controlar (una actividad) o una devoción (reglada) con una serie de preceptos a cumplir. ¡Esto es tan viejo como el Evangelio! ¿Cómo vencían los discípulos estas dos tentaciones?: viviendo con Jesús. Cuando volvían encantados de la misión, Jesús les corrige: “No os alegréis por los resultados (porque habéis triunfado pastoralmente) sino porque vuestros nombres están escritos en el cielo”. Pensemos en cómo sonó a oídos de los sacerdotes del tiempo de Jesús, que vivían ese espiritualismo legalista, la parábola del Buen Samaritano, en la que hay un sacerdote que iba al templo y da un rodeo para no contaminarse con el hombre herido.
Aparte de los laicos, el Papa también “zumba” a obispos, sacerdotes y religiosos a que sacudan su aburguesamiento y evangelicen en “las periferias existenciales”. ¿Por qué nos cuesta tanto convertirnos?
Parto de algo que siempre digo a mis alumnos de Antiguo Testamento en la Universidad san Dámaso. A nosotros nos encanta la dinámica de la Encarnación: el Misterio finalmente desvela su rostro y se puede tocar, saliendo al encuentro de un deseo que la Humanidad ha cultivado durante siglos. Pero que el Misterio se haga carne implica empezar a seguirle de modo concreto, como vemos en los evangelios y, por tanto, salir de uno mismo.
A Jesús un día se le ocurrió decir: “Mañana me voy a Jerusalén”. Uno se podía quedar en casa o seguirle, pero las cosas cambiaban según la decisión. En este caso, seguir al Misterio hecho carne implicaba coger la mochila e irse con él a Jerusalén. Es paradigmático el momento en el que Pedro reconoció a Jesús como el Hijo de Dios. Jesús se llenaría de gozo. Un instante después, Pedro ya estaba reduciendo: “no te preocupes, Jesús que tú no sufrirás porque yo no lo voy a permitir”. Jesús tuvo que corregirlo: “apártate de mí Satanás”. Resistirnos a convertirnos nos ocurrirá siempre y lo que pido a Dios es que nos conceda continuamente personas como el Papa que nos empujen con su misma presencia a salir de nosotros mismos.
El Papa subraya en el último capítulo, “Evangelizadores con espíritu”, que “la Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración” porque sin esto “las tareas fácilmente se vacían de sentido (…) y el fervor se apaga”.
En esta exhortación, el Papa nos dice que –como para los discípulos- lo único que nos satisface es que Cristo sea real y que yo me deje tocar por algo que está fuera de mí. Francisco dice que está muy preocupado con el tipo de asistencia que damos a los pobres en las instituciones católicas, porque los pobres tienen un sentido religioso a flor de piel -¡están en la calle necesitados!- y no les basta con que les den un trozo de pan: necesitan el abrazo, necesitan alguien que les diga “tu vida es importante, es bueno que tú vivas”. Esto los pobres lo entienden perfectamente.
Pienso ahora en la experiencia del Banco de Solidaridad (voluntarios que llevan cajas de comida a las casas de las personas necesitadas). ¡Qué diferente es que un pobre vaya a la puerta de Ayuntamiento para que un funcionario le dé comida a que dos personas vayan a verle a casa, le miren a los ojos, establezcan con él una relación y jueguen con los hijos! Además de los alimentos, esas personas le llevan la mirada de Cristo sobre él. Esto hay que decirlo muy alto: el espiritualismo y el dualismo “toman el pelo” porque no llegan al corazón de las personas, a nuestra verdadera necesidad.
Hay quienes en la Iglesia recuerdan de forma taimada sobre cuándo hablan ex cátedra los Papas, y hay que seguirlos, y cuándo es opinable lo que dicen, con lo que inhabilitan la actuación del Espíritu Santo que sopla “donde y como quiere”, como en este pontificado.
Esas distinciones son justas (el mismo san Pablo distingue entre las tradiciones que le vienen del Señor y aquellas opiniones que son suyas) y hay que mantenerlas. Pero el problema es otro: es si reconocemos o no que el Papa Francisco es un iniciativa del Espíritu Santo que nos saca de nuestro aburguesamiento, de nuestros esquemas, como hacía Jesús con sus discípulos. Y aquí cada uno debe decidir: el movimiento del Espíritu debe ser interpretado, se abandona a nuestra libertad, como hacía el mismo Jesús, que nunca se imponía. Cuando el Señor dijo que se iba a Jerusalén, no les dijo a los discípulos que esa actividad fuera “dogmática” o absolutamente necesaria para que le entendieran. ¡No!; lo dejaba a su libertad. Ellos tenían que decidir y decirles a sus mujeres que se iban unos días a Jerusalén o que se quedaban en casa.
Francisco encandila a los medios de comunicación, ¿a qué cree que se debe esta actitud de los medios por comunicar al Papa, muchas veces esquivos o críticos con las posiciones de la Iglesia?
Esta es una pregunta que deberíamos mantener abierta, sobre todo los católicos y, especialmente, los periodistas católicos. ¿Cómo es posible que estos medios de comunicación, que normalmente son enemigos, se abran a lo que dice el Papa? ¿Qué es lo que ven en él? Luego podrán ser parciales, y muchas veces lo serán, pero hay un primer movimiento por el que quedan impactados (nombrarle Hombre del año en Time, por ejemplo). Si vamos al Evangelio, leemos que “se acercaban a Jesús publicanos y pecadores”. A los fariseos les escandalizaba y, de hecho, acusaban a Jesús porque comía con ellos. ¿Qué tenía Él que no tenían los fariseos y escribas que cumplían todas las normas y que seguían la Ley?, ¿qué tenía para que le siguieran los pecadores? Del mismo modo ¿qué tiene el Papa para que le sigan? ¿Y qué necesitamos nosotros para ser como los publicanos y pecadores que no dudaban en seguirle?
El Santo Padre nos zarandea para empujarnos a evangelizar y alcanzar así la alegría, pero no nos fiamos en el fondo de que darlo todo nos colmará de plenitud, ¿cuál es su experiencia en este sentido?
“Experiencia” es una palabra decisiva que usa varias veces el Papa. Necesitamos hacer experiencia de que es un bien salir de uno mismo y empezar a seguir a Cristo, una presencia real que tengo delante. En el camino que hago dentro de la Iglesia, con mis hermanos cristianos, me interesa que me “toquen las narices”, que me lleven la contraria, que me corrijan, aunque me pueda enfadar (corregir es exponer otra perspectiva, a veces con el mero ejemplo, ir más allá de lo que uno dice), como hacía Jesús con los discípulos. Esto me ayuda a no encerrarme en mis esquemas, mi carácter o mis ideas. Por eso, este Papa es aire nuevo, porque nos ayuda a entender esto cuando alude a que prefiere una Iglesia accidentada a una encerrada. ¡Abramos las puertas porque Jesús está llamando! Esto tiene sus riesgos –es normal tener miedo-, pero me conviene verificar en mi experiencia que saliendo de mí mismo, de mis seguridades, lo que encuentro es de tal novedad, potencia y capacidad de cambio, que digo: ¡esto me interesa!