Otro suicidio en Corea
La noticia del suicidio de Choi Jin Sil (una de las actrices más famosas de Corea del Sur) ha sorprendido a todo el país. Los periódicos y la televisión echan la culpa a la campaña de difamación on-line que estaba sufriendo. Otro episodio que nos recuerda que en Corea el suicidio ocupa el cuarto puesto en la lista de las principales causas de muerte en 2007. Estamos sin palabras y estos hechos parecen invitarnos a la resignación o a una instintiva rebelión.
Los expertos tratan de explicar qué está sucediendo en la sociedad coreana. Según las estadísticas sobre suicidios, las principales causas son las dificultades económicas, el estrés laboral, los problemas sentimentales y las relaciones. Algunos simplifican el suicidios afirmando que se trata, en la mayoría de los casos, sencillamente de una enfermedad mental.
Sin embargo, incluso el análisis más cuidado y profundizado sobre los orígenes del suicidio sigue siendo incapaz de tranquilizarnos.
Seguimos pensando que en todo eso hay algo de inhumano. Porque quitarse la vida no es lo natural.
Nada es más inhumano que un hombre o una mujer que se quita la vida, porque eso significa negar que somos hechos por Otro. Por eso, a la pregunta “¿por qué un hombre o una mujer decide matarse?”, no se puede responder sólo con una investigación científica. Esta respuesta no nos basta. Creemos que el suicidio es al mismo tiempo trágico e inútil porque no resuelve el problema: la pregunta sobre el sentido de la vida permanece, es más, se intensifica.
Nosotros los hombres llevamos dentro esta pregunta sobre nuestro origen, nuestro destino, el significado de nuestra vida. Como todas las preguntas, también esta tiene respuesta, y se puede encontrar en una compañía que nos reclama al sentido de la vida, y que nos hace vivir la esperanza que no defrauda, esa misma esperanza de la que el Papa Benedicto XVI ha escrito en su última encíclica.
Como los discípulos que siguieron a Cristo, también nosotros queremos seguir a esta compañía que da un sentido a nuestra vida.
Con confianza, pedimos a María, madre de la Esperanza, que proteja a aquellos que han rechazado la posibilidad de la esperanza, a sus familias y a sus amigos.