Oasis: cristianos y musulmanes modernos
La noche es calurosa y húmeda. Es el verano de Milán. Pero el patio del Museo Diocesano de la ciudad es acogedor. Muchos de los comensales de la cena que acaba conocen los rigores del desierto, así que no se quejan. Concluyen dos largas jornadas de trabajo de Oasis, la fundación que hace diez años creó el cardenal Scola.
Rifa´t Bader, un jordano, se levanta a los postres y explica que va a cantar una canción de los cristianos de su tierra. Enseña a todos el estribillo. La fiesta tiene pronto las notas de los beduinos, la guturalidad del árabe que se considera más puro. En su mesa se sientan un profesor estadounidense de origen turco, otro profesor armenio, un libanés, varios egipcios y un español. En la mesa de al lado un iraní y en la de más allá un saudí. No faltan pakistaníes, indios, nigerianos. Personas, muchas de ellas, con altas responsabilidades en sus países de origen.
Todos los asistentes siguen a Rifat. También los musulmanes y los agnósticos. Una extraña fiesta si se piensa que en Siria chiítas con apoyo de Irán combaten con suníes con el respaldo de Arabia Saudí, si se recuerda que en el Líbano está a punto de estallar una Guerra Civil, que en Egipto puede suceder otro tanto, que el nacionalismo hindú asfixia la modernización o si se recuerdan las iglesias destruidas de Nigeria. Una extraña celebración si se tiene presente que Turquía arde en protestas o que muchos cristianos se encuentran perplejos ante la secularización o que el islam sufre una crisis epocal, escindido entre una religiosidad sincera y los proyectos identitarios. ¿Qué festejan los miembros del comité científico de Oasis? ¿Cantan inspirados por un buenismo ecuménico?
Cualquiera que haya seguido la actividad de Oasis desde 2003 sabe que esta obra de Angelo Scola tiene las manos bien metidas en la masa de la historia. Su vocación es precisamente comprender y aportar luz al gran proceso de mestizaje de civilizaciones que se está produciendo en el comienzo de siglo. La última sesión, que se celebró durante el 17 y 18 de junio en Milán, ha sido un buen ejemplo de ese esfuerzo por entender y acompañar a los pueblos y a las gentes en tiempos dolorosos para muchos, perplejos para todos. Eso sí, siempre desde una hipótesis. Muy conscientes de que el mundo arde, el tema propuesto a los asistentes –en los últimos años se ha formado un grupo de trabajo que cuenta “con lo mejor de cada casa”– era “Cristianos y Musulmanes, entre el secularismo y la ideología”. Un tema decisivo cuando, dos años después de que se iniciaran las revueltas en los países de mayoría musulmana, muchos presentan el fenómeno religioso como una amenaza para las aspiraciones democráticas y siguen proponiendo el modelo occidental de cierta ilustración laicista como la única solución al reto de la modernización. “El problema no es el secularismo –apunta Christine Amjad, directora del Christian Study Centre de Pakistán– sino la cuestión de la identidad. Estamos viendo cómo se afirma la identidad para negar la identidad del otro”. “La religión se está instrumentalizando en Marruecos –añade el profesor Hassan Rachik de Casablanca– desde los años 90 del pasado siglo. Antes no era así, antes se reconocía como religión nacional el judaísmo y el islam”.
Pero la posible instrumentalización ideológica del islam que intentan algunos regímenes no ha ganado definitivamente la batalla. Es lo que asegura Tewfik Aclimandos, investigador del Collège de France, que vive entre París y El Cairo y que conoce muy bien a los políticos y al ejército egipcio. “En Egipto sería difícil que la mayoría de la gente –señala–, incluida las clases medias y las nuevas generaciones, aceptaran un Estado laico como lo entendemos en Occidente. Quieren referencias religiosas, quieren que se pueda pecar –por ejemplo bebiendo vino– pero que quede claro que beber es pecado”. “Eso es muy diferente a que apoyen el proyecto de islamización y de aplicación de la sharía que pretenden los Hermamos Musulmanes (ahora al frente del país). A los Hermanos Musulmanes les ha pasado lo que a Mubarak, tienen el poder pero han perdido el control cultural”, concluye Tewfik. Modernidad y democracia, pero religiosa, desde dentro del islam. Eso según Hakan Yavuz, profesor de origen turco, afincado en Estados Unidos, es lo que le ha dado éxito a Erdogan. “Aunque la alianza entre islam turco y progreso económico que a muchos les ha dado un gran nivel de bienestar no ha satisfecho a muchos jóvenes que ahora salen a la calle porque se les ha ofrecido un modelo demasiado materialista”, añade Yavuz.
¿Está entonces el islam preparado para desarrollar esa modernidad religiosa? Samir Khalil Samir, profesor en la Universidad de San José de Beirut, tiene sus dudas. Samir está convencido de que el islam vive un momento de crisis por haber dejado de lado la interpretación histórico-crítica de los textos del Corán.
Pero la reflexión crítica no se dirige sólo hacia el islam. El propio cardenal Scola señala que los cristianos no han afrontado todavía, en gran medida, el reto de un mundo moderno y plural. “Todavía se ha entendido poco el significado que tuvo el diálogo entre Habermas y Ratzinger. Tenemos que aprender a traducir nuestra experiencia en un contexto plural, construyendo una narración que sea comprensible en un mundo laico. En los últimos días hemos tenido un ejemplo positivo en el modo en el que los católicos franceses se han manifestado contra el matrimonio homosexual. Han tenido la capacidad de expresarse de un modo comprensible, han ido más allá de la protesta y han acogido otras sensibilidades. Tenemos que saber recoger la pregunta del otro”.
El cardenal Scola recoge las dos sesiones de trabajo. Frente a quien ve en el secularismo, que elimina del espacio común lo religioso, la respuesta al desafío de la modernidad, señala la que considera una tarea prioritaria: mostrar la auténtica experiencia de fe y su pertinencia a la construcción de la ciudad común. Una experiencia religiosa auténtica, sea cristiana o musulmana, que no renuncia a su verdadera identidad, hace bien a la democracia.
Rifa´t entona un último canto beduino. Lleno de belleza y de nostalgia. La luz de junio se agota despacio en la lenta noche milanesa que parece no querer llegar. Un extraño grupo de hombres y mujeres, muy conscientes de los dolores de su mundo, festejan la potencia de una razón que camina con la fe. Oasis.