Nota de Comunión y Liberación sobre la situación política de cara a las próximas citas electorales en Italia
Con motivo de la actividad política de estos meses, en Italia los medios de comunicación siguen poniendo en tela de juicio el nombre de Comunión y Liberación, suponiendo divisiones y posiciones enfrentadas dentro del movimiento a propósito de las próximas convocatorias electorales.
En primer lugar, queremos reiterar lo que ha sido siempre la naturaleza de CL y que en este momento resulta particularmente evidente: la unidad del movimiento no coincide con una homologación política, ni mucho menos se identifica con una opción partidista, sino que está vinculada a la experiencia original de CL (en ese sentido, es una unidad que viene antes que cualquier opinión o cálculo, por legítimos que sean): una ayuda para vivir y testimoniar la fe como algo pertinente para las exigencias de la vida. Es con tal experiencia con la que cada uno de los miembros del movimiento tiene la posibilidad de compararse, sea cual sea su papel en la sociedad.
En segundo lugar, a la luz de esta preocupación fundamental, el compromiso político en sentido estricto afecta a la persona que lo asume y no a CL en cuanto tal. Por su parte, el movimiento mira con simpatía a quienes, de entre sus miembros, deciden asumir el riesgo de una implicación política; y espera que extraigan continuamente de la educación recibida, y en continuidad con el magisterio eclesial, los criterios ideales para comprometerse en favor del bien común, de la libertad de la Iglesia y del bienestar, también material, del país, asegurando con su misma presencia en las instituciones las condiciones de una democracia real, es decir, de la libertad expresiva y asociativa de las personas y de las formaciones sociales. De este modo se cumpliría el deseo de Benedicto XVI: «Los cristianos no buscan la hegemonía política o cultural, sino que, allí donde se comprometen, son movidos por la certeza de que Cristo es la piedra angular de toda construcción humana. (...) La contribución de los cristianos es decisiva sólo si la inteligencia de la fe se convierte en inteligencia de la realidad, clave de juicio y de transformación» (21 de mayo de 2010).
A mediados de los años sesenta, en un momento también problemático para la vida civil italiana, don Giussani formuló algunos juicios que pueden representar aún hoy una contribución para vivir como cristianos en los diversos ámbitos de la sociedad, también en la política:
1. «El primer nivel de incidencia política de una comunidad cristiana viva es su misma existencia, pues ésta implica un espacio y unas posibilidades de expresión»; ésta, «por su propia naturaleza, no requiere la libertad de vivir y de expresarse como un privilegio particular, sino como el reconocimiento para todos del derecho a esa libertad. Así que, por el solo hecho de existir, si son auténticas, las comunidades cristianas son precisamente garantes y promotoras de democracia sustancial». En este sentido, «la multiplicación y el crecimiento de comunidades cristianas vitales y auténticas no puede dejar de impulsar el nacimiento y desarrollo de un movimiento, cuyo influjo en la sociedad civil tiende inevitablemente a ser cada vez más relevante; la experiencia cristiana se convierte de este modo en uno de los protagonistas de la vida civil, en constante diálogo y confrontación con todas las demás fuerzas y las demás presencias que la componen».
2. «Una comunidad cristiana vive en constante relación con el resto de los hombres, cuyas necesidades comparte totalmente, y junto a los cuales participa de los mismos problemas. Por la profunda experiencia fraternal que se desarrolla en ella, la comunidad cristiana tiende necesariamente a tener sus propias ideas y su propio método para afrontar los problemas comunes, tanto teóricos como prácticos, que puede ofrecer como específica colaboración a todo el resto de la sociedad en la que vive».
3. «Cuando se pasa de la fase de solicitación y animación político-cultural a la militancia política propiamente dicha, ya no es la comunidad en cuanto tal quien se compromete sino las personas, quienes, bajo su propia responsabilidad, aunque formadas en la vida concreta de la comunidad misma, se comprometen a buscar instrumentos adicionales de incidencia política, tanto teóricos como prácticos». Por tanto, «no es en absoluto correcto ni leal el uso que se ha extendido en muchos medios de llamar “candidatos de CL” o “concejales de CL” a los militantes de nuestro movimiento que se han comprometido directamente en las campañas electorales y, en general, en la militancia política, como tampoco – menos aún – es correcto llamar “líderes de CL” a los dirigentes de las agrupaciones constituidas para ese fin».
Giussani concluía, por lo tanto, que «hay entre todos nosotros en cuanto CL, y nuestros amigos comprometidos en el Movimiento Popular y en la DC, una distancia crítica irrevocable», y que «si no fuera así, es decir, si cualquier realización, por el solo hecho de haber sido promovida por personas de CL (...) llegara a ser automáticamente “del movimiento”, la experiencia eclesial terminaría por ser instrumentalizada, y las comunidades acabarían sirviendo de pedestal o cobertura de decisiones y riesgos que no pueden ser más que personales» (L. Giussani, El Movimiento de Comunión y Liberación. Una entrevista en dos tiempos realizada por Robi Ronza, Encuentro, Madrid 2010, pp. 121-124).
Estas indicaciones de don Giussani, propuestas por del fundador de CL hace casi cuarenta años, resultan más actuales que nunca en el panorama político italiano de estos meses y, por tanto, representan el juicio más lúcido y sintético con el que podemos mirar la evolución de las iniciativas políticas y las propuestas que nacerán de ellas en las próximas semanas.