Mucho más que "votar bien"
Las elecciones generales que se celebran el próximo domingo en España podrían tener como banda sonora la gran canción de Bob Dylan "The Times they are a-changin" (1963). La invitación está en pie. “Come writers and critics/who prophesize with your pen/and keep your eyes wide” (Venid escritores y críticos, los que profetizáis con vuestra pluma y tened los ojos bien abiertos).
La aparición de nuevas formaciones ha provocado que la campaña sea mucho más interesante que otras veces. No es tan fácil instalarse ya en esa pereza ideológica que evita la complejidad y que se queda tranquila con las soluciones simplistas. Hay cierta apertura para distinguir, entre los blancos y los negros, los grises. Por primera vez en mucho tiempo se siguen con interés los debates de los políticos y se habla de las propuestas de los diferentes partidos. Hay conversación.
Parece que Comunión y Liberación se ha querido sumar a este proceso con el manifiesto que ha hecho público con motivo de los comicios. Se titula "La persona en el centro de la política". El pasado mes de marzo el Papa Francisco le hizo algunas sugerencias a este movimiento eclesial. Una de ellas, formulada con palabras de Luigi Giussani, su fundador, recordaba que “el cristianismo no se realiza jamás en la historia como fijación de posiciones que hay que defender, que se relacionan con lo nuevo como pura antítesis; el cristianismo es principio de redención, que asume lo nuevo, salvándolo”. El texto, a lo mejor, surge de esta indicación.
Se vuelve a hablar de casi todo. Quizás por eso los de CL aseguran que “estamos ante una ocasión privilegiada para reflexionar sobre las cuestiones más acuciantes que afectan a nuestra sociedad”. No han querido los "cielinos" limitarse a indicar criterios de voto. Hubiera sido legítimo (de hecho, el manifiesto incluye varios), pero más propio de otro tiempo y seguramente menos rico. Entre líneas parece intuirse el deseo de asumir el inicio de conversación nacional y proponer algunos contenidos propios de su experiencia. Seguramente este enfoque es lo que Francisco llama “abrir procesos y no ocupar espacios”. Ya veremos en qué acaba.
Una realidad católica podría indicar directamente un voto o seleccionar algunos criterios que, de forma indirecta, permitieran entender a qué formación considera conveniente votar. Se podría argumentar, por ejemplo, que una mayor tutela de la libertad de enseñanza hace conveniente en este momento apoyar al PP para mantener las obras educativas de la comunidad cristiana. Quizás eso permitiría ganar más seguridad. Pero serían mucho mayores las desventajas que las ventajas. Se podría perder algo que la Iglesia española hizo bien en la transición: no recomendar un voto concreto (y la oportunidad de educar en la responsabilidad personal, también en política). Se podría perder la conciencia de que la seguridad no la proporciona el poder político sino lo nuevo que se pone en la sociedad. Se perdería, sin duda, independencia. Estamos en España. Los católicos ya han sufrido demasiados abrazos de muy diversos osos a los que hay que añadir los osos europeos (occidentalismo en los años de la postguerra, progresismo de los 70 y 80, liberalismos de comienzos de siglo…). La España de estos años no es como la de hace una década, o la de hace tres años. La apertura religiosa está en la izquierda y en la derecha, en el centro, abajo y arriba. Identificarse con un partido es perder capacidad de apertura, perder “capacidad de diferencia”. La cuestión toca el corazón de qué se entiende por una presencia cristiana. Algo que se ha dado por supuesto en demasiadas ocasiones. Giussani, el fundador de CL, decía que la “Iglesia es un testimonio no porque cree una red de escuelas, no porque tenga un canal de televisión sino porque es una realidad distinta a las demás”.
¿Qué es lo distinto que CL quiere introducir en este proceso nuevo que vive España? Tendrán que decirlo sus miembros. Al lector de a pie le llaman la atención de este manifiesto tres sugerencias. Los de Comunión y Liberación quieren hablar de la cuestión del sentido. Afirman que la cuestión del significado, largamente censurada, es una categoría política, la gran categoría política, la más concreta, la que determina todo. Propuesta sin duda arriesgada porque la cuestión religiosa, formulada de un modo muy diferente a como se ha formulado en la historia reciente del país, se presenta como la que explica los grandes problemas. “Hablemos de todo, hablemos también de lo que hay dentro de todo”, parecen decir los de CL. No es sin duda una sugerencia de partido. De la primera categoría se deducen otras dos: la capacidad de valorar al otro como un bien y el protagonismo social. Un protagonismo que se ha hecho evidente durante la crisis.
Coda. En el manifiesto se menciona la corrupción, la subsidiariedad, el clamor de los pobres, la sostenibilidad ambiental, la reforma de las instituciones, la libertad de educación… numerosos criterios de voto que dejan la cuestión abierta. Parece que les ha gustado la complejidad.