Mensaje de Julián Carrón a la familia y a todo el movimiento tras la muerte de Marcos Pou
Queridos amigos:
«Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos». Son estas palabras de San Pablo las primeras que me han venido a la memoria cuando he recibido con consternación la noticia de la muerte de nuestro querido Marcos. No creo que podamos encontrar otras más apropiadas para describirle. Quienes hemos tenido la dicha de conocerle hemos visto que no vivió para otro sino para el Señor. Su alegría desbordante tenía su origen en Él. Y su muerte no ha sido otra cosa que morir para el Señor. Nosotros no podemos mirar la vida y la muerte de Marcos sin tener ante nuestros ojos que “para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos”. El que ha sido Señor de su vida, es ahora Señor de su muerte. Participando de la muerte de Cristo, Marcos participa ahora de su resurrección, de la compañía de quien fue todo en su vida y que ahora nadie le podrá arrebatar. No lo podremos disociar en nuestra memoria de Cristo, de cuya plenitud ya vive. El desgarro que sufrimos por su alejamiento no podrá prevalecer sobre la felicidad de que Marcos goza en la compañía de su amigo del alma, Cristo. Su dicha acabará por vencer nuestra pena, haciéndonos entender la ley de la existencia cristiana: “En la vida y en la muerte somos del Señor”. La memoria de Cristo es el único bálsamo para una herida tan profunda. Sostengámonos los unos a los otros, amigos, en esta memoria.
Un fuerte abrazo,
Julián Carrón