Los chicos que agradecen que se les exija
Hace 36 años se abre en Pesaro, Italia, un centro para ayudar a adolescentes a salir de la dependencia de las drogas: L'imprevisto.
Su presidente, Silvio Cattarina, es un sociólogo y psicólogo de los inquietos y luchadores. Él antes trabajaba en un centro de desintoxicación con personas adultas, y decide en el año 90 comenzar esta cooperativa tras darse cuenta de que el drama de las drogas había que atajarlo con un método educativo concreto y desde una edad temprana.
¿Y a nosotros qué? Veamos.
Hemos preguntado a Mónica Fontana, profesora de la Facultad de Educación de la UCM, que conoce de cerca el centro, cuáles son los aspectos educativos fundamentales y qué podemos aprender de él. Lo tiene claro: confianza en los chavales, respeto a la norma, sana relación con el pasado, cultivar la palabra escrita y hablada, y la exigencia. Muy alta.
"Estás hecho para algo grande"
Cuando un chico llega nuevo al centro, Silvio lo coge, y le dice: "Mira, me han informado muy bien. Sé quién eres, sé todo lo que has hecho, y no me importa. Lo que yo quiero es que entre nosotros pase algo grande, porque tú estás hecho para algo grande". Darle a un chaval una medida distinta sobre él mismo es la grandeza del acto educativo. Ya decía Pedro Salinas que educar es repetir a menudo estos versos: Perdóname el dolor, alguna vez. Es que quiero sacar de ti tu mejor tú. Ese que no viste y que yo ya veo. La exigencia es sinónimo de confianza: te pido porque sé que puedes. Si quieres.
"Por fin he llegado a un lugar donde me controlan"
El aspecto normativo cuando llegan al centro es uno de los más duros para los chicos, acostumbrados a hacer lo que quieren en cada segundo. El perfil de la mayoría de las familias no es el de abandono o dejadez, sino todo lo contrario: hiperprotección e hiperpermisividad.
El comentario de los chicos a lo largo del proceso es "por fin he llegado a un sitio donde me controlan", donde no puedo dar rienda suelta a lo que me apetece a cada instante, ni me dejan huir fácilmente ante los retos de la vida. Impresiona escuchar esto de jóvenes a los que se les han prohibido los vínculos con todo lo que les hacía sentirse seguros: las drogas, los móviles, los "compañeros de faena" o hablar al principio con su familia sólo 10 minutos a la semana.
La profesora Fontana cuenta cómo le enseñaron un armario de una habitación al azar, y estaba perfectamente ordenado. Pero perfectamente. Y cómo el huerto y el jardín estaban también perfectamente cuidados. Por ellos. Para Silvio Cattarina la belleza educa, y forma parte de este aspecto normativo vivir en un lugar bonito y ordenado por ellos mismos.
"Uno tiene la tentación de sentir pena"
Los educadores y psicólogos cuentan que el pasado para estos chicos cuando llegan al centro pesa mucho, es un verdadero lastre. Los chicos cuentan cómo, al pasar por la puerta exterior del centro (¡cada día!) tienen ganas de huir, de escaparse, aunque a la vez reconocen que lo mejor sería quedarse. ¿Quién no ha tenido alguna vez ese sentimiento?
Y ante ese dolor y debilidad, un educador, un padre, tiene la tendencia de sentir lástima y condescendencia. Pero no. "Cuanto uno más ha sufrido, más le tienes que exigir, porque pedirle más es la manera de reconocer a alguien que tiene un valor" - dicen los educadores del centro.
"Uno no es capaz de narrarse a sí mismo si no sabe quién es"
Una técnica concreta que ayuda a empezar una vida nueva tras dos años en el centro, es el trabajo mediante la palabra. Oral y escrita. Todos los días los chicos hacen dos asambleas, una por la mañana y otra por la tarde. En ellas comparten los desafíos que están teniendo y aprenden a narrar su historia mientras se ayudan, de la mano de los educadores. También aprenden a "escribirse". Cada 15 días trabajan unos puntos distintos ("i punti" dicen ellos) que tienen que ir escribiendo, y que entregan después al educador de referencia. El trabajo gira en torno a: la relación consigo mismos, con la realidad y los otros, y con el pasado. Siempre este trabajo se hace desde el ahora, que es la única posibilidad de cambio. Nos cuenta la profesora Fontana, con asombro, el cambio radical de los primeros escritos a los últimos: "cómo la narración se hace en tono positivo, la capacidad que van teniendo para leer su experiencia, y la gran esperanza que tienen frente al futuro y cómo narran la importancia de hacer sacrificios por bienes mayores".
¿Y nuestros hijos y alumnos?
Las familias de estos chicos hacen también un largo proceso de aprendizaje yendo mensualmente al centro, para reconocer primero lo bueno que es para sus hijos, y para compartir un mismo criterio educativo después. ¿Cuántas veces hemos dado por perdido a un alumno? No importa si social o académicamente hablando. ¿Cuántas veces cedemos a decir que es imposible que un chaval cambie? ¿Por qué tenemos miedo a la exigencia en la familia y en la escuela?
Suele ocurrir que sólo cuando el educador ha experimentado antes esa otra medida, ese listón que otro nos pone, será capaz de "ver ese tú, que el niño no ve, pero que él ya ve".