Lo primero
Lo segundo es el horror. Que el mal de una persona no se detenga ante un niño – que es inocente, que es vulnerable, que es tierno, que lo espera todo de todos – revela una fisura en este mundo a la que es imposible mirar directamente sin terror. ¿De qué clase de locura están hechos, de qué maldad de cuento de Perrault, cuánto de ellos hay en cada uno de nosotros, cuánto de culpa y cuánto de fatalidad enferma? Si hay conciencia y el valor de no desviar la mirada, lo segundo es el horror.
Lo tercero es la compasión. Padecer el dolor compartido con quienes han perdido lo mejor que tenían, sin duda alguna, tuvieran lo que tuvieran. Escuchar la risa del lactante que juega con su padre en el cuarto de arriba para sentir al segundo cómo se hiela el corazón, con las familias que pasarán su vida llorando por no poder volver a escucharla. Hacer hueco en las esperanzas propias o en la oración, si la hubiera, al sufrimiento ajeno de Connecticut. Si se ha conocido algún dolor, lo tercero es la compasión.
Lo cuarto es el miedo absoluto. Salir a una calle poblada por personas discretas que dan los buenos días todas las mañanas, insistiendo en parecer normales, negándose a llevar carteles que alarmen sobre su peligrosidad. Tener que fiarse de cuidadores, maestros, policías, viandantes, hijos veinteañeros taciturnos de las profesoras del colegio. Cualquiera empuña el mal sin previo aviso y nos toca sólo fiarnos, seguir poniendo lo que más queremos en manos de desconocidos, domesticando el miedo.
Lo quinto es el debate. A más de una matanza al mes no parece salir a cuenta la segunda enmienda, pero la necesidad de defensa propia, pero una historia singular y adolescente, pero extensiones de tierra sin autoridades cerca, pero responsabilidad del ciudadano, pero lobbies subvencionando campañas, pero los silencios cómplices de Obama, pero si quien quiere siempre las consigue, pero si en Canadá esto nunca pasa. Una afirmación-réplica engranada para alimentar parrillas y pestañas de menciones durante al menos un día y medio, hacer un par de enemigos nuevos en las conversaciones de pasillo y tomar partido, antes de nada tomar partido. En quinta posición está el debate.
Pero lo primero, lo único humano, lo proporcional a lo ocurrido, es el silencio. Lo ausente en las redacciones, lo menos rentable en prensa, es el silencio.
Lo primero es el silencio.