La versión católica del sesenta y ocho
CL, una especie de sesenta y ocho del catolicismo. En efecto, eran los años del post-concilio; años vitales, sobre todo para los jóvenes. La Iglesia católica parecía recobrar una buena dosis de entusiasmo. Comunión y Liberación recogía y relanzaba ese entusiasmo, recuperando algunos ricos filones del pensamiento católico que en la primera mitad del siglo parecían olvidados. No se trataba tanto de una doctrina, como de una persona, la persona de Cristo. La fe, no como adhesión más o menos doctrinal a un credo, sino como encuentro personal con Cristo. En ese encuentro insistía don Giussani. Muchos jóvenes le seguían también porque esta “personalización” de la fe cristiana se contraponía a una cultura que salía con dificultad del atasco y los escollos de un intelectualismo heredero de la cultura burguesa de los siglos anteriores que se había quedado rancia. (…) Un éxito increíble desde el de Gioventù Studentesca en los liceos de Milán al de la juventud del mundo entero. El catolicismo parecía encontrarse en una nueva etapa que sería su sesenta y ocho. Las dificultades fueron inevitables, con desacuerdos más o menos explícitos. El antiguo asociacionismo clásico temía ser desbancado, superado. (…) La misma jerarquía eclesiástica tuvo la impresión de que se trataba de una especie de “Iglesia dentro de la Iglesia”. (…) Pero el que empezó a dar la razón a don Giussani fue Karol Wojtyla, favorable, incluso por temperamento, a un cristianismo que no se sienta a esperar, sino que afronta con entusiasmo juvenil el mundo laico y que procura derribar los muros, no sólo el de Berlín. Entusiasmo: esta es la expresión más adecuada para retratar el cristianismo de don Gius, como dicen los suyos. El entusiasmo del que no sólo está seguro de estar de parte de quien tiene razón, sino del que está seguro de que las soluciones que propone son las más justas. Que no son precisamente un código sino una persona.