La percepción del Misterio en el encuentro con aquel hombre
Palabra entre nosotrosApuntes de una conversación de Luigi Giussani con un grupo de Novicios de los Memores Domini Milán, 19 de diciembre de 1998
Queríamos hacer una asamblea para aclarar la relación entre la racionalidad del inicio y la fe1.
He venido para responder a tres preguntas sobre los dos primeros capítulos del libro ¿Se puede vivir así? Por tanto, que empiece quien tenga una pregunta sobre estos dos capítulos.
Yo quiero conocer el Destino; deseo conocer cada vez más a Cristo y me urge poner en juego toda mi persona en este trabajo. Hemos visto que la fe es un método de conocimiento para acceder a una determinada realidad que no se puede conocer ni directamente por evidencia, ni analizando la propia experiencia. Me pregunto: ¿no se conoce también el Misterio a través de la realidad entera en cuanto signo? La dinámica de la fe abarcaría así todo. Sin embargo, en el libro se afirma que la fe es un método de conocimiento que se establece entre personas: yo tengo confianza en una persona, no en una cosa2. Querría entenderlo mejor.
No se puede tener fe en la naturaleza: en un chopo, en las ballenas, etcétera. No se puede confiar en estas cosas. En cambio, estas cosas, en las que no se puede tener fe - después diremos por qué -, son signo de otra realidad; por el hecho de existir y de que tú y yo las podamos ver, presuponen algo más. Hasta aquí debe llegar la razón del hombre, que es conciencia de la realidad tal como es. Conciencia de la realidad: la ballena es parte de la realidad, la estrella que no se ve es parte de la realidad, el cielo es parte de la realidad y también las catástrofes que suceden en el mundo - después de leer los periódicos o ver las noticias en la televisión a las seis de la mañana, uno empieza el día con el corazón roto en pedazos, no queriendo oír nada más; sin embargo, el Señor señala el camino a través de esos indicios, de las circunstancias que vivimos -.
Un día, viajando por la autopista, encuentro a un extraño en una estación de servicio - alguien desconocido, que nunca había pensado ni imaginado conocer - un extranjero que está hablando en la mesa. Estoy comiendo; hay tres personas en la mesa delante de mí que están hablando, dicen algo que me interesa. Agudizo el oído y oigo decir a uno de ellos: "Yo soy el camino, la verdad y la vida"3. ¡Mientras comían! Los otros dos no volvieron a hablar. ¡Hablaba Él! Cuando acabaron se fueron juntos - yo seguía ahí cerca, mirando fijamente - y por un camino de campo.
Si yo hubiera estado con ellos dos habría dicho... bueno, primero me habría callado, pero después habría dicho: "¿De dónde eres?". "De Nazaret". "¿Y qué haces?". "Tendré que dedicarme también a pescar". "¿Por qué dijiste aquello?". Y él lo explica.
Porque los hombres no saben quién es Dios. Todos pueden hablar de Dios. Mientras tú no definas nada y no digas: "Dios es así", todo se puede cuestionar. "Me ha impresionado oír a este hombre - le decía uno de los dos al otro, mientras volvían a su casa dejando el pueblo donde vivía -, me impresiona que un hombre diga algo así. ¿Cómo es posible? O está loco, o hay algo más que yo no conozco. "Yo soy el camino, la verdad y la vida [el camino adecuado para una finalidad justa, verdadera]": ¿cómo puede un hombre decir eso?". Y el otro comenta: "Tampoco yo lo entiendo, no entiendo cómo es posible, pero habla como nuestros profetas, como los libros de nuestros profetas [¡también ellos tenían la Biblia!]. ¡Quién sabe!".
Van más veces a verle, se acostumbran a ir con él, porque cada vez se sienten más atraídos por lo que dice. Hablaba de cosas que nadie cuestionaba porque, o no se entendían, o nadie más las planteaba; y hablaba también de cosas sobre las que todos tenían su idea. Sin embargo, nadie jamás había dicho que no se puede conocer sin amar4: incluso la evidencia más clara cobra el significado de lo que el corazón nos hace presentir.
Corazón: ¿Qué quiere decir "corazón"? ¿Cómo definimos el corazón?
Es el conjunto de exigencias y evidencias con las que el hombre entra en relación con la realidad5.
¿Y qué es la realidad? Es aquello de lo que todo está hecho. Todo lo que existe y sucede está hecho por alguien: ¡qué evidentes son ciertas cosas! Pero también es evidente que no se sabe cómo "son", no se sabe por qué son así. Está claro que tú no te haces a ti mismo. ¿Entonces? Existes y no te haces a ti mismo. La evidencia mayor, el sumo descubrimiento que un hombre puede hacer es este: entender que no soy nada y, sin embargo, existo6. Esto sólo lo decimos nosotros: no hay nadie que lo diga en la sociedad de hoy, aunque es algo evidente. Es lo más evidente, la evidencia primera. No hay nada más aceptable.
Pongamos otro ejemplo. En un pueblo del Triveneto - un ambiente supercatólico - había un chico que, desobedeciendo a su madre, se fue a una taberna del pueblo vecino para ver a unos amigos alocados que le agradaban. Frecuentar ese grupo con el tiempo le disuadió de ir a misa los domingos y de seguir escuchando a su madre. Su madre le quería más que esos chicos, porque amaba su destino (lo decimos nosotros porque ella no pensaba en esto, no lo relacionaba). Ese muchacho era Pasolini. Se crió en una genuina tradición cristiana, pues la había mamado de su madre, la llevaba dentro, estaba obligado a contar con ella, aunque interpretaba todo de manera diferente, según la mentalidad del grupo. Y así se convirtió Pasolini en uno de los mayores escritores italianos, expresión de los valores que cierto socialismo representaba. Era también poeta y un gran artista.
En aquel entonces, los comunistas (en minoría; no gobernaban aún como ahora con ayuda de los católicos de izquierdas), de forma mucho más inteligente que otros sujetos de la vida pública, alardeaban de fomentar los centros culturales, las exposiciones de pintura, los centros donde el hombre podía sentirse más conmovido por la realidad. La mayoría de los italianos decían: "Tienen la cultura en sus manos". Quien tiene en sus manos la cultura acaba venciendo. En efecto, si el cristianismo es tan poco conocido y, por tanto, tan poco "aceptado" hoy es porque se ha limitado a proponer al hombre participar en ciertos gestos y su único contenido durante un siglo pareció ser el problema moral, el problema moral reducido a un solo punto, al sexto y al noveno mandamiento, es decir, al problema del sexo (como se ve ahora en Estados Unidos). En 1968 nació algo que pretendía ser diferente. La "revolución" que los jóvenes llevaron a cabo - manipulados por los que estaban abajo o arriba -, afirmaba que el mal residía en cómo se usaba el poder y, por tanto, había que crear una posición más fuerte que la del poder para tomar el poder. En vez del sexto y del noveno mandamiento se insistió en el quinto y el séptimo: la justicia social7. Y así, para defender la justicia social, se pasó por alto todo lo demás.
¿Qué diferencia hay entre el primer caso y el segundo? En el primero, en la premisa que hice - que también la ballena nos "habla" del Misterio - sólo hay que aplicar el sentido religioso. Y el sentido religioso es la razón en cuanto capaz de hacerse consciente de la realidad según la totalidad de sus factores. Cuando alguien ve una montaña o una ballena no puede limitarse a decir: "Es una montaña", "es una ballena", sino que se pregunta: "¿Quién la ha creado? ¿Quién hace esto?". Igual que esa niña que adoptaron con tres años un amigo mío, absolutamente ateo, y su mujer también atea (realizaron un gesto muy noble al acogerla). La niña era inteligente y desenvuelta y después de dos años con ellos, cuando tenía cinco - no sabía "leer ni escribir" en cuanto a "sentido religioso", no había recibido ninguna educación en términos religiosos -, fueron de excursión a los Dolomitas; teniendo delante un espectáculo maravilloso, sus padres se quedaron mirando admirados; la niña se dirigió a sus
padres y les dijo: "Mamá ¿quién ha
hecho todo esto?". Gracias a este episodio ellos retomaron la experiencia religiosa que forma parte de su tradición cristiana.
Se parte siempre de la realidad, de cualquier realidad. También Jesucristo en la cruz o Cristo resucitado en el lago de Tiberiades pertenecen a la realidad; por eso son objeto de la razón, porque pertenecen a la realidad como algo evidente, como un hecho que sucede. Sólo la razón puede captar la presencia de lo que hablamos.
Segundo caso. Hay encuentros o hechos o una realidad natural que pretenden ser "algo importante". Como para Pasolini. Pasolini encontró un grupo de personas que se rebelaban contra la sociedad y la cultura de entonces, que pretendían ser innovadores, descubridores de un camino nuevo: "La vida verdadera es esta: vivir en la sociedad libres haciendo lo que a cada uno le apetece", o bien "vivir en la sociedad siendo libres; y para ser libres son necesarias las "condiciones" que impone el Estado socialista". Las consecuencias de lo que afirmamos, según su naturaleza, pueden ser muchas; en cualquier caso, todo lo que el hombre encuentra y le interesa tiene unas consecuencias.
En el ejemplo de los dos o tres pescadores de Galilea, en cambio, aquel hombre dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida": ¡algo tan trascendente, tan totalizador... es una pretensión de otro mundo! Ellos habrían podido decir: "¡Quién sabe lo que quiere decir! ¡Está loco! "Camino, verdad y vida", ¿qué quiere decir?". Camino, un manera, un método para ser verdaderos, para alcanzar la verdad, es más, para percibir la vida que entrañaba ese hombre. De todas formas, eran tres palabras demasiado grandes para ellos, para que pudieran sacar las consecuencias.
Estaban impresionados, y este shock lo pusieron en duda muchas veces. Por ejemplo, aquella vez que le invitaron a ir en la barca con ellos; antes habían ido juntos a un banquete de bodas en Caná8; también lo llevaron por el lago de Tiberiades. Fue otras veces con ellos a pescar, también de noche. Una noche hubo una gran tempestad: el viento era tremendo, casi un huracán; en el lago de Tiberiades, en estos casos, se levantan unas olas tan fuertes que arrastran hasta las piedras del fondo. Esos pescadores, que conocían bien el lago, se equivocaron al salir esa noche o tal vez fueron porque estaba él. En cualquier caso, él dormía. Parecía que ni el viento y las grandes olas - que inundaban la barca - le despertaban. Estaba tan cansado que se durmió. Hasta que uno de ellos se le acercó - lo agarraría del brazo, no sé, lo sacudiría, porque eran amigos - y le dijo: "Maestro, nos hundimos". Y él respondió: "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?". Entonces gritó al viento y al mar: "¡Callaos ! ¡Detente!". Y el mar, ante sus palabras, repentinamente se calmó, callaron las olas, quedó sólo el rumor de la resaca. Entonces los que ya sabían dónde vivía, quiénes eran su padre y su madre, los que lo conocían bien, se preguntaron: "¿Quién es este?"9. Seguían haciéndose la misma pregunta que al principio. Habían estado comiendo con él muchas veces. Sin embargo, hay una diferencia radical entre uno cualquiera que come contigo y alguien que dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Se trata de un salto enorme para la razón: "¿Qué puedo decir de este hombre?". En los pasajes decisivos del Evangelio la relación del hombre con Dios se expresa siempre precisamente en estos términos: "¿Quién es este?".
Imaginaos después de tres meses. Se conocían hacía tres meses y se habían hecho amigos; se trataban con familiaridad. Eran amigos. ¿Por qué? Porque había algo en lo que él decía que correspondía a su "corazón". Era algo evidente. Lo que no era evidente era el contenido, lo que estaba más allá de las palabras "Camino, verdad y vida", porque todos entendían estas tres palabras como las usamos todos, como las usaban ellos: no como algo global, como palabras que expresan y hacen vivir todo, que abrazan al hombre entero, sino simplemente para describir: "camino", un camino de Milán a Bérgamo, "verdad", la aproximación a la que llegan las matemáticas y las ciencias, y "vida", ¡la vida se entiende enseguida!
Así pasaron dos años. En estos años, además, él hacia milagros: de vez en cuando - en un pis pas -, ¡como si nada! Por ejemplo, un leproso se curó simplemente porque le había tocado10. O la niña que estaba muerta, hija de una familia que Él conocía: fue a su casa, hizo salir a todos de la habitación de la muerta y al poco rato abrió la puerta diciendo: "Aquí tenéis a vuestra hija", la había resucitado11.
Pues llegó un momento en que no se tenía en pie ninguna defensa, ninguna excusa: o le dejaban inmediatamente o tenían que "plantear" de nuevo la pregunta que se habían hecho después de pasar la noche en el lago: "Pero éste, ¿quién es?".
La respuesta se desveló cuando Jesús le dijo a Pedro: "¿Quién dice la gente que soy yo?" "Un charlatán, un profeta, un gran hombre, un hombre poderoso". "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?". "Tú eres el Cristo, el Mesías, el enviado del Dios vivo"12. Simón había respondido espontáneamente, casi brutalmente, no porque entendiera lo que decía, sino porque sentía que esta respuesta correspondía mejor a lo que era aquel hombre. La evidencia sobre aquel hombre no encontraba objeción alguna en su corazón.
Entonces Jesús dijo: "El Misterio me ha enviado a vosotros, al mundo, encarnándome en vuestra humanidad...". ¡Es un hombre! El Misterio había aferrado en la intimidad de una mujer el origen mismo, el movimiento original de la vida (la semilla por la cual después se llega a los 76 años sin voz); al querer explicar al hombre quién es Él - Dios - para el hombre (que es siempre un individuo, una persona, un nombre), lo primero que el Misterio quiso decirle fue que es bueno. El hombre sólo puede afirmar lo siguiente: "El Misterio es bueno". U otra cosa parecida: el hombre siempre tiene defectos, no puede eliminarlos, normalmente estamos sumergidos en ellos hasta el cuello, pero el Misterio lo perdona todo. "Perdonar" no es la palabra más adecuada: Él tenía "misericordia" de todo. Lo único que la razón comprende de lo que el Misterio realiza es el perdón. De la palabra misericordia no entiende nada. Lo que se llega a entender es algo meramente humano, muy reducido. Espero que leáis a este respecto los Ejercicios13. Lo he destacado mucho durante estos dos años, porque antes no lo entendía. Una vez le dije a alguien: "Os he dicho muchas cosas justas que ni siquiera yo entendía". Si alguien me hubiera dicho: "¿Nos explicas esto?", habría respondido sin conseguir captar toda la lógica interior de lo que decía; habría contestado hablando de las consecuencias de algo que se me había hecho evidente. Pensemos en alguien que se relacionase con Jesús como hombre - ¡como hombre! - : si Jesús le hubiera preguntado qué pensaba de Él, habría dicho: "Es un profeta, un genio...". En cambio, san Pedro repitió una frase que le había oído a Él y que no entendía: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo". Por eso, Jesús le contestó: "Eres grande, Simón, porque lo que dices no lo has deducido tú con tu razón, sino que el Padre - es decir, el Misterio como origen de las cosas - te lo ha sugerido: dices algo que te sugiere el Espíritu sin entender bien lo que quiere decir"14. No me refiero a las palabras en sí, pues en este sentido Simón entendía lo que decía. Y habría defendido esas palabras, esa expresión delante de los fariseos y de los jefes del pueblo. Simón era así. Después vaciló, pero Cristo lo tomó aparte y le dijo: "Te doy todo. Todo aquello por lo que he venido te lo doy a ti; lo supedito a
tu acción"15. Y se juntó con los demás apóstoles, con sus amigos. En esto reside el problema de "la fe y la razón".
Has dicho que ellos entendían estas palabras, "Camino, verdad y vida", como cada uno de ellos las usaba, no como algo global...
Camino, verdad y vida: Cristo no usó palabras extrañas para decir lo que quería decir. Pero no se podía pretender definir y comprender la complejidad y el horizonte último de lo que quería decir. Ciertamente se maravillaron de estas palabras, pues se las aprendieron de memoria (porque el Evangelio está hecho de memorias, de recuerdos)16.Cristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida", y con el tiempo los apóstoles entendieron en qué sentido Él era el camino, la verdad y la vida. Con el tiempo se comprende la profundidad de una palabra. Llegado a mis 75 años Dios me ha hecho comprender mejor que "todo lo que hiciste, lo que surgió después de entrar en el Liceo Berchet, todo lo que nació de ese primer paso [ni siquiera estaba seguro de bandearme bien con mi Rector o con el Obispo], todo lo que ha surgido lo hice nacer Yo", dice el Señor. Porque Dios es todo en todo17. Al leer
lo que decía entonces, los artículos
que escribí antes de que existiera GS y durante sus primeros años18, todo el mundo dice: "¡Ya entonces estaba todo lo que luego desarrollaste!". Entonces no entendía del todo lo que os decía, pero no era un impostor, hablaba de
lo que yo hacía tal y como lo comprendía entonces.
Los apóstoles, cuando se dieron cuenta del carácter excepcional de la presencia del Señor, de alguna forma estaban comprometidos con su humanidad...
Estaban impresionados por el Señor, porque al hablar con Él, "recobraba vida" su corazón: Él respondía a lo que su corazón deseaba.
Por tanto, después de encontrar a Cristo, la atención a su corazón coincidía con la atención a aquella Presencia: el corazón recobraba vida al estar con esa Presencia. Yo, en cambio, tengo la impresión de que de vez en cuando nosotros volvemos para atrás, es decir, creemos que podemos comprometernos
con nuestra humanidad prescindiendo de su Presencia...
Vale, muy bien. Sólo que me imagino que, por ejemplo, Andrés y Juan, o Simón, Felipe o Natanael (son los primeros cinco que aparecen en la memoria de san Juan)19 tendrían un comportamiento diferente: uno estaba impresionado y se entusiasmaba con Él, por eso le seguía; otro, supongamos, tenía familia, mujer e hijos: "Yo iría; si fuese libre iría, pero...". De todas formas, cuando se produce un encuentro, este encuentro, la cuestión es que el Misterio, al hacerte encontrar esto, quiere que tu vida sea diferente. Y tú puedes seguirlo; aquel hombre le siguió. Si se confirma la impresión que tuviste al principio, llega un momento en que te sientes convencido, quieres estar con Él, quieres depender de Él más que de cualquier otro. Uno se agarra como una planta trepadora a lo que le sostiene: ¡se aferra! Al día siguiente, dos o tres días después, no abandonas ciertos malos hábitos (algún insulto o alguna traición a tu mujer...). Y si alguien te dijera: "Ese hombre no quiere que tú hagas eso", y tú dices: "Me parece bien, estoy de acuerdo", y te objetaran: "Pues entonces, tú no eres de los nuestros", tú responderías enseguida: "Yo quisiera ser de los suyos. Yo quiero ser suyo. Prefiero estar con Él que con quien sea. No puedo tratar a las mujeres como hacen todos. Ya no puedo hacerlo, porque estoy apegado a este hombre. Estoy más apegado a él que a mis instintos o reacciones o a mis momentos extravagantes"20.
El encuentro adquiere su significado para nuestra vida si lo mantenemos en el tiempo. Para mantener vivo un encuentro, para guardar la primera buena impresión de un encuentro, hay que volver sobre él: con el tiempo se aclara y se vuelve persuasivo. Tal vez uno no sabe razonarlo, pero, en última instancia, manifiesta una profunda simpatía hacia Él como expresión del corazón. Porque el corazón expresa una simpatía, vive de la simpatía. O mejor dicho, el corazón vive de la verdad. En efecto, lo más bonito que decimos es que no se puede conocer sin amar, porque el conocimiento presupone una atracción. Si no secunda una atracción, no es conocimiento real, es superficial y no se mantiene: uno no recuerda.
Estoy de acuerdo con tu intervención, pero subrayaría la necesidad del tiempo. No de un tiempo abstracto, sino concreto, es decir, de mantener la relación con Él, de seguir lo que has percibido.
Quiero añadir una observación: vosotros ciertamente habéis tenido este encuentro, porque estáis aquí. Aunque hubiera durado tres minutos os ha permitido estar aquí. Por tanto, ha tenido lugar y ha dado un resultado bastante imponente. Porque uno que viene aquí, a un sitio que no conoce y donde el diálogo se centra en algo "inusual", ha tenido necesariamente un encuentro. Yo me planteo una objeción: "Puede ser que alguien lo haya hecho sin razones". Muy bien: lo has hecho sin razones, pero ahora yo te digo la razón y entonces puedes cambiar. ¡Todos los que estáis aquí habéis tenido un encuentro!
Quien ha tenido un encuentro prometedor debe comprometerse con él, es decir, comprometerse con toda su humanidad.
Si has tenido un encuentro, tu actitud hacia lo que te ha sucedido depende de tu lealtad, deberíamos decir, en última instancia, de tu moralidad. La moralidad es la relación de algo particular con el todo. No es algo etéreo que soplas y desaparece. Pensad lo impresionados que estaban Juan y Andrés aquella noche cuando todos se preguntaban: "Este, ¿quién es?". Es la misma pregunta que le hicieron los fariseos. Antes de apresarlo y matarlo, los escribas y fariseos fueron donde él a decirle en público: "¿Hasta cuando nos vas a tener en vilo? ¿Dinos quién eres y de dónde vienes?". Y él no respondió, porque esa pregunta no era sincera ni real. Por tanto, la cuestión más importante para cada uno de los que estáis aquí es que habiendo sido llamados, debéis tratar de comprender más y mejor el camino a recorrer, que es la verdad, la verdad que os ha atraído y la vida que se puede vivir. Son tres cosas - camino, verdad y vida - que el hombre, piense lo que piense, debe aceptar. Pasolini tanteó un camino equivocado: dijo que la verdad no existe - mejor dicho, que nadie sabe lo que es, como dijo Marlaux21-, y que la vida está hecha de cosas inmediatas (comer y beber...). Pero poco a poco, en su vida, oyó resonar lo que su madre decía de la vida, de la verdad y del camino a recorrer. Pasolini hubiera llorado al encontrarse con alguien que tuviera nuestra pasión, se hubiera acercado a nosotros, sobre todo a algunos.
Repito: si estáis aquí es porque habéis tenido un encuentro. Hay que desarrollar este encuentro, tratar de entenderlo. No se puede esperar a entenderlo todo para ponerse en marcha. No hay nada en el mundo que se revele, que esté completamente claro en el instante mismo en
que sucede.
No podéis pensar que la "pretensión" de lo que los ha traído aquí sea insoportable. Sería contradictorio con vuestra experiencia. Es insoportable sólo para quien no quiere ni la verdad ni la vida: para quien, mintiéndose a sí mismo, va en contra de sí. No lo dicen los demás, lo dices tú: el debilitamiento del "sí" que diste al principio, o de tu adhesión a la propuesta que se te hizo, implica una deslealtad hacia lo que ha salido a tu encuentro, que has entrevisto como una promesa insospechada.
¿Cuál es entonces la diferencia entre sentido religioso y fe? O bien, ¿qué dice el sentido religioso sobre la palabra fe? El sentido religioso coincide con la capacidad de la razón, con la racionalidad. Hablamos de "sentido religioso" porque si la razón es la capacidad de comprender la realidad según la totalidad de sus factores, implica la percepción de que existe siempre un punto de fuga (existe un punto de fuga por el que pasa toda la verdad). La razón tiene un punto límite. Aunque uno subiera hasta la cima del Himalaya creyendo poder ver todo el panorama del mundo, al llegar a la cima, en el Everest, vería hasta un determinado lugar, hasta Kamchatka, pero no vería Rusia, por ejemplo: no puede ver "más allá". El hombre sólo encuentra paz cuando conoce y posee todo. "Cada uno confusamente aferra un bien / en el cual se aquieta el anima, y desea; / por eso, todos luchan para alcanzarlo"22.
Esta realidad que está siempre "más allá" es el Misterio. La razón, justamente, trata de conocer todo lo que puede. La razón puede conocer todo excepto el Misterio. Sin embargo, el Misterio es quien la hace, el creador, porque la razón no se crea a sí misma. Esta es la evidencia más grande que la razón tiene. Cuando soy más consciente de que no me hago a mí mismo, sino que Otro me hace, es ahora, es el instante en el que vivo.
Por tanto, el significado último
de todo lo que se vive y que sucede,
el sentido que cada uno busca y desea conocer, comprender y vivir en sus consecuencias existenciales, no lo puede definir la razón. La razón establece una relación con la realidad según la totalidad de sus factores; por ello, a una
mujer no la puede definir el hombre con quien vive, ni un niño puede ser definido por su madre. No pude ser verdadera la relación con una mujer, con
un hombre o con los hijos si no se pasa a través de la relación con el Misterio, es decir, con Dios, aunque muchos no
lo admitan. A lo largo de vuestra vida, en vuestro camino, comprobaréis
que sin adherirse al Misterio, el hombre no puede mantenerse en la verdad,
llevar a cabo ningún acto justo o bueno, completamente bueno.
Suponed que el Misterio convence al hombre de que Él, el Misterio, es una realidad - es la realidad más decisiva; es la realidad que crea el resto de las cosas, que se comunica al resto, es decir, al mundo, con todo lo que en él atrae o disgusta -, suponed que el Misterio para comunicarse al hombre - que es el único punto de todo el cosmos que tiene conciencia de las cosas (ninguna otra realidad tiene conciencia) - para darse a conocer al hombre como realidad suprahumana se haga hombre. El Misterio ha entrado en el tiempo; ha nacido de una mujer: "Non horruisti virginis uterum"23, no rehusaste entrar en el seno de una mujer; nació de las entrañas de una mujer como cada uno de nosotros.
Fue un hombre como nosotros, iba por las calles de Nazaret, o iba a la sinagoga con los demás, cantaba con los demás. Él, como hombre, es como si no hubiese tenido conciencia de lo que era hasta que fue donde Juan el Bautista. Juan el Bautista lo bautizó con los demás y en ese instante Juan y él oyeron al Espíritu Santo, al Espíritu del Misterio, que decía: "Éste es mi Hijo amado, mi predilecto, en el que me complazco"24.
Siendo hombre, nacido en un determinado pueblo, de una madre concreta, resultaba familiar a sus habitantes, era uno de ellos. Tenía una manera determinada de hablar, de actuar. A los treinta años ya nadie recordaba la novedad que suponía; tanto es así que cuando dijo en su pequeña ciudad: "Los profetas han hablado de mí. El Mesías esperado soy yo"25, querían tirarlo desde un monte. Imaginaos lo que debían sentir sus conciudadanos: "¡Está loco! ¡Está loco!". O bien: "Es un loco peligroso porque habla renegando de todas nuestras profecías; elimina al pueblo", que para un judío es justamente el sujeto adecuado de la relación con Dios (el cual, si viniera a comunicarse con el hombre, no pasaría a través de la acostumbrada vía de la generación humana, y habría que decir horruit virginis uterum).
En cualquier caso, este hombre, a los treinta años, se marcha de casa, abandona a su madre - "abandona"... no sé, le dice a su madre que volverá cuando Dios quiera (¡se lo había dicho ya en el templo a los doce años!)26- y encuentra a aquellos dos; a la mañana siguiente se encuentra con Simón, después con Felipe y con Natanael: imaginaos a estos que van a sus casas, con sus familias y les cuentan estas cosas (hay que hablar a la familia de aquello en lo que se cree; el primer gesto de amor a la familia es este, aunque la familia te martirizara). En un determinado momento - las cosas siguen un cauce, la pregunta se agudiza cada vez más: "¿Quién es este hombre?" o, como después dirán los fariseos, "¿Hasta cuándo nos tendrás en vilo? ¡Dinos quién eres y de dónde vienes!" (tenían los datos del registro donde constaba que había nacido en Belén y que era hijo de tal y de cual) -; cuando ese hombre dijo de sí mismo que era Dios, comprendieron completamente su afecto por Él. Incluido san Pedro, que se entrega enteramente a Él - también después de que Cristo le respondiera: "Aléjate de mí, Satanás"27, porque él le había dicho: "No permitiré que te maten", y después de que, aún habiéndole dicho esto, le traicionó (San Pedro es el más señalado como pecador en los Evangelios).
NOTAS
1 Cf. L. Giussani, ¿Se puede vivir así?, Ed. Encuentro, Madrid 1996.
2 Ibidem, p.22.
3 Jn 14,6.
4 Cf. L. Giussani, "Touché o della vera conoscenza" en Si può (veramente?!) vivere così?, BUR Milán 1996, pp.58-65.
5 Cf. L. Giussani, El Sentido Religioso, Ed. Encuentro, Madrid 1998, pp.17-20.
6 Cf. Ibidem, pp.131-133.
7 Cf. L. Giussani, Si no fuera tuyo, Cristo mío, me sentiría criatura finita, suplemento de la revista "Huellas" nº 8, 1997, p.12.
8 Cf. Jn 2,1-11.
9 Cf. Mt 8, 23-27; Mc 4, 35-41; Lc 8, 22-25.
10 Cf. Mt 8,2; Mc 1, 40; Lc 5,12.
11 Cf. Mt 9, 23-25; Mc 5, 35-43; Lc 8, 49-55.
12 Cf. Mt 16, 13-16; Mc 8, 27-29; Lc 9, 18-20.
13 Tú o de la amistad, Apuntes tomados de las meditaciones de L. Giussani de los Ejercicios de la Fraternidad, suplemento de la revista "Huellas", 1997; cf. también El milagro del cambio, Apuntes tomados de las meditaciones de L. Giussani de los Ejercicios de la Fraternidad, suplemento de la revista "Huellas", 1998.
14 Cf. Mt 16, 13-17.
15 Cf. Mt 16, 18.
16 Cf. L. Giussani, Los orígenes de la pretensión cristiana, Encuentro, Madrid 1989.
17 Cf. 1 Cor 15, 28.
18 L. Giussani, Llevar la esperanza, Encuentro,
Madrid 1998.
19 Cf. Jn 1, 35-51.
20 Cf. L. Giussani, "Dalla simpatia profonda la morale", en "Tu" (o dell'amicizia) BUR, Milán 1997,
pp. 275-321.
21 "Il n'est pas d'idéal auquel nous puissions nous sacrifier, car de tous nous connaissons les mensonges, nous qui ne savons point ce qu'est la verité" (A. Malraux, La Tentation de l'Occident, Bernard Grasser, París 1926, p.216).
22 Dante, Purgatorio, canto XVII, vv. 127-129.
23 Te Deum, en Liturgia de las horas, tomo I, Coeditores Litúrgicos, 1979, p.562.
24 Cf. Mt 3,17; Mc 1, 11; Lc 3, 22.
25 Cf. Lc 4, 16-29.
26 Cf. Lc 2, 41-50.
27 Cf. Mt 21-23; Mc 8, 31-33.