La ocurrencia del EncuentroMadrid
Este fin de semana pasado, los chicos de “Comunión y Liberación” organizaron el EncuentroMadrid, edición decimocuarta, una especie de Meeting de Rímini a la española, castizo.
Con la ilusión que les caracteriza a la hora de organizar los actos públicos, se adentraron por los nada fáciles vericuetos de una propuesta que incidía en la belleza, una necesidad connatural a lo humano. Ocurrencia en tiempos recios.
Hablar de la belleza no significa enfangarse en el sexo de los ángeles para olvidar la cruda realidad. De lo que se trataba es de hacer un esfuerzo comunitario de referencia múltiple, plural, sinfónica, a una experiencia básica de la fe, el camino hacia las fuentes de la estética encarnada de la propuesta cristiana.
Si son malos tiempos para la lírica, ¿también lo son para la belleza que nace del encuentro con Cristo?
Me han sorprendido del manifiesto final algunas ideas que pueden, a modo de síntesis, ejemplificar lo que allí se vivió durante algo más de cuarenta y ocho horas. Ideas que son evidencias de un tiempo, pero que no todos los sujetos cristianos, como actores de la historia, son capaces de formular, y menos articular, con tanta claridad.
La primera, al hilo del programa del EncuentroMadrid, que ha supuesto “un momento en el que mirar cara a cara la realidad”. “Una realidad –añaden- en la que la confusión, la violencia y el desmoronamiento de certezas que creíamos inamovibles se encarna en conflictos como los de Oriente Medio, la persecución de los cristianos o los profundos cambios sociales y tecnológicos que estamos viviendo en nuestros días”.
El optimismo, -que no es incompatible, ni mucho menos, con un sano realismo-, y la apuesta por la creatividad, que caracteriza no pocas de las iniciativas de este movimiento, no tienen como espacio último el voluntarismo que se cotiza al alza.
Como muy bien explicó, uno de los protagonistas de esta edición, el abad general de Císter, el P. Mauro G. Lepori, haciendo una inicial reflexión sobre lo que significa “ver” el rostro de Cristo y su relación con la misión, “es como si san Juan Pablo II nos hubiese dicho, como por otro lado recalca una y otra vez el papa Francisco, que si la evangelización doctrinal y moral fracasa no es porque no sea verdadera, sino porque con frecuencia se ejerce sin despertar el atractivo de Cristo en el corazón de los hombres con la belleza de su presencia y de su palabra”.
Para el P. Lepori, autor de libros de espiritualidad de éxito, “es en el rostro de Cristo donde acontece la belleza que permite al hombre recomenzar en cualquier situación en la que se encuentre, por difícil que sea. Ésta belleza se hace carne hoy en la vida de la Iglesia, a través de todas las limitaciones de sus miembros. Es una belleza desarmada que se ofrece al mundo y que puede sanar sus profundas heridas, tan patentes en este momento de la historia”.
Palabras oportunas, dignas de meditación.