"La destrucción de lo humano está en el origen de la crisis actual"
Coincide Julián Carrón con las afirmaciones de Benedicto XVI sobre el origen cristiano de los valores que, desde la Ilustración, han hecho posible la civilización europea. Y también con el diagnóstico de su quiebra en un momento en el que la clave de la condición humana en Occidente es el "desmoronamiento de las evidencias que durante siglos fundaron nuestra convivencia". La búsqueda de una "certeza tranquilizadora, que nadie pueda contestar independientemente de todas las diferencias, ha fracasado", se lamentaba en 2005 en Subiaco el entonces cardenal Ratzinger. "Ni siquiera el esfuerzo realmente grandioso de Kant fue capaz de crear la necesaria certeza compartida (...) El intento, llevado hasta el extremo, de plasmar las cosas humanas prescindiendo completamente de Dios nos lleva cada vez más a los límites del abismo, al encerramiento total del hombre", concluía. "Asistimos de este modo", apostilla Carrón en La belleza desarmada, una obra cargada de erudición y reflexión ética que indaga en las raíces de la crisis actual, "a una singular y significativa inversión de los términos: esa distancia radical de la filosofía ilustrada con respecto a sus raíces cristianas, que tenía que asegurar una plena y autónoma afirmación del hombre, deriva, en última instancia, en un menosprecio del hombre".
Insiste usted en su obra en que las causas de esta crisis no son sólo económicas.
Hemos atravesado otras crisis económicas en las últimas décadas y no nos han llevado a este intento de cerrarnos sobre nosotros mismos. Reducirlo todo a razones económicas es demasiado simplista. Estamos delante de una crisis más profunda. El Papa lo llama un cambio de época, porque en los últimos siglos no ha habido unos cambios de tanta profundidad. Los valores que constituyen el mundo occidental, la libertad, el progreso, la libertad de conciencia, la posibilidad de que cada uno pueda decidir sobre su propio destino, la solidaridad, la fraternidad... empiezan a no ser evidentes y la cuestión es saber qué es lo que aún compartimos, sobre qué bases podemos fundar nuestra convivencia en Europa y en el mundo...
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