Fuente viva

Antología
Luigi Giussani

La intervención en el Meeting de Rímini 2002; en Huellas septiembre 2002, pp. 1-2

Lo que quiero deciros es casi una revancha –más clara y profunda– sobre lo que a veces se puede pensar acerca de la aparente inutilidad de la vida, de la aparente negatividad de nuestros proyectos. Quien jamás la haya sentido, experimentado y vivido, está propiciando continuamente algo realmente dañino para la vida.
La más hermosa poesía para mí es el Himno a la Virgen de Dante Alighieri. Un himno al que nadie ha prestado atención durante siglos y que ahora quizás algún que otro devoto discípulo de Benigni recuerde.

«Virgen Madre, hija de tu Hijo, / la más humilde y alta de las criaturas, / término fijo del consejo eterno»: indicación ineludible de Quien todo lo rige, señal de Su designio sobre el universo. «Tú eres quien ennobleció tanto la naturaleza humana / que su hacedor no desdeñó hacerse su hechura./ En tu vientre» [son las notas más fascinantes de la poética de Dante] «prendió el amor,/ por cuyo calor, en la paz eterna / así germinó esta flor»: en la paz eterna, Cristo tomó un cuerpo por el calor del Amor que María hospedó sin mancha, sin pusilanimidad, sin vergüenza por la mentira, sin engaño alguno. «Por cuyo calor»: “calor” es una palabra que indica bien la fascinación profunda e inefable de la vida que entró en el universo creado por el espíritu del Eterno. Continúa Dante: «Aquí [en el Paraíso] eres llama meridiana / de caridad [eres el punto cierto del amor] / y abajo, entre los mortales, / eres fuente viva de esperanza».
He querido volver a estos versos –muchos los habrán leído estos días– precisamente por esta última idea que os deseo: «Aquí eres llama meridiana de caridad / y abajo, entre los mortales, / fuente viva de esperanza».

Eres fuente viva de esperanza para todas las gentes del universo, de ti brota ininterrumpida la esperanza, ofreces siempre de nuevo la esperanza como el significado del todo, como la luz de la luz, el color del color, lo distinto de lo distinto.
Eres fuente de espera viva: la esperanza es la única estación donde el tren de lo eterno se detiene un instante. Eres fuente viviente de espera. Sin esperanza no se puede vivir. La esperanza es la vida del hombre y a ella os invito a dirigir la mirada, que en estos días se ha fijado en una multitud de voces. Entre los mortales, Tú eres fuente de viva esperanza. La figura de la Virgen es justamente la imagen de la esperanza, la certeza de que dentro de las estancias del universo –dirían los medievales– brota un agua que se oye fluir, que mana día tras día, noche y día.

¡Que cada mañana, todas las mañanas, esta fuente viva de esperanza sea el sentido de la vida más inmediato, agudo y tenaz, que tengamos! Por ello somos amigos. ¡Sigamos siéndolo! ¿Cómo seguir siendo amigos? Lo somos sólo por esto. Quería decir que, incluso en la decrepitud de mis años, la esperanza es una –¡una!–, la que tiene un contenido totalmente objetivo que la Virgen impone al mundo: Tú eres fuente viva de esperanza. Que esta fuente esté viva todas las mañanas, por la mañana. Desde hace años me resultan familiares estos pensamientos: espontáneamente me veo como sobresaltado por una alegría que, aunque dure unos instantes, dura instantes que hacen emerger la verdad de toda la vida.

Eres fuente vivaz de esperanza. Os deseo que seamos compañeros de verdad, amigos hasta el fondo del corazón aunque no nos conozcamos directamente. Nos conocemos indirectamente, pero más aún que si fuera directamente. ¡Fuente viva, Virgen Madre, término fijo del consejo eterno! ¡Qué cosa! Después de setenta años, decirlo es realmente impresionante. Resulta evidente que nada hay seguro fuera de esto. Adiós. Perdonad la impertinencia.