“Francisco marca un desafío para una vida más exigente”
El padre Julián de la Morena es español de origen (nació en Madrid) pero lleva varios de sus 20 años de sacerdocio en América Latina, desde que su congregación lo envió a poner en práctica su acción misionera. Desde hace casi un lustro vive en Brasil y cumple tareas como responsable del movimiento de Comunión y Liberación en una amplia zona que incluye varios países. “Mi geografía de acción va desde el Río Grande en México hasta el Sur de Chile y Argentina, por lo cual tengo una vida muy nómada”, aclara. Hace poco estuvo en Santa Fe para participar de la charla “Los Amigos de Francisco” con el padre Juan Isasmendi, “cura villero” que trabajó con Bergoglio y el pastor evangélico Marcelo Figueroa, quien condujo junto a él y el rabino Skorka el programa “Biblia, diálogo vigente”. Durante su visita habló con El Litoral y ofreció su mirada sobre el Sumo Pontífice y las perspectivas que abre para el mundo.
—¿Cómo vivió en lo personal la llegada de Jorge Bergoglio al papado?
—Antes de saber quién era el nuevo Papa, me sorprendió que todos estábamos muy contentos, fuera quien fuera. Cuando escuché que era Bergoglio, fue una sorpresa muy positiva. Yo no lo conocía personalmente, pero sí por sus intervenciones y por amigos que viven en Buenos Aires, quienes me habían hablado de él como un testigo, un hombre fácil de encontrar en un autobús, que viajaba en subte. Entonces pensé que era un momento que se abría una posibilidad para todos. Me parecía que Bergoglio encarnaba un modo de vivir la vida, la fe y el sacerdocio muy cercano a la gente y que eso iba a tener repercusiones. No imaginaba todo lo que hemos visto, que ha desbordado a cualquiera.
—A más de medio año de la asunción de Francisco, ¿cuáles son los aspectos más relevantes de su labor?
—Mostró ser el hombre adecuado para este momento en el mundo en el que la globalización no ha conseguido el diálogo entre la gente. Nadie tiene la capacidad de encontrar puentes. Yo creo que la llegada de Bergoglio a la silla de San Pedro, abrió de manera impresionante dos cosas. Por una parte una esencialidad en la fe y por otra, abrir puentes con todo el mundo. Una mayor exigencia en aquellos que tienen una responsabilidad dentro de la Iglesia, los obispos, los sacerdotes. Y dentro de esto un hincapié muy grande en los heridos sociales, los pobres y marginados.
—Respecto a esto último, ¿su llegada al papado marca una continuidad con su labor pastoral previa?
—De hecho, los cardenales lo eligieron por eso. Vieron al hombre que necesitaba la Iglesia. Hay una continuidad, pero también una sorpresa, porque Francisco muestra una maestría muy grande en su forma de comunicar. En las Jornadas Mundiales de la Juventud, habló en español a los brasileños que hablan portugués y eso no alteró en absoluto nada.
Superar las diferencias
—Usted es europeo pero lleva varios años en Latinoamérica. Desde esa doble mirada, ¿cómo se vive en el seno de la Iglesia la presencia de un Papa latinoamericano?
—En Europa están encantados, el Papa ha despertado una gran simpatía en la gente común. Incluso aquellos que incluso no tienen simpatía por la Iglesia han despertado un interés por saber lo que dice y una sorpresa positiva. Y algunos diciendo, quizás nos estamos perdiendo algo al no vivir la fe. He estado en España e Italia y vi una simpatía absoluta. Quizás después en algunas elites ideologizadas por algunas corrientes, sorpresa y -probablemente- no mucha simpatía. Pero en la prensa europea, que tiene un tono bastante anticlerical, la sorpresa es positiva. Los periodistas tienen que ir detrás de la noticia en positivo que lanza. Lo hizo por la paz en Siria y en su acercamiento a Lampedusa. No lo hace como un revolucionario social, sino porque la fe mueve a eso. Y entró en debate en un tema clásico como es el de la Verdad.
—Hay una preparación intelectual combinada con una cercanía inédita con la gente.
—Ha demostrado un interés, una atención muy grande a la realidad. Pero a la vez demostró que en absoluto es un hombre sólo de praxis, de acción. Sino que ha entrado en el debate, que supone utilizar la razón. Lo bonito en el diálogo que el Papa está haciendo es que es un corazón que habla a otro corazón. Nadie lo siente como enemigo.
—¿Qué perspectivas y desafíos abre hacia el futuro?
—La primera es una esencialidad de que la Iglesia vive de la fe y no de tener posiciones hegemónicas. En Brasil, cuando llegó dijo: “No tengo oro ni plata, os anuncio a Jesucristo”. También marca un desafío a una vida más exigente, un permanente reclamo a todos a tomarse la vida en serio. Y el otro aspecto que es muy importante, es el diálogo, el encuentro que está proponiendo con todos los diferentes. La diferencia no es mal, el otro es un bien también si es muy diferente. Eso me parece importantísimo. Abre puentes de acercamiento verdadero.
“Quise vivirlo como uno más”
El padre Julián de la Morena participó en las Jornadas Mundiales de la Juventud, que estuvieron encabezadas por el Papa Francisco y convocaron a una multitud impresionante en Brasil. Pero, como él mismo se apura a aclarar, lo hizo como “uno más de los millones de peregrinos”.
“He llevado un grupo muy grande de gente conmigo y he acompañado (al Papa) en todos los sitios, pero no he podido acceder a saludarlo personalmente. Tampoco he hecho una gestión para hacerlo. He querido vivirlo como una persona más de las que participaban”, explica al ser consultado sobre el impacto que tuvo esta convocatoria.
“He dormido en sacos de dormir, he caminado horas para llegar de un sitio a otro y he tenido que hacer fila para entrar a un baño o beber un poco de agua. Porque he querido ver cómo el Papa llega a la gente. Y me alegro mucho de eso literalmente, porque podría no haberme enterado de lo que pasaba en las calles”, afirma sin ocultar el entusiasmo.