«Esperaos un camino, no un milagro». Mensaje de Julián Carrón con motivo de la Peregrinación Macerata-Loreto 2011
Queridos amigos: Esta invitación que don Giussani dirigía a un grupo de jóvenes no se contradice con el gesto que vais a realizar en un lugar marcado por los innumerables prodigios realizados por la Virgen. Cada uno de vosotros tiene una gracia particular que pedir a la madre de Cristo. Pero este año os invito a añadir una más, conforme a las intenciones de don Giussani:
«Esperaos un camino, no un milagro que eluda vuestras responsabilidades, que anule vuestro esfuerzo, que haga mecánica vuestra libertad. ¡No! No esperéis esto. Esto supone una diferencia con respecto a lo que habéis vivido hasta ahora, al camino que habéis recorrido: la diferencia profunda es que no podrás seguirnos si no tienes una tensión por comprender. Ahora tendrás que empezar a amar realmente la vida y su destino».
Sólo si pedimos como mendigos, deseosos de entender, seremos librados de la nada que siempre se cierne sobre nuestros deseos más verdaderos y nuestros mejores intentos. En un mundo que ha dado la espalda a Cristo y a Su presencia histórica –la Iglesia–, no podremos resistir, a menos que se aclare en nosotros la razón por la que somos cristianos. En esto nos sostiene el testimonio infatigable de Benedicto XVI:
«Todos sabemos que en el corazón de cada uno anida un fuerte deseo de felicidad. Cada acción, cada decisión, cada intención encierra en sí esta íntima y natural exigencia. Pero con frecuencia nos damos cuenta de haber puesto la confianza en realidades que no colman ese deseo, sino que más bien revelan toda su precariedad. Y en estos momentos es cuando se experimenta la necesidad de algo que sea “más grande”, que dé sentido a la vida cotidiana. (…) Jesús se hace contemporáneo vuestro. Es Él quien os busca, aun antes de que vosotros lo busquéis. Respetando plenamente vuestra libertad, se acerca a cada uno de vosotros y se presenta como la respuesta auténtica y decisiva a ese anhelo que anida en vuestro ser, al deseo de una vida que valga la pena ser vivida» (Benedicto XVI, Zagreb, 4 de junio de 2011).
Ofreced el sacrificio de cada paso por el Santo Padre: que su identificación con Cristo, muerto y resucitado, sea el apoyo seguro para vuestro camino en la noche. Os deseo que verifiquéis lo que vemos en él, esto es, qué sucede cuando un hombre se deja aferrar por Cristo: un incremento y una plenitud de humanidad que los demás pueden reconocer como un auténtico milagro, porque para el hombre es imposible.
Pedid al beato Juan Pablo II y a don Giussani el don de esta experiencia humana que hace plena la vida en cualquier circunstancia en la que nos encontremos.