Esa voz ronca que despertaba a los hombres
Tenía 16 años; perdonen que hable de mí, pero tenía 16 años cuando oí hablar por primera vez a don Luigi Giussani. Yo no era católico, no había recibido una educación cristiana; no estaba acostumbrado a escuchar a los curas; si alguna vez, por cualquier compromiso, no tuve más remedio que hacerlo, ni siquiera atendía a lo que decían. Pero no escuchar a don Giussani era imposible. Esa voz ronca que al principio hablaba en tono bajo y de repente estallaba; esas manos que gesticulaban e ilustraban en el aire el significado de las palabras. La pasión incontenible, que contagiaba de manera natural. Cada palabra estaba llena, porque dentro palpitaba la vida. Uno no podía quedarse indiferente cuando escuchaba a don Giussani. (…) Bastaría con volver a ver la última entrevista retransmitida el verano pasado en la RAI, con ocasión de los 50 años de Comunión y Liberación; la mirada jamás ausente, las palabras que adquirían inesperadamente una fuerza que parecía imposible. Creo que el carisma es esto. Oír a don Giussani ha sido siempre escuchar la grandeza y la plenitud de la vida. Algo que toca el corazón y lo transforma desde el primer encuentro; ya nada es como antes, todo cambia. Esto es lo que me sucedió a mí hace muchos años, y les ha sucedido a otros miles de los cuales solo conozco a unos pocos. Un encuentro que cambia la vida, la deja marcada para siempre, con todos los límites que podamos tener, con todos los errores que podamos cometer, pero que tras aquel encuentro adquieren un horizonte, una perspectiva. (…) Lo siento por los que no han tenido la suerte de conocerle en persona (en realidad yo sólo le vi dos o tres veces cuando era joven), pero ese encuentro sigue siendo posible hoy para todos porque don Giussani permanece en los rostros y en las palabras de Comunión y Liberación.