El templo de Dios
«Señor, tenle en cuenta a David todos sus afanes, cómo juró al Señor e hizo voto al Fuerte de Jacob: “No entraré bajo el techo de mi casa, no subiré al lecho de mi descanso, no daré sueño a mis ojos, ni reposo a mis párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob”».
Es el deseo de David, crear el templo del Señor: «No me daré paz hasta que no haya construido la casa del Señor», yo no puedo vivir en una casa de madera sólida y bella cuando el templo de Dios está hecho de ramas. Esto que describe el salmo 131 es pobreza de espíritu; y allí donde encontramos una expresión de pobreza de espíritu, sentimos que en nosotros alienta un sentimiento de Leticia. Un salmo así sólo puede decirse con ánimo alegre.
(Luigi Giussani, ¿Se puede vivir así?, Encuentro 2008, pp. 195)