El radical del espíritu
Cuando muere un verdadero cristiano no hay motivos para llorar. Así se ha marchado don Luigi Giussani, renovando, incluso para quien ni es cristiano ni quiere serlo, la potencia de la alegría y la pasión por la eternidad. «La muerte es como un silencio –dijo en una ocasión–. Y siendo silencio, nada hay que clame más que ese silencio. Normalmente es un silencio que puede llegar a ser grito, como de hecho fue un grito la muerte de Jesús». Eso es. La muerte para él era un acto de vida: el rescate final. La vida, una ocasión para reconocer la presencia de Dios. Para reconocerla en todo: en un vaso de whisky, un rosario rezado en el coche, un paseo por la nieve, una sonrisa en medio de una favela, un verso de Leopardi, una ecuación de segundo grado, una armonía de Schubert, una encíclica o un detalle de Caravaggio, el enésimo hijo pródigo que se había fugado con la caja, una lata de boletus, una llamada repentina a la puerta. Todo era “con” Cristo y “en” Cristo: este es el sentido último del «acontecimiento», el misterio revelado e indomable de la encarnación, tan fuerte que cambia la vida, mente, corazón, ojos, gafas, contexto, en suma, todo. (…) La suya, su vida, ha sido plena y feliz como pocas. (…) Los que conocieron en persona a don Giussani guardan recuerdos entrañables. Hasta el final, ya muy limitado al andar, pretendía ayudar al invitado a quitarse el abrigo. O silbaba, como un chiquillo. Sólido, exigente, a veces desconcertante por la rapidez con la que conectaba lo universal a lo particular, la tierra al cielo, Péguy y Bernanos a Marcelino pan y vino. (…) Quizá uno de los pocos que, dejando atrás toda tibieza oratoria y todo servilismo clerical, se atrevió a desafiar a la cultura ilustrada en su propio terreno: la Gracia no es contraria a la Razón, más bien constituye su pleno cumplimiento. «Un radical de la existencia y de la pasión humana», así lo definió el sociólogo de las religiones Salvatore Abbruzzese en Comunione e liberazione (Laterza, 2001). (…) Entre el “Acontecimiento” de Cristo y el devenir tumultuoso de la historia corre el hilo que don Giussani agarró durante toda su larga y feliz vida.