El manifiesto de CL Reino Unido sobre la consulta en relación al suicidio asistido
¿La vida es una fábula contada por un idiota?
Ante la consulta realizada por el procurador general del Reino Unido sobre el suicidio asistido – en otras palabras, sobre cuándo sería lícito poner fin a una vida juzgada como no digna de ser vivida – nos preguntamos: ¿qué es la vida, quién soy yo, existe algo que haga esta vida digna de ser vivida?
Algunos afirman que la vida ya no es vida desde el momento en que un individuo depende demasiado de otro. Pero toda la vida es dependencia, dependencia estructural. Nosotros no decidimos nacer. Para seguir con vida dependemos de nuestro comer, beber, respirar, del clima. Toda la existencia es dependencia; la única posibilidad para que esta dependencia no se transforme en esclavitud es que Aquel que nos da la vida se convierta en nuestro compañero, en uno con el que nos podamos encontrar, una presencia humana que empiece a responder al deseo de amor infinito, de bien, de eternidad que encierra nuestro corazón.
Todos necesitamos descubrir qué se esconde tras este don que es cada uno de nosotros, que es la realidad. En caso contrario, la vida se convierte, en palabras de Shakespeare, en “una fábula contada por un idiota, llena de rumor y furor, que no significa nada”, y por tanto, en último término, en una mentira. Todo nuestro ser grita el deseo de que la vida sea para siempre, que las relaciones permanezcan, que la alegría que la realidad que tenemos delante suscita ante nuestros ojos se quede con nosotros para siempre. La simple existencia de las cosas, y con ella del yo, como “dadas” abre ante el horizonte de la vida una promesa de bien, de significado, de eternidad.
¿Cómo puede un hombre estar delante del dolor, de la fatiga, de la apariencia contradicción que parece subyacer a una vida de pena y sufrimiento?
La pretensión del cristianismo es que el Dador de vida, el Creador, se ha hecho carne, uno de nosotros; se ha hecho niño, joven, adulto; al cual no se le ahorró ningún sufrimiento, hasta la muerte en la cruz, pero que resucitó de la muerte; y que está presente aquí y ahora.
Esta presencia se convierte en uno al que podemos encontrar mediante una realidad humana que contiene algo excepcional, que sólo se puede explicar introduciendo el término “divino”. Sólo de aquí puede nacer la posibilidad de no desesperar ante la muerte – la última contradicción – en la historia del hombre. “Mujer, no llores” (Lc 7,13), le dijo Jesús a la viuda que acababa de perder a su único hijo.
Hay que ser sinceros, hay que dar respuesta a lo que nuestro corazón busca estructuralmente; pero, ¿se trata de una piedad humana, de alguien dispuesto a poner fin a nuestros sufrimientos en el momento en que lo pidamos, o de alguien que nos ama con un amor tan verdadero que es capaz de vencer al tiempo y al espacio?